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Desde unos años a la fecha es ya muy común escuchar la participación de consultores en diferentes ámbitos de la empresa. La consultoría empresarial es una profesión, la cual requiere, como cualquier otra, de una serie de estudios, licencias, certificaciones y acreditaciones que constatan que un consultor es apto y tiene todo el conocimiento, experiencia y competencias necesarias para llevar a cabo la acción de asesorar, aconsejar o coachear.
Lo anterior significa, en primer lugar que un consultor es un profesional altamente calificado y en segundo lugar que puede demostrarlo. En forma general se puede describir al consultor como un profesional que se especializa en la identificación e investigación de los problemas que aquejan a una empresa en su funcionamiento diario, ya sea en cuanto a políticas, procedimientos, gestión, estructura, organización, métodos, servicio, finanzas, administración, entre otras.
Un consultor es requerido ante una necesidad detectada por parte de la dirección de la empresa que en definitiva requiere una mejora. Sin embargo, hay una cuestión, ¿quién acredita o certifica la consultoría empresarial en nuestro país? En la actualidad el IFC (International Finance Corporation), miembro del Grupo del Banco Mundial, que es la principal institución internacional de desarrollo que centra su labor exclusivamente en el sector privado de los países en desarrollo, ha acreditado a la primera generación de 49 profesionales como facilitadores y consultores empresariales, quienes han sido entrenados para apoyar a empresas e instituciones en la implementación del Modelo Nacional para la Competitividad y competir por el Premio Nacional de Calidad.
La certificación está avalada por la Secretaría de Trabajo y Previsión Social. Sin embargo, se trata de una consejería muy especializada a una finalidad muy concreta. La consultoría empresarial como tal es una labor mucho más general. Y hasta el momento, me parece, no contamos en nuestro país con una certificación de un organismo de gobierno que, en efecto, avale a los consultores empresariales. La cuestión es: ¿baste ser administrador de empresas, mercadólogo, financiero o psicólogo para poder desempeñar esta profesión?
Un consultor es un “todologo” hasta cierto punto o dicho de otra forma es un generalista. Lo anterior, no significa que su conocimiento sea superficial y genérico, sino que más bien, el consultor debe conocer todo lo que supone la acción empresarial desde todos sus ángulos, sin que ello signifique que deba ser especialista en cada uno. En lo que un consultor empresarial debe ser especialista es en el arte de la estrategia y la metodología. La fuerza de un buen consultor está en su capacidad de ver por encima del bosque y llevar a cabo estrategias y métodos tales como si fuera un general de batalla espartano. Lo que implica una cantidad innumerable de habilidades de diferentes disciplinas del saber.
La consultoría se ha definido de muchas maneras, Fritz Steele (1975) explica que la consultoría es cualquier forma de proporcionar ayuda sobre el contenido, el proceso o la estructura de una tarea o de un conjunto de tareas, en que el consultor no es efectivamente responsable de la ejecución de la tarea misma, sino que ayuda a los que lo son. Según Larry Greiner y Robert Metzger (1983), “la consultoría de empresas es un servicio de asesoramiento contratado por y proporcionado a organizaciones, por personas especialmente capacitadas y calificadas que prestan asistencia, de manera objetiva e independiente, a la organización cliente para poner al descubierto los problemas de gestión, analizarlos, recomendar soluciones a esos problemas y coadyuvar, si se les solicita, en la aplicación de soluciones”.
Pero además de la solución de problemas y la búsqueda de la mejora, también la consultoría empresarial tiene la capacidad para orientar a crear una nueva empresa para la cual desde su origen se establecen las estrategias y metodologías pertinentes para su acción. En este caso el consultor es una especie de partero que desarrolla una empresa junto con sus dueños de tal modo que llevan a cabo un sueño desde el papel hasta la realidad. Todo lo anterior significa que entre todas las habilidades requeridas, la creatividad y la capacidad de invención son un ingrediente fundamental de todo consultor serio.
