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El crecimiento económico de México, impulsado por la construcción no residencial y la inversión en maquinaria, se ve reforzado por el nearshoring, lo que conduce a un aumento en la capacidad manufacturera. Las inversiones privadas, especialmente en Inversión Extranjera Directa (IED), se centran en mejorar la producción y las exportaciones. Este desarrollo, junto con cambios en la política salarial, muestra un compromiso con la eficiencia y productividad, estableciendo a México como un actor importante en manufactura global. La reinversión de utilidades y la expansión de empresas internacionales reflejan confianza en el mercado mexicano y su potencial de crecimiento, apoyado por el nearshoring.
Recientes análisis atribuyen el crecimiento del Índice de Formación Bruta de Capital Fijo principalmente al auge de la industria de la construcción, en particular la no residencial. Aunque es cierto que este sector ha experimentado un importante repunte en los últimos meses, esta visión es parcial y no abarca la totalidad del panorama. Un aspecto menos destacado, pero igualmente crucial es el crecimiento relacionado con la maquinaria y el equipo. Este aumento no solo es relevante, sino que, en algunos casos, ha superado el crecimiento observado en años anteriores.
La explicación subyacente es bastante directa. Con el incremento de las inversiones ligadas al nearshoring, no solo se impulsa la construcción de naves industriales, sino también el equipamiento necesario para ampliar la capacidad instalada. En términos simples, esto se traduce en un aumento en el número de fábricas manufactureras en el país. Por lo tanto, es crucial reconocer que ambos componentes -la construcción no residencial y la inversión en maquinaria y equipo- son fundamentales para entender el crecimiento del Índice de Formación Bruta de Capital Fijo.
Es fundamental resaltar no solo el crecimiento en los componentes específicos de la inversión, sino también en los niveles globales de inversión, tanto pública como privada. Sin embargo, esta realidad ha llevado a una atención desmesurada hacia las obras de infraestructura del gobierno federal, opacando el rol crítico de la inversión privada como principal impulsor del crecimiento de la inversión total.
Actualmente, México experimenta un notable aumento en la Inversión Fija Bruta, impulsado principalmente por un aumento significativo en la inversión privada como porcentaje del PIB. Este crecimiento se asocia con el fenómeno del nearshoring, influenciando positivamente tanto en la industria de la construcción como en las inversiones en maquinaria y equipo, en particular la de importación. Esto refleja una expansión en la capacidad instalada manufacturera, que demanda tanto infraestructura industrial como maquinaria avanzada.
Este dinamismo está impactando la tecnología y los procesos productivos de la economía mexicana. Además, cambios recientes en la política salarial están impulsando una mayor inversión en capital, lo que promete mejorar la productividad en el sector manufacturero. Este panorama sugiere que México está encaminado a convertirse en una potencia manufacturera de clase mundial, particularmente en el contexto de las Américas, y que estas inversiones serán el motor de su crecimiento en los próximos años.
De manera específica, la inversión privada ha experimentado un notable auge, principalmente debido al aumento de las inversiones asociadas al nearshoring. Un aspecto esencial, pero frecuentemente ignorado, es la calidad de esta inversión. Lo que estamos viendo, especialmente en la IED y su asociada, es que está predominantemente enfocada en el aumento de la capacidad productiva del país. Este tipo de inversión es crucial, ya que repercute directamente en la capacidad exportadora, alineándose con la estrategia de capturar una mayor cuota de mercado en las importaciones estadounidenses dentro de las cadenas de suministro globales.
Este enfoque en la calidad de la inversión marca una diferencia sustancial respecto a años anteriores. Por ejemplo, en el sexenio anterior, se realizaron inversiones significativas, pero muchas de ellas no contribuyeron a incrementar la capacidad productiva instalada. Un caso notable fue en el sector energético, donde las inversiones se centraron en sustituir la producción de fuentes fósiles por energías renovables. En contraste, el panorama actual muestra un cambio radical, con inversiones que no solo mejoran la capacidad productiva, sino que también potencian la capacidad exportadora y la generación de divisas. Este cambio en la calidad de la inversión merece una atención y reconocimiento especial.
El cambio en la composición de la inversión en México, como hemos mencionado, es de gran importancia y no debe ser subestimado. Este cambio anticipa un proceso de transformación significativa en la función y tecnología de producción de la economía mexicana, una redefinición sin precedentes comparada con lo que se había observado en años anteriores. Este giro se caracteriza principalmente por un enfoque más profundo en la manufactura orientada a la exportación.
Es crucial también destacar que este cambio va de la mano con una modificación en la política salarial que ha promovido la recuperación de los salarios. Este ajuste ha eliminado la devaluación artificial del factor trabajo, que anteriormente había conducido a una tecnología de producción intensiva en mano de obra. Con el aumento de los salarios, el costo del trabajo se eleva, lo que desencadena a nivel macroeconómico un proceso de crecimiento gradual en la productividad. Esto ocurre porque, para contrarrestar los incrementos en el costo laboral, es necesario un mayor nivel de inversión en capital. Dicha inversión conlleva, a su vez, un aumento en la productividad. En términos más amplios, esto implica una mejor asignación y uso de los recursos en la economía en su conjunto.
Este enfoque renovado en la inversión y la política salarial no solo es indicativo de un cambio estructural en la economía, sino que también refleja un compromiso con la mejora de la eficiencia y la productividad, aspectos fundamentales para un crecimiento económico sostenible y equitativo.
Es importante recalcar, como se ha mencionado anteriormente, que el incremento de las inversiones por nearshoring en México es una realidad tangible. Cabe destacar que la forma en que se registra la IED ya sea como nuevas inversiones o como reinversión de utilidades, no debería verse como un aspecto negativo ni desacreditar el proceso en términos de impacto o aprovechamiento de la oportunidad que representa el nearshoring.
La decisión de las empresas de reinvertir en México se basa en una estrategia comercial clara y pragmática, donde la regionalización es clave. Estas empresas no están desinvirtiendo o cerrando operaciones en Asia para trasladarlas a América; más bien, están expandiendo sus operaciones en América, considerando que Asia seguirá siendo una región de crecimiento significativo en el próximo siglo. Esta visión estratégica explica por qué aproximadamente el 80% de las inversiones recibidas en México corresponden a expansiones de operaciones ya existentes, mientras que solo el 20% representa nuevas operaciones o inversiones.
Por lo tanto, la naturaleza de estas inversiones, ya sean ampliaciones o reinversiones, no minimiza su importancia. Al contrario, reflejan una confianza continua y un compromiso a largo plazo de las empresas internacionales con el mercado mexicano, lo cual es un indicador positivo de la solidez y el potencial de crecimiento de la economía mexicana en el contexto del nearshoring.
En Datamétrica–Aporta hemos desarrollado el Observatorio Nearshoring. Utilizamos conceptos económicos, aplicaciones de ciencia de datos y análisis de la matriz insumo-producto para, desde los datos duros, proveer información y apoyar a conglomerados industriales, empresas, academia y gobiernos en: 1) diseño e implementación de estrategias de nearshoring con fines de planificación, 2) desarrollo de negocios, 3) evaluación de inversiones (CAPEX) y 4) diseño de incentivos y políticas de promoción.
Para mayor profundidad en la información contactar a: @NearshoringMEX
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