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En la actualidad difícilmente nos encontramos con una persona que no haya escuchado hablar de las redes sociales, pues son un fenómeno característico del siglo XXI. Aparentemente dichos espacios virtuales, se han convertido en La nueva Ágora. Esto, me atrevo a afirmarlo, porque de la misma manera que el Ágora griega era un espacio público para los ciudadanos de la polis, las redes sociales se han convertido, al igual que para los griegos, en espacios para el intercambio cultural, político, comercial y principalmente en el centro de la vida social.
Las redes sociales, son un conjunto abstracto y complejo de sistemas de información y relación interpersonal. No sólo se reducen a ser nodos y aristas, sino que conforman todo un entramado psicosocial con toda la fuerza de generar cambios culturales de impacto.
Las redes sociales existen desde que el ser humano habitó este mundo, es decir, no son exclusivas de las tecnologías de la información y la comunicación; sin embargo en la actualidad cuando hablamos de redes sociales nadie pregunta: ¿qué redes, las reales o las virtuales? Es obvio, todos sabemos que nos referimos a las redes en internet.
¿Por qué tienen mayor éxito las redes sociales cibernéticas que las redes sociales naturales? Estas últimas sí existen aunque estén a la baja, y se definen como el conjunto de interacciones estables y duraderas entre personas que comparten algún o algunos aspectos de la vida cotidiana en el mismo espacio y tiempo sin mediación artificial.
Mientras que, las redes sociales virtuales se definen como un espacio para la interacción humana, en la que de manera dinámica se comparte información mediada por las tecnologías de la información y la comunicación –TIC-.
Lo que es interesante analizar es que en el fondo son lo mismo. Espacios para la interacción humana y el intercambio de información.
Sin embargo, si en esencia puede parecer que son lo mismo ¿Por qué las redes virtuales generan repertorios de comportamiento tan distintos y en algunos casos tan sorprendentes? más ¿Por qué un varón adolescente con ciertas inseguridades en el mundo real se convierte en líder en una red social virtual?
Para responder a estas preguntas, conviene reflexionar un poco sobre la sociedad actual en la que vivimos. Primeramente hay que mencionar que habitamos en un mundo altamente tecnológico, esto es una verdad de Perogrullo, pero pienso que no hemos reflexionado en que la abundancia de tecnología presenta problemáticas en el ámbito moral.
De alguna manera lo suponemos, pero la actitud general que todos presentamos ante estos cambios conductuales preferimos remitirlos a los saberes psicológicos o sociales dándole la vuelta a la moral. Probablemente porque queremos tener la conciencia tranquila.
La revolución tecnológica, ha presentado en las últimas décadas grandes enigmas para la ética. Los problemas morales que se presentan pertenecen al campo de la infoética, la cual aborda los problemas que se presentan en relación a los comportamientos libres, en el ámbito de las TIC´s desde su desarrollo hasta su aplicación.Problemas tales como la privacidad de la información, la agencia moral, la infoesfera, la propiedad y la brecha digital.
La tecnología por sí misma no está sujeta a la ética, sin embargo, la tecnología se desarrolla y se utiliza por seres humanos, los cuales queramos o no tenemos una existencia moral, y esto es así porque necesariamente la libertad implica moralidad.
Ahora bien, en el momento en que la información entra en la red se generan una serie de circunstancias que disponen a las personas a generar un comportamiento moral. La información tiene la capacidad de generar cambios actitudinales y por ende cambios en los hábitos de los usuarios que incluso llevan a tomar decisiones importantes.
Actualmente, las redes sociales virtuales se han convertido en el medio para compartir información con mayor incidencia y flujo, pues se trata de sistemas abiertos para la interacción, en las que el espacio y el tiempo ya no son limitantes, y que además la velocidad con la cual se modifica en tiempo real es abrumadora.
Por esta razón, es que la construcción de las redes es tan continua como la propia vida. Y aparentemente se tienen las primicias de todas las novedades, así como la capacidad de transmitir hasta los más insignificantes detalles la propia existencia.
El mundo cada vez está más fracturado en ideologías y creencias, y el relativismo nos ha orillado a vivir un tolerantismo en el cual prácticamente se ha imposibilitado el diálogo. Parece un sin sentido, porque habiendo tanta información disponible, finalmente vivimos en un mar de sordera.
Esto es una parálisis de la racionalidad de la toma de posturas, de la defensa de las convicciones. Esto se ejemplifica de la siguiente manera: ante la abundancia de sitios de propaganda que hay en las redes sociales, sin deber ni temer aceptamos cuanta solicitud nos llega. A mí me sucede, de pronto caigo en cuenta de que pertenezco a una multitud de grupos con los que ni siquiera comulgo en ideas.
Lo que hace falta pensar ahora, es cómo dar cauce a esta realidad de las redes sociales, sin duda alguna se trata de una gran herramienta, pero la pregunta es ¿Estamos preparados para ser usuarios maduros de las redes sociales? ¿Tenemos la capacidad para hacer empresa a través de ellas? ¿Cómo es que hay que reformular la educación, los negocios, la vida familiar cuando el mundo se ha hecho tan pequeño y tan inmenso el flujo de la información?
Si bien las redes sociales dan la oportunidad de extendernos de manera global, también es cierto que esa oportunidad puede convertirse en una pesadilla para las relaciones públicas, pues en el mundo virtual todo es “deleteable”, en la memoria de las personas, las impresiones prevalecen.
Es por esta razón, que cuando decidamos ser usuarios de una red social en cualquier nivel y para cualquier finalidad social, tengamos claros los objetivos y la manera en que daremos uso a esta herramienta.
La vida no virtual que tenemos cada uno de nosotros es mucho más rica y efectiva que cualquier vida virtual, por ello las redes sociales han de ser una extensión de la vida real y no un pretexto para poder vivir una vida que no nos ha tocado. Primero soy, luego facebookeo.
Larissa Guerrero Álvarez
*Maestra en Ética Aplicada por el ITESM y doctorado en Filosofía por la Universidad Panamericana.