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Venir a París en plan austero es decirle adiós desde un principio a las noches en el Mouline Rouge, las cenas románticas en el restaurante Jules Verne –uno de los dos establecimientos que se encuentran en la Torre Eiffel- y las compras de marcas exclusivas en la avenida de los Campos Elíseos.
Con mochila al hombro, la visita a París suena más a paseos en bicicleta –la forma más famosa de transporte-, picnics en el parque Les Buttes Chaumont, compras en el mercado de Barbes y cafecitos al aire libre en Montmartre.
París es la ciudad francesa que recibe a más visitantes extranjeros al año. Sus calles, casi siempre pobladas de hombres y mujeres que derrochan glamour y las mejores tendencias de moda, se pueblan de más de 30 millones de visitantes foráneos.
El día comienza con la compra de una baguette en una de las muchas panaderías tradicionales parisinas: Le Boulanger de L´Ille Barbe. Me siento frente al río Sena a tomar el desayuno mientras observo el río y los famosos barcos que surcan sus aguas, los bateaux-mouches.
Tomo la bicicleta para dirigirme al parque Les Buttes Chaumont. Es curioso ver el desfile de personas que ahí se congregan: desde ancianos chinos haciendo tai-chi, hasta hombres de más de sesenta años acostados tomando el sol. Los parques franceses son muy bellos, mágicos especialmente en los días calurosos.
Aprovechar el favor del buen clima para continuar con las costumbres europeas es algo imperdible en París, por eso hacer un picnic con todo y vino, queso, pan, uvas, jugos y mantel de cuadros es una opción para quien quiera tener un buen almuerzo francés. Me siento en el parque frente a las vías del tren y junto a una de las tantas residencias de estudiantes en París. La escena bien podría haber sido pintada por Vincent Van Gogh, mientras mis amigos y yo charlamos y jugamos al Tarot.
Escaparse a Versalles es imprescindible. Es casi una melodía. Demasiada belleza, limpieza y orden, pero lo mejor es el impresionante Palacio, una edificación del siglo XVII, mandado a construir por el rey Luis XIV. Laberintos de grandes arbustos se pueden ver a lo lejos. No termina el verde, no termina el lujo. Hay un lago enorme en el centro donde se puede rentar un bote y remar. O también se puede hacer lo que mis amigos y yo hicimos: beber un vino de Burdeos y disfrutar de la vista de los jardines luego de caminar por entre los laberintos.
Del lado este del Palacio de Versalles hay otro pequeño lago al cual no hay acceso. Hay estatuas esculpidas en tamaño real y rostros de personas que vivieron en aquella época de reyes. Sin embargo, Versalles no es sólo el Palacio, también hay una gran cantidad de edificios entre caballerizas, hoteles, la sala de Juego de la Palma y el Gran Común.
En las tardes parisinas se antojan las visitas a los museos. En el Pompidou recorrí los pasillos admirando las pinturas y la meticulosidad de la obra de Lucien Freud, el hijo del famoso doctor Sigmund Freud. Las escaleras eléctricas de este recinto de arte y su peculiar estilo –están envueltas en un tobogán transparente- hacen que admirar a los jóvenes que se sientan al frente del museo, bailando, cantando o simplemente mirando a los músicos, payasos o animadores que ahí se establecen, sea toda una experiencia.
Visitar París es casi un sinónimo de visitar el Museo de Louvre, en el cual uno debe formarse desde horas tempranas para poder sortear las largas filas de visitantes que anhelan ver la obra más famosa del museo, la Gioconda, de Da Vinci. Considerado el museo más grande e importante a nivel mundial, el Louvre es la oda al cosmopolitismo artístico, ya que alberga colecciones orientales, egipcias, griegas, romanas y hasta islámicas.
Después de haber recorrido sólo una parte del museo –es prácticamente imposible hacerlo todo en un día, ya que tiene más de 60,500 metros cuadrados en galerías-, encontré unas sillas disponibles frente a una fuente y desde ahí observé el caótico tráfico que se forma bajo el Arco del Triunfo, el cual me recordó a la mexicana avenida Reforma a las dos de la tarde un día lunes.
Por supuesto que visitar París sin subir la Torre Eiffel, admirar la Catedral de Notre-Dame, caminar por los Campos Elíseos –la que, dicen, es la avenida más hermosa del mundo-, atravesar el Arco del Triunfo, la plaza de los Inválidos, el Arco de la Defensa y visitar la Ópera de Garnier, es como no haber tomado el pulso a la ciudad más artística e intelectual de Europa.
