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La obesidad está estrechamente vinculada a cambios en la microbiota intestinal, lo que puede provocar desequilibrios metabólicos, de acuerdo a un artículo publicado por el Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Chile. Este “nuevo órgano” (la microbiota intestinal), como lo clasifican algunos especialistas, es determinante en la adquisición de nutrientes y la regulación de la energía. Se estima que constituye aproximadamente 1 kg del peso corporal total en adultos.
¿Cómo funciona?
Las bacterias de la flora o microbiota intestinal desempeñan tareas esenciales en el organismo: lo defienden frente a bacterias, virus o enfermedades; aseguran el buen funcionamiento de nuestro sistema digestivo; colaboran en la producción de vitaminas, y en la correcta absorción de minerales, destaca el portal español de Cinfa Salud.
En este sentido, estudios recientes, consultados por el Laboratorio de Datos contra la Obesidad (LabDO) han revelado que individuos con obesidad presentan un desequilibrio en la microbiota, conocido como disbiosis, que consiste en la ruptura del delicado equilibrio entre los miles de millones de microorganismos que conforman la microbiota humana y su relación con nuestro cuerpo.
De esta manera, el Laboratorio de Datos contra la Obesidad indicó, a traces de un comunicado que una alimentación inadecuada, malos hábitos de vida, la edad, infecciones víricas o bacterianas, así como algunos tipos de tratamientos, entre ellos, la radioterapia o una cirugía, son factores que pueden alterarla.
La microbiota, según informaron, también ejerce una mezcla de efectos protectores, estructurales y metabólicos, tanto en el medio intestinal como en los tejidos periféricos; modula el metabolismo, el apetito, así como los ácidos biliares y los sistemas hormonal e inmunológico.
Algunos síntomas que pueden identificarse cuando no existe una microbiota equilibrada son: fatiga crónica, distensión abdominal, gases, diarrea, migrañas y ansiedad.
De igual manera, señalan los especialistas, se pueden padecer problemas de concentración, trastornos cutáneos (acné, eccema), mal aliento y dolor torácico.
Para hacer frente a esta posible afección, diversos profesionales de la salud recomiendan mantener una dieta sana y realizar ejercicio, ya que esto impacta en la abundancia de bacterias relacionadas con la mejora del metabolismo y la reducción de la inflamación asociada con la obesidad.
Es importante mantener una alimentación balanceada, aumentar el consumo de fibra, frutas, verduras, aceite de oliva extravirgen, así como reducir al mínimo las carnes no magras y optar más por pescado, lácteos y sus derivados. Recomiendan también consumir líquidos en abundancia, evitar el tabaco, moderar el consumo de alcohol y café e incluir probióticos en la ingesta diaria.
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