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Jazzistas, rockeros, sucios. Experimentación musical 100% mexicana.
Un largo viaje en carretera a bordo de un tráiler a gran velocidad, un par de lentes oscuros y un bigote estilo Emiliano Zapata es la imagen que los jaliscienses de Troker escogieron para darle identidad a su música, una mezcla muy intensa de rock y jazz que transmite fuerza, sensualidad y travesura, como si algún tipo de maldad infantil estuviera a punto de suceder en el escenario, en el estudio de grabación, donde sea.
Y sucede. De pronto Arturo Santillanes (saxofón), Frankie Mares (batería), Samo González (contrabajo), Gil Cervantes (trompeta), Christian Jiménez (teclados y guitarra) y DJ Rayo (tornamesas) emergen de la oscuridad del escenario del Lunario del Auditorio Nacional para romper el silencio con los primeros acordes de su nuevo disco El rey del camino (2010).
La segunda producción discográfica de estos mexicanos que en 2005 irrumpieron con su sonido energético en la escena musical nacional, cuenta con la participación de músicos impresionantes de talla nacional e internacional como Omar Rodríguez, guitarrista de The Mars Volta; Pato Machete, ex integrante de Control Machete; y Adrián Terrazas, de El Régimen.
Con diez canciones y diez videos elaborados por artistas 100% mexicanos, El rey del camino precede a Jazz Vinil (2007), la ópera prima en la que estos músicos se atrevieron a fusionar ritmos como el rock latino, jazz, funk, hip hop y cumbia.
Con un protagonismo comandado indudablemente por el saxofón, la trompeta, la batería y las tornamesas, el sonido de Troker crea potentes atmósferas. Con temas como “Bórax”, “Barrio Feeling”, “Chapala Blues” o “Night Panther Club” los Troker demuestran al público mexicano –y al internacional, porque sí, también dan conciertos en el extranjero- que ya forman parte del selecto grupo de músicos independientes de México.
Gracias a su talento han podido compartir escenario con el jazzista mexicano Eugenio Toussaint, el vietnamita Cuong Vu, los mexicanos Alonso Arreola, Alejandro Otaola, Los Dorados y Germán Bringas, entre otros.
Arriba del escenario los Troker no temen ser juguetones ni desbocarse con los acordes de sus instrumentos al momento de la improvisación, característica muy propia del jazz, que al flirtear descaradamente con el sonido sucio del rock produce una explosión auditiva que trasciende lo sonoro y se instala en lo visual, se nota en los rostros de los músicos.
Es Frankie Mares, el baterista, el Troker que más pierde la cabeza en el escenario, como un rockero a punto de partir en dos la batería y con un muy clásico headbanging propio de un metalero.
Sin embargo, es Arturo Santillanes, el saxofonista apodado “El Tiburón”, quien se atreve a dar de manera jocosa una orden a la audiencia: “¡Vamos a bailar! ¡Levántense, esto es una orden!” Y como buenos soldados, el público mexicano se despega de sus asientos y comienza a agarrar el ritmo. Con los pies, las manos, la cabeza, con Troker es imposible no mover el cuerpo.
El Lunario vibra con los brincos del público que a veces ya no sabe ni cómo moverse porque las distorsiones de la guitarra y el saxofón han tomado la delantera en el show, un espectáculo que si bien es íntimo –porque el Lunario es un lugar pequeño y acogedor-, puede convertirse en una fiesta comunal si una banda como Troker se presenta.
De pronto todo el Lunario reconoce lo que los Troker están tocando. Sí, es “El sirenito”, el tema clásico por excelencia de Rigo Tovar. Así se despide una banda de músicos mexicanos que no teme a nada, y mucho menos a la experimentación.