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Aunque el senador Ricardo Monreal, del grupo parlamentario de Morena, aseguró que el Senado, en sus facultades exclusivas, ratificará la propuesta del Ejecutivo Federal para cubrir la gubernatura de la Junta de Gobierno del Banco de México y que lo hará a tiempo, sin sobresaltos y en consenso, la noticia de que Arturo Herrera no sería el candidato para relevar a Alejandro Díaz de León despertó el nerviosismo contenido en el mercado de cambios.
La versión de que Herrera no tendría el apoyo del partido Morena en el Senado estuvo presente durante toda la semana entre quienes recordaban que, precisamente, hace un año se presentó un cabildeo inédito en el Poder Legislativo para que se aprobara una modificación a la Ley del Banco de México que lo obligaba a comprar dólares a algunos bancos como Banco Azteca. A esa iniciativa, Herrera dijo: No.
En junio pasado, Herrera viajó Venecia, asistió a una reunión del G-20 en la que se trató el impuesto mínimo global. Regresó con mucho optimismo y, aparentemente, dejó su cargo en la Secretaría de Hacienda en los mejores términos y con la etiqueta que le colocó el propio presidente López Obrador al reconocerlo como un “economista con dimensión social”. Sin embargo, algo sucedió entre junio y agosto.
Dicen varios de los analistas que regularmente consulta esta columna que el episodio de los Derechos Especiales de Giro del Fondo Monetario Internacional (FMI) habría alertado, una vez más, a políticos dentro y fuera del gobierno, sobre la importancia del Banco de México para el control de la economía. Repito: el control de la economía, de las finanzas públicas, no del Banco de México.
Y no se trataba de vulnerar la autonomía del Banco Central sino de reconocer que esta institución, ejerciendo su autonomía, sí puede diferir de los planes del gobierno. Pero esa es la naturaleza del Banco de México y así sirve para apuntalar las finanzas públicas y la economía. Fue el subgobernador Gerardo Esquivel quien dijo que el gobierno no podía usar los DEGs que pertenecían al Banco de México.
Quizás fue, en ese momento, cuando se reescribió la historia sobre el relevo de Díaz de León, quizás fue, entonces, cuando se reescribió la historia y la carrera de Arturo Herrera. En el Senado habrían recordado que fue el 12 de diciembre cuando Díaz de León dijo que las modificaciones a la Ley del Banco de México representaban un riesgo par la estabilidad del instituto central y su mandato.
Pocos días después, Herrera también se manifestó en contra de la iniciativa impulsada por Monreal y el legislador Gustavo Armenta, quienes sostenían que los cambios a la Ley del Banco de México buscaban atender a migrantes y a darle un enfoque más social. Hasta para el gobierno de Estados Unidos, sin embargo, la iniciativa sí representaba una intromisión para el Banco de México.
Ahora Victoria Rodríguez Ceja ha dicho que, de ser ratificada como gobernadora del Banco de México, respetará las reservas internacionales. Una buena noticia. Sin embargo, el nerviosismo no para y va más allá de los cuestionamientos, sin mucho fundamento, de que Rodríguez Ceja no tiene experiencia en política monetaria.
Por cierto, Herrera tampoco ni Galia Borja Gómez. Al menos no en una etapa previa o inmediata. Al parecer lo que está inquietando a los mercados es la manera en la que se ha comunicado este proceso, a destiempo y de manera desordenada. Aún más, a diferencia de Santiago Nieto, Herrera decidió que, con su confirmación, a través de las redes sociales, trasladaría al presidente López Obrador la carga de la decisión de cambiar de candidato y hasta del clima de riesgo y especulación en el que cayó el tipo de cambio. Nieto, ex titular de la UIF, dijo que su renuncia era su decisión y que su lealtad seguía con el presidente López Obrador. Los mercados perciben ahora que desde la presidencia o desde la SHCP hay poca preocupación respecto al clima para las inversiones. Revocar en agosto y comunicarlo en noviembre, un sin sentido.