Es así que el consultor ha de tener una multitud de cualidades y rasgos, pero a mi entender la habilidad principal, además de la creatividad, es la capacidad de comprender a la empresa como un sistema o más bien como un subsistema dentro de un sistema mayor que es en efecto, la sociedad. El consultor requiere entender que la empresa es ante todo un sistema y que además está inmersa en la complejidad, esto implica que un buen consultor no se guía a partir de un pensamiento lineal y plano a partir de causa-efecto, pues toda empresa supone una multitud de causalidades y efectos que interactúan todos entre sí de forma tanto controlada como caótica.
Por todo lo que se ha dicho hasta ahora, se puede inferir que el consultor no es una persona, quien al no tener empleo se le ocurre imprimir tarjetas de presentación en las que se dice ser consultor empresarial, si no que alguien llega a ser consultor de empresas, en el pleno sentido del término, después de haber acumulado una cantidad y calidad considerable de conocimientos, experiencia y habilidades para identificar situaciones de problema, riesgo u oportunidad.
Es común encontrarnos con consultores que aún consultan con la vieja guardia, es decir, que sus conocimientos y estrategias se refieren a la forma de funcionar de las empresas de hace 50 años, en las cuales la productividad, la calidad y la rentabilidad de la empresa era o es lo más importante. Esta es una cuestión delicada porque lo primero que un director, dueño o consejo debe asegurar es qué tipo de empresa quiere, pues la fórmula sería así: “dime con qué consultor andas y te diré qué empresa eres”. Hoy en día, la empresa ya no es esa organización donde lo que impera es únicamente la calidad y la productividad.
Pienso que los esfuerzos de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) o el GRI (Global Reporting Initiative) nos anuncian que la empresa tiene muchas más acciones y responsabilidades que sólo producir y competir por la calidad. La empresa ha de estar bien parada en temas de desempeño económico, ambiental y social en igual proporción e importancia. Las empresas ahora han de ser asesoradas en términos de sostenibilidad y RSE en lo que quedan incluidos tanto la productividad, calidad y rentabilidad, sin embargo dejan de ser lo primero sin que ello signifique una disminución o pérdida de utilidad. Lo que ahora supone que el consultor empresarial, además habrá de estar validado como asesor en RSE. El problema en la actualidad es que muy pocas personas están actualizadas de forma seria en temas de sostenibilidad y RSE.
Si en la actualidad encontramos consultores que siguen utilizando métodos de la obsoleta escuela de negocios japonesa como lo son el Hoshin Kanri, a través del cual se pretenden establecer organizaciones con alto rendimiento y producción, o los Kaisen, a partir de los cuales se pretende la“mejora continua que involucra a todos”, de la calidad, los costes, los tiempos de respuestas, la variedad, y mayores niveles de satisfacción, deberemos anotar que hay un problema de omisión. Y la omisión es la atención puntual a la finalidad principal de toda acción empresarial.
Seguramente han leído infinitas definiciones de empresa y todas y cada una de ellas están cegadas por la vieja escuela del utilitarismo. A mí en lo particular me asusta leer esas definiciones porque la constante en cada una de ellas es lo que dice entre líneas: “una empresa es aquella agrupación que utiliza a las personas y sus talentos para producir y generar capital a través de la prestación de servicios o de la producción de bienes”.
Un consultor empresarial que sostenga esta definición claramente es hijo del utilitarismo y el econocentrismo y difícilmente se tomará la sostenibilidad y la RSE en serio, seguramente nos dirá: “Esas son utopías”. ¿Qué es la empresa o qué debe ser la empresa en el siglo XXI? ¿Quién está efectivamente capacitado como consultor empresarial para generar una estrategia o metodología que sea competente ante las necesidades sociales y ambientales, así como económicas de nuestro presente? La empresa en la actualidad debe producir menos si es que es consciente del problema de consumo, debe tener estándares de calidad y producción que no dañen al medio ambiente ni a la sociedad, ha de retribuir responsablemente para el bien común y ante todo ha de entender que lo primero son las personas.
Ser consultor de empresa no es el último recurso al no tener otro trabajo, se trata de una profesión seria que demanda mucho estudio y constante actualización, así como una gran capacidad de visión y principalmente por el bien común. Un buen consultor hace crecer a la empresa y a la comunidad en la que se desempeña la labor empresarial.
*Directora de proyectos en el Buró de Ingeniería Humana en Desarrollo y Responsabilidad Social
Twitter: @laruskhi