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El ser humano es un animal de convivencia, un animal que habla, social, pero especialmente somos animales de trabajo. Curiosamente esta expresión así formulada parece ser algo peyorativa, pienso que ni a mí me gustaría que alguien me llamara “animal de trabajo” pues lo primero que me vendría a la mente es: «¿Me estás diciendo esclavo?» En realidad lo que ello significa es que el hombre ha de trabajar, así como el pájaro ha de volar, esto es que para que podamos cumplir con nuestra naturaleza de seres humanos, o lo que es lo mismo nuestra especie, es inminente que trabajemos. Y trabajo se dice de muchas maneras, una forma sencilla y muy general de definirlo es mencionando que el trabajo es aquella actividad que perfecciona al ser humano mediante la cual además se establecen relaciones sociales. Cuando esta actividad es remunerada entonces se trata del empleo y este conforma lo que solemos llamar nuestra vida laboral.
En la actualidad la vida laboral nos consume la mayor parte de nuestro tiempo, sucede que más que trabajar para vivir vivimos para trabajar, un viejo dicho popular ya bien conocido malamente por muchos, lo malo es que esta situación actual no resulta ser tan buena como pudiéramos pensar porque esto supone un cambio de fines por medios. Como es obvio, esto lleva a que toda nuestra vida y nuestros horizontes se forjen con base en lo que sucede y se vive en el ambiente laboral, de tal forma que nuestra vida social y psicológica queda por mucho inmersa en esa dimensión.
Pensemos despacio este panorama. El ser humano tiene una necesidad natural de trabajar y convivir, y además tiene una necesidad natural de perfeccionarse, crecer y siempre ir en busca de lo mejor, por lo que en él existe un sentido sano, natural y positivo de competencia. Por otra parte, dados nuestros afanes de vida tecnoconsumistas, la vida light, la vida de comodidad, de pronto estamos tentados a tener o atrapados en una vida de muchas horas de trabajo encerrados en oficinas, despachos, comercios, es decir en ambientes laborales en los cuales se desenvuelven estas necesidades naturales que anteriormente mencioné: socialización, convivencia, esfuerzo y competencia.
Estos factores de la ecuación así de manera aislada parecen ser inocuos, el problema inicia cuando comprendemos que la vida humana siempre es compleja, que nada en nuestra condición humana se da de forma aislada y simple, pues en realidad estas actividades se desempeñan con un alto índice de estrés. Por un lado está la ausencia de los espacios de ocio y tiempo libre a los que se renuncia por la falsa necesidad de trabajar para producir más y poder consumir más. Por otro lado la compulsión heredada por la mercadotecnia del querer tener más, gran mal de nuestro tiempo, a ello hay que sumar el mito urbano social del éxito y la fama: “si no eres importante en tu trabajo”, “si no tienes un buen puesto”, “si no ganas buen sueldo”, no eres nadie. Me parece que ello -entre otras cosas seguramente- establece una gran conflicto existencial que denota en algún punto una clara falta de sentido, porque la vida de una persona radicalmente es mucho más que esto. Este conflicto se refleja en una presión emocional que puede llegar a ser muy grave que en la vida laboral se manifiesta con dos conductas bastante primitivas que son los celos y la envidia profesional.
Por celos en el ámbito profesional se entiende una amenaza o pérdida de logros en una relación debido a la interferencia de un rival, e implican pérdida o amenaza de pérdida de lo que se poseía; y envidia, hace referencia a una respuesta a otra persona que posee logros, habilidades o cualidades que uno desea, e involucran carencia en comparación con el envidiado.[1] En la cuestión laboral suele ser más frecuente la envidia, y lo que es el objeto de envidia es lo que uno carece como por ejemplo alguna capacidad, como inteligencia, habilidades para el manejo de un instrumento, un puesto, habilidades sociales, alguna amistad o relación, éxito, belleza. Los celos hacen referencia a una amenaza a perder algo que se posee, de modo que la envidia supone el no tener y los celos el tener, la primera es hostilidad hacia alguien, la segunda es respuesta ante la amenaza. En el caso de la envidia, la hostilidad surge porque la persona que sustenta el objeto de la envidia se percibe como superior y lo que se busca es neutralizarla o destruirla para obtener ventaja sobre ella.
