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Enrique Hernández Alcázar
El edificio del PAN tiene dueño. Y el dueño tiene varios edificios. O, por lo menos, controla varios edificios. No vayan a decir que se trata del ‘cártel inmobiliario’ porque se enojan mucho. Mejor díganle Real Estate Panista. Suena mucho más chic, aspiracionista y totalmente anglosajón. Digno de esta muchachada que quiere vibrar alto.
Pues este grupo anda de fiesta. Si ya controlaba al panismo de la Ciudad de México, con la victoria de Jorge Romero Herrera como presidente nacional del PAN aseguran el control del padrón del partido, el manejo de grupos de interés y del modus operandi más exitoso de sus últimos tiempos: la extorsión a empresas inmobiliarias o constructoras vía trámites y permisos para levantar inmuebles en los territorios que gobiernan.
A Jorge Romero Herrera lo vi sin que me viera muchas veces. Juro que no estoy cantando una canción. Sí, vi salir y entrar de un edificio residencial en la Colonia del Valle, casi esquina con Gayosso de Félix Cuevas, cerca de las oficinas de la alcaldía Benito Juárez. Ahí vivía con su familia y, casualmente, ahí también vivían unos amigos a los que frecuentaba constantemente.
Siempre vestía impecable, iba y venía en una camioneta con chofer y -en ocasiones- le acompañaba un escolta o asistente. Muy discreto. No había quejas de los vecinos, bueno, salvo cuando las serenatas con mariachi y los cumpleaños con fiesta molestaban a algún quisquilloso. Nada más allá de lo normal.
Romero fue alcalde de Benito Juárez en el periodo 2012-2015 y actualmente es diputado federal con licencia y anoche se apuntó la victoria más importante en su carrera política: la dirigencia nacional panista. Anoche mismo, ‘el INE’ del PAN -se llama de otra forma, pero ni me acuerdo y su nombre es tan gris como las paredes del edificio en donde trabajan- confirmó su victoria.
Romero Herrera ganó por paliza. Ocho de cada 10 votos fueron emitidos fueron a su favor. Contra los dos de cada 10 que recibió su contrincante, la tlaxcalteca Adriana Dávila, quien aceptó la derrota, cuestionó la legitimidad del proceso interno y adelantó que la van a tener que aguantar porque no piensa renunciar al PAN.
Llama la atención que las estimaciones de la participación de la militancia panista estén por los suelos: solo 45% del padrón electoral -ese que dice ser panista con todo registro y fe de bautismo en la mano- habrían salido a las urnas este domingo. Una paupérrima muestra del ‘músculo’ panista.
Igualmente, llama la atención que en la planilla que integra Romero para gobernar al PAN estén está panistas con sonadas, estrepitosas y muy recientes derrotas electorales: Santiago Taboada en CDMX, Eduardo Rivera en Puebla y Renán Barrera en Yucatán.
Una de las promesas de campaña de Romero fue buscar la unidad. Por lo pronto, lo que ya logró y que lucía casi imposible es que Felipe Calderón y Claudia Sheinbaum estén de acuerdo en algo en la vida. Y no es para su bien, porque ambos coinciden en que el flamante presidente panista es -ni más ni menos- que el jefe del Cártel Inmobiliario de la Ciudad de México.
Sheinbaum recordó en su mañanera un fragmento del libro “Decisiones difíciles” del expresidente panista: “Jorge Romero de la Ciudad de México y exalcalde en Benito Juárez, es famoso por los casos de corrupción que constantemente empresas extorsionadas revelan. Un amigo suyo y sobrino mío, me relató que dejó de trabajar con él cuando el propio Romero le confesó que asociaciones de ambulantes y otros le representaban a su grupo ganancias de 7 millones de pesos al mes. Con ellos, además, había infiltrado el padrón del PAN en toda la Ciudad”.
Y luego, la presidenta de México remató: “es el Jefe del Cártel Inmobiliario. Lo conocimos muy bien en la Ciudad de México Probablemente no fueron los de abajo quienes revelaron, incluso los empresarios y testigos, el modus operandi de ese grupo muy corrupto de la alcaldía Benito Juárez. Ese es el representante del Partido Acción Nacional. Este grupo es un grupo conocido por los propios panistas por estos esquemas de mucha corrupción”.
La realidad es que el PAN enfrenta un desafío interno significativo. La lucha por el control del partido no es solo una cuestión de liderazgo, sino de supervivencia política. Con un panorama electoral complicado y un bloque oficialista fortalecido, los suspiritos azules tendrá que encontrar una manera de cohesionar a sus miembros y presentar una oposición sólida.
Lo que está en juego no solo es el liderazgo panista, sino el control de los recursos públicos que todavía reciben en marmaja y las candidaturas que todavía son impuestas desde la sede nacional del PAN. La pregunta que queda al aire es si Romero Herrera podrá cumplir con sus promesas de unidad y renovación, o si este liderazgo será otra vez pan con lo mismo.
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