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Todos somos conscientes de que la tecnología ha revolucionado al mundo desde hace ya muchas décadas y en especial se sabe que el mundo se ha hecho pequeño en términos de distancias y fronteras dada la velocidad de la comunicación, pero esto no es ninguna novedad. La tecnología revolucionó la forma de comunicarnos y de gestionar la información, así como la forma en que nos relacionamos, al interactuar y crear todo un nuevo entorno social. Internet, la red, nos ha dado esta oportunidad.
Internet ha supuesto una reforma en la economía, en las empresas, en el comercio, en las relaciones sociales, en los hábitos domésticos y la educación no está al margen de estos cambios. Se habla mucho de la difusión cultural y la democratización de la formación y la duda que me viene a la cabeza es si estamos en realidad preparados para esta inculturación cibernética/tecnológica y esta democratización o acceso a la información o formación.
Lo primero es comprender lo que supone el mundo virtual. Este es una ampliación de la realidad en la que encontramos nuevos espacios para la convivencia, los cuales al paso del tiempo parecen tener más relevancia que los del mundo real. Se trata de un espacio representacional, multicrónico y distal. Esto significa que no hay distancias, todo se encuentra en la inmediatez, no requerimos desplazarnos, no hay espacio físico ni geográfico, el tiempo puede ser real o diferido. Para tener acceso al mundo virtual o cibernético lo único que requerimos es de un ordenador y una conexión a Internet y de esa forma estamos expuestos a la gran tecnopolis, a toneladas de información y a millares de personas. Tener acceso a este universo es bastante sencillo, prácticamente basta ser un ciudadano de a pie del siglo XXI y tener nociones básicas de lo que supone una computadora o al menos estar cerca de alguien que lo sepa.
En ocasiones se ha hablado mucho del analfabetismo digital de nuestro país como una situación preocupante, y no sólo de nuestro país sino de todo nuestro continente, al grado de que una de las metas educativas para el 2021 es reducir la brecha de este analfabetismo. Esto es porque se piensa que a mayor alfabetización digital habrá mayor nivel de educación. ¿Será esto una condición sine qua non?
Dos son los tópicos que me interesan resaltar en este artículo: la difusión cultural a través de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y la democratización de la formación. Y mi duda o mi inquietud es si nosotros como humanidad hemos avanzado al mismo paso como ha avanzado la tecnología y la ciencia, porque me parece que los grados de madurez entre unas y otras son muy distintos. ¿Los niveles de acceso son iguales para el uso que para la gestión o la asimilación, la comprensión o función? ¿Qué entendemos por difusión cultural? ¿Qué supone la democratización de la formación?, ¿todos iguales?, ¿para qué?
A través de la red surge el fenómeno de la difusión cultural digital o difusión cultural online, ésta es el conjunto de herramientas que son desarrolladas para acercar a los usuarios de la red a fines culturales de cualquier tipo. Aquí el primer tropiezo está en lo que se entiende por cultura. Los problemas que se encuentran en la llamada difusión cultural online son la falta de fundamentación teórica, la falta de estrategias bien definidas, dada la diversidad de los usos de la misma web, así como la alta obsolescencia por la dependencia tecnológica. ¿Quién define qué debemos comprender ahora por cultura? Una de las definiciones de cultura hace referencia al cúmulo de saberes, creencias, comportamientos y habilidades que se tienen dentro de un grupo social, los cuales sirven para resolver las necesidades de la vida. Sin duda en la actualidad es parte de nuestra cultura el uso de las tecnologías y en ello el conocimiento del buen uso para una buena comunicación. Pero antes de ello sigue estando la necesidad de la educación.
Por otra parte, la democratización de la formación supone que haya formación para todos en condiciones iguales, es decir que esté al alcance de todos. En donde cualquiera puede aprender y compartir, ya que el conocimiento es compartido de todos y para todos. La cuestión es si todos estamos en condiciones iguales de enseñar y aprender. Que todos tengamos acceso a la educación por igual no supone que todos tengamos la misma capacidad ni para el aprendizaje y mucho menos para la enseñanza. De modo que ambas cuestiones, tanto la difusión cultural como la democratización de la formación son dos ideales que están pensados para un mundo con un nivel educativo utópico, así como el socialismo fue pensado para una economía utópica.
Para muestra basta un botón y mejor dicho “un post de cualquier blog” que encontremos en el ciberespacio, pensemos en la famosa generación de los hoygan. Que aunque causa mucha gracia el término que se les ha dado no deja de ser algo serio, algo grave, sino es que mucho y bastante preocupante. Esta generación se ha apoderado del ciberespacio y son, se lee por ahí “la generación que hizo de la dislexia una forma de vida”. Son usuarios de la web que por alguna razón, yo tiendo a pensar que es la falta de educación y una muy baja alfabetización, escriben en el mundo virtual con una pésima ortografía a tal grado que han acabado por cambiar en gran medida el lenguaje escrito. Se debe a un bajísimo nivel cultural en general, pero con una gran osadía para participar democráticamente en los foros, se les denomina hoygan como degeneración de la palabra “oigan”, y la tecnología nos enfrenta a casos como: “NESECITO SAVER DONDE VAJAR LA PELICULA, .NO SE MUCHO DE HIMFORMATICA PERO KIERO HENTRAR HEN HEL HORDENADOR DE MI BEZINO KOMO LO AGO?”[1]
¿Será posible en la actualidad seguir con los ideales de una democratización formativa? Me parece que la respuesta ha de ser una rotunda negación. Me parece que es claro que en la actualidad el uso de las tecnologías y en específico de la red no ha tenido su gran auge en el ámbito educativo, en efecto es una herramienta que a nivel didáctico nos hemos puesto a utilizar con alta efectividad en muchos niveles educativitos en diversos sectores de la población, pero esto no ha sido suficiente. Es una realidad también que la tecnología puede y debe cambiar la situación educativa mundial y que los objetivos del milenio de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) al menos la meta “la enseñanza primaria universal”: Asegurar que en 2015, la infancia de cualquier parte, niños y niñas por igual, sean capaces de completar un ciclo completo de enseñanza primaria se ha de cumplir con mayor facilidad haciendo uso de la tecnología.
Pero qué estamos haciendo todos, desde casa, desde los colegios, desde las universidades en la investigación, desde la empresa, para que la tecnología no sea sólo una herramienta o un medio didáctico nada más. Para las relaciones sociales y para el comercio no sólo es un medio más sino se ha convertido en parte interna del proceso. Siempre nos hemos quejado de tener sistemas educativos malos, deteriorados, y que hay que mejorarlos y adecuarlos a las necesidades de la época, en efecto hay que desarrollar una educación adaptada a la revolución tecnológica y no sólo adaptarnos a la tecnología, no se trata de alfabetización digital únicamente, no es cuestión de aprender a usar “cacharros”, pues la tecnología no sólo es el teclado, el ratón y la pantalla, es un sistema mucho más complejo y profundo que pinchar botones y teclear emoticones.
*Doctora en filosofía por la Universidad Panamericana. Maestra en ética aplicada por el ITESM. Coordinadora de investigación del Instituto de Estudios Humanísticos de la Universidad Panamericana Campus Guadalajara.
Twitter: @laruskhi