Home office, del control a la conexión

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Una de las transformaciones más profundas que dejó la pandemia no fue únicamente tecnológica. Fue una revolución en la forma en que nos comunicamos y nos vinculamos dentro de las organizaciones. Las pantallas se convirtieron en las nuevas salas de juntas, los chats reemplazaron a los pasillos informales y los correos electrónicos se transformaron en vitrinas del liderazgo cotidiano.

Hoy, en un entorno híbrido y geográficamente disperso, la comunicación interna ha evolucionado hacia una forma extendida y transversal. Las redes sociales, las plataformas de colaboración y los canales digitales ya no son complementos: en muchos casos, son el eje de la cultura organizacional.

Sin embargo, muchas empresas aún no han actualizado el “software mental” de sus líderes. Se sigue entendiendo la comunicación interna como un asunto de tableros físicos, boletines impresos o reuniones presenciales, bajo la responsabilidad exclusiva de Recursos Humanos. Se olvida que todo líder comunica siempre, incluso cuando guarda silencio. Porque el silencio, la omisión, la indiferencia o incluso el exceso de control también son mensajes. Y algunos de los más elocuentes.

La pregunta clave en esta era no es solo cómo comunicar, sino a quién le están hablando los líderes. El colaborador que imaginábamos fijo en su escritorio, siempre disponible para una junta o una charla espontánea, ya no existe. En su lugar, hoy nos vinculamos con una diversidad de perfiles: personas que se conectan desde zonas lejanas, empleados que nunca han visto en persona a su jefe, trabajadores por proyecto que rotan entre empresas o profesionales que llevan años en la organización y nunca han pisado una oficina.

Esta fragmentación obliga a redefinir la voz del liderazgo interno. Ya no basta con transmitir mensajes corporativos en boletines bien diseñados. La verdadera efectividad de la comunicación interna reside en la capacidad de generar conexión emocional, sentido de pertenencia y coherencia, incluso (y muchas veces sobre todo) a través de una pantalla.

Mientras algunas organizaciones han invertido en sofisticadas herramientas de monitoreo para medir productividad, han descuidado el clima emocional de sus equipos. Cuando la comunicación se usa como instrumento de vigilancia, no de cercanía, el resultado es predecible: colaboradores desconectados, líderes que parecen lejanos y equipos que operan como islas sin comunidad.

Frente a este nuevo escenario, se requiere implementar estrategias reales de escucha activa, que no se limiten a una encuesta anual. Las personas necesitan espacios donde puedan expresarse, saber que su voz tiene eco y confiar en que lo que comparten genera una respuesta. Herramientas como los “ask-me-anything“, los foros internos o los espacios colaborativos bien moderados pueden marcar una gran diferencia.

Por ejemplo, una relevante compañía de teconología implementó microllamadas semanales de 5 minutos entre líderes y cada integrante del equipo. Esto ayudó a mantener una sensación de cercanía, confianza y coordinación en equipos distribuidos por toda la región

O una de las plataformas de música más conocidas implementó en sus equipos globales abrir las reuniones con “termómetros emocionales” visuales. Estas prácticas voluntarias mejoran el clima emocional y normaliza hablar sobre cómo nos sentimos en ambientes controlados pero cercanos.

Inspirar con propósito, liderar con transparencia.

La narrativa de la comunicación interna debe tener propósito. Todo comunica, cada palabra cuenta para reforzar la cultura, los valores y la visión compartida. Y cuando se trata de anunciar cambios, decisiones difíciles o gestionar una crisis, lo más valorado no es el optimismo artificial, sino la transparencia con empatía. Los colaboradores no esperan perfección, pero sí honestidad.

En esta nueva realidad, los líderes deben hacer un esfuerzo consciente por hacerse presentes, aunque no compartan un espacio físico con sus equipos. Lo que importa no es la tecnología, sino la intención y la calidez del gesto.

El verdadero reto de la comunicación interna hoy no es técnico, es profundamente humano. Las personas necesitamos sentirnos parte de algo, incluso si estamos lejos. Necesitamos saber que nuestra voz importa y que, aunque no haya pasillos ni oficinas compartidas, la confianza sigue siendo posible. Porque en esta nueva era del trabajo, no gana quien más habla, sino quien logra ser verdaderamente escuchado.

** Experto en Comunicación y Manejo de Crisis

Socio Director FWD Consultores