La envidia cuando es sostenida por un superior definitivamente genera formas de acoso laboral, podemos establecer que la envidia es en buena medida la madre del mobbing, el acoso laboral, la mayor parte de las veces se explica con la navaja de Ockham, es decir a través de la explicación más simple, la cual es que el superior se siente amenazado por las capacidades del subalterno y por tal razón inicia de forma inconsciente (al inicio) el hostigamiento como una reacción animal ante una competencia laboral que llega a tomar dimensiones en ocasiones épicas, y que al tiempo daña la salud psicológica de todos los involucrados, pero peor aun la dignidad de quien llevó a cabo el hostigamiento.
La envida se mueve de formas misteriosas, podríamos asegurar, por ejemplo, formas muy obvias: insultos, ofensas, excluir, discriminar, ignorar, retener información, ocultar información; no tan obvias, asignación de objetivos o proyectos inalcanzables, quitar responsabilidades, dejar tareas rutinarias de poco interés sin ningún tipo de reto, modificar las atribuciones del puesto sin dar aviso, no permitir el desarrollo profesional, no valorar el esfuerzo, nunca aplaudir los logros, ser constantemente criticado y juzgado, pedir a otros que realicen las tareas de uno, en fin, hay un sin número de prácticas que parecen inocentes que en el fondo son conductas que tienen como finalidad destruir a una persona simplemente por el hecho de que esa persona por alguna razón es muy buena en algo y a otra persona eso no le parece.
Existe un perfil para personas que son acosadas que se define como: “personas con mayor probabilidad de ser envidiadas por sus características personales, sociales o familiares”. Lo alentador es que si usted es un empleado víctima del mobbing (cuando éste es motivado por la envidia) es porque usted es un trabajador altamente valioso, creativo, perfectamente capaz, de lo mejor de su organización, y para su tranquilidad tenga la seguridad que por su parte, el acosador, aunque tiene por objetivo el “asesinato psicológico” de su víctima es únicamente para encubrir su mediocridad debido a sus limitaciones, inseguridades, incapacidades, lo cual lo hace motivado por sus instintos más bajos como la envidia. En efecto, hace pasar muy mal el tiempo laboral, y uno se puede sentir muy mal, pero eso no es lo peor sino que el acosador mismo se hace daño a sí, bien dicen que la envidia mata, y nada bueno sale de lo malo ni de los malos deseos, o de las malas vibras dirías. ¿Sería mucho pedirle que le tuviera compasión?
Si en verdad el hombre es social y trabaja para perfeccionarse y en ello va de por medio la convivencia, ¿por qué nos cuesta tanto convivir pacíficamente? ¿Por qué nos cuesta tanto saber que entre unos y otros nos complementamos? Lo que no puedo ser yo, lo podré ser a través del tú en la medida en que yo permita que tú te desenvuelvas, en la misma magnitud que tú permitirás que yo lo haga. ¿No es algo así lo que nos enseña la regla de oro? Trata a los demás como quieres que te traten a ti, y no dice precisamente: Haz mobbing para que te lo hagan a ti… ¿o si? Al contrario, alégrate porque hay tanta gente tan capaz, porque de esa gente es de la que podemos aprender.
*Doctora en filosofía por la Universidad Panamericana. Maestra en ética aplicada por el ITESM. Coordinadora de investigación del Instituto de Estudios Humanísticos de la Universidad Panamericana Campus Guadalajara.
Twitter: @laruskhi
[1] Abraham P. Buunk, Rosario Zurriaga, Pilar González, Alejandro Castro Solano. “Intra-sexual competition at work: Sex differences in jealousy and envy in the workplace”. Revista de Psicología Social 27 (1): 85-96, 2012.