Un día completo merece Montmartre, un barrio de pequeños callejones y pintorescas casas que adornan toda la zona. En la parte más alta, junto a la iglesia de Sacré-Coeur, miré con detenimiento el típico paisaje parisino que se ve en las películas y más famosas fotografías: la torre Eiffel de fondo y todos esos simbólicos techos de la ciudad.
Montmartre es la ciudad por excelencia de los artistas, donde los cafecitos y lugares al aire libre son la regla. Si a usted le gustan las atmósferas artísticas y bohemias, además de Montmartre, Montparnasse también será una opción indiscutible.
Aunque París no tiene ningún platillo típico, en estos dos barrios puede encontrar lugares donde preparan comida de todas las regiones francesas: cabeza de cerdo en gelatina, sopa de pescado y el estofado de ternera en salsa blanca son tres platillos que se convirtieron en mis consentidos, siempre acompañados de un vino blanco o de un vino dulce como aperitivo.
Hice una parada en el mercado del barrio de Barbes. Gigantes hombres negros y árabes gritan al unísono lo que venden y ofrecen sus productos en cada esquina. Caminé entre pasillos y pasillos de antigüedades, de cosas nuevas, originales y de imitación. No parecía estar en Francia, sino en un lugar surcado por miradas intimidantes de migrantes africanos y musulmanes. Ésta es una parte de París en la cual sólo pocos se atreven a entrar, pero es toda una experiencia.
Salir un día del bullicio parisino y decidir tomar la carretera a Burdeos es una de las mejores decisiones si desea un par de días en la playa, ya que Burdeos está a unos 500 kilómetros de la capital francesa.
Desde la playa Cap Ferret se puede observar la Dune du Pyla, la duna más grande de Europa. Tomé precauciones al entrar al agua, porque a pesar de que todos los bañistas parecían muy contentos, en realidad el agua estaba helando.
En el río La Garonne paré a tomar un café junto a un paisaje medieval. Las calles y los edificios de Burdeos parecen un escenario de película del año 1400. Los techos son en forma de cono y la piedra con la que está construida la ciudad es de un color marrón, extraída de ilustraciones clásicas.
En la plaza Fernand Lafargue comer kebabs, escuchar a hombres tocando música gitana, pidiendo dinero y enviando bendiciones; ver el ir y venir de la gente en bicicleta o a pie, es el día a día.
El Tramway es una de las mejores opciones para andar en Burdeos, que se encuentra junto al Espejo de Agua, una fuente que refleja como espejo todo y que a cierta hora del día saca vapor, convirtiendo el escenario en un paisaje mágico.
Después de unos días en territorio francés, lo único que puedo exclamar –sin temor a sonar trillada- es un muy sincero Paris, je t´aime.
Sinaloa
Dunas de Altamura
La bella Bahía Santa María en la zona centro de Sinaloa es un extraordinario lugar para practicar el eco buceo y pesca deportiva. Sus decenas de islas son un sitio privilegiado para el avistamiento de aves que anidan, los recorridos en lancha y el disfrute de las dunas de Altamura. La región, de pueblos de pescadores, también permite apreciar la gastronomía regional en un gran número de localidades en torno a la bahía.
Puebla
Cholula con mucho que contar
Un lugar con 30 siglos de vida es espléndido para encontrar muchas de las cosas que nos puede decir su larga historia, desde los bellos templos del periodo virreinal, hasta la era previa cuando fue sitio de iniciación de sacerdotes de la cultura cholulteca. Es comprensible que dicho lugar se ubicara donde la vista privilegiada de los volcanes conduce la mente a la reflexión. Debajo del Templo de la Virgen de los Remedios se encuentra la Gran Pirámide donde 8 kilómetros de túneles esperan ser redescubiertos.
Jalisco
Puerto Vallarta, algo más que playas
Siempre cautivante, Puerto Vallarta es un lugar preferido por quienes gustan el aire, la provincia y las bellas playas, combinada con una activa vida nocturna. Pero Puerto Vallarta tiene mucho más que ofrecer para quienes tienen espíritu explorador y de convivencia con ambientes de mucha vegetación. Para ellos, visitar arroyos y cascadas en la región puede permitirles ampliar la gama de opciones para tener una estancia agradable.
Campeche
Ezdná, huella de la grandeza maya
Con una veintena de edificaciones, la zona arqueológica de Edzná, en Campeche, muestra el poderío de la cultura maya en esta capital regional que tiene en el Edificio de los Cinco Pisos su más atractivo representante. El sitio ofrece además un espectáculo multimedia verdaderamente excepcional los viernes y sábados a partir de las 19 horas. A una hora de la capital del estado, es un recorrido que vale la pena disfrutar cuando se viaja por la península de Yucatán.