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Los sistemas de pensiones basados en modelos de contribución definida conllevan una dificultad estructural que impide a la mayoría de los usuarios convertirse en gestores activos de su fondo para el retiro, a menos que hagan aportaciones adicionales.
Eso sucede en todos los países donde se operan y México no escapa a esa condición. Para el cliente de las entidades que administran los recursos tener una cuenta representa una actividad nueva que consiste en la vigilancia permanente de su fondo, para la que requiere contar con los conocimientos que le permitan identificar los beneficios máximos que están a su alcance.
Esto es consecuencia de que los resultados serán diferentes entre tomar decisiones correctas o no, y que se reflejarán en los montos alcanzables de la pensión, una vez que haya concluido su vida laboral activa. Las diferencias pueden ser incluso tan elevadas como de una tercera parte, por lo cual es muy importante que el propio trabajador pueda actuar en su beneficio, ya que no sería lo mismo tener una pensión de 8 mil 400 pesos que si fuera menor a 5 mil 700.
En una circunstancia similar, que no es deseable, se pueden encontrar los trabajadores debido a la carencia de conocimientos para hacer elecciones correctas a lo largo de toda su vida laboral. En parte se debe a que hay una característica de los sistemas de competencia en el mercado en la que se parte de la base de que el cliente tiene la capacidad de elegir. Por eso procuran salvaguardar el ejercicio de su elección entre las opciones que tienen a su alcance. Más aún, le llaman competencia perfecta a los mercados en los cuales el cliente y los oferentes se encuentran en un mismo nivel de información sobre un bien o servicio que se comercializa.
En México se han realizado esfuerzos por dotar de un ambiente cada vez más competitivo al sistema de pensiones desde su aparición en 1997. Mediante las normas de operación y la actividad permanente de las autoridades se ha buscado de no pocas maneras alcanzar la reducción de la brecha de conocimientos. Por su parte, la mayoría de las administradoras realizan una labor similar. Los resultados son tangibles, ya que se aprecia una diferencia menor entre lo que ofrecen a los trabajadores. Un trabajo muy relevante es el que se realiza en lo que respecta a la comunicación. Además, las afores compiten con intensidad entre ellas por proporcionar una mejor atención a los clientes y por ser empresas más sólidas.
Si bien la competencia entre las afores es plena, la mayor parte de los afiliados aún no logra soportar sus decisiones en la información que surge de dicha competencia y cómo afectan su cuenta individual. De ahí que no alcancen a encontrar todos los beneficios que les resultan favorables.
El ejemplo más significativo de esa disociación, es que las autoridades se vieron obligadas a evitar, mediante una norma, que los trabajadores pudieran trasladar sus recursos de una administradora a otra cuya comisión fuera más elevada. De esa manera se salvaguardaron los beneficios alcanzados y futuros de muchos clientes de las afores. Sin embargo, con ello también se reconoció la imposibilidad de que exista un nivel de información similar entre el proveedor del servicio y el cliente.
Una acción que contribuyó a hacer menos transparente la competencia entre las afores, fue la reforma legal que estableció el cobro de comisiones exclusivamente sobre saldo. Había algunas afores, entre ellas las que tenían mayor número de afiliados, que cobraban una cuota fija sobre el sueldo del trabajador. De esa manera quedaba muy claro para cada persona lo que le cobraban por la administración de sus recursos.
En la actualidad, para conocer la comisión que se paga es necesario tomar en consideración el saldo total de la cuenta, la comisión de la afore y el rendimiento del periodo: casi exclusivo para expertos.
La información necesaria para conocer las condiciones de la competencia está disponible, sin ser toda la que el sistema puede ofrecer, es suficiente para tomar decisiones acertadas para la formación del fondo de retiro. Lo cierto es que el sistema exige un conjunto de conocimientos que por carecer de ellos, la mayor parte de los afiliados no pueden ejercer y eso inclina las condiciones de operación del mercado hacia una situación de imperfección.
Hay mucho por hacer para que la competencia en el sistema de pensiones esté a la altura del afiliado promedio, de manera especial en las partes sustantivas de la formación del fondo para el retiro, como el rendimiento y las comisiones. Hacer más transparente para el trabajador esos aspectos hará posible una competencia más plena y ajustada a las condiciones reales del mercado.