Cómo abrazar los cambios en la vida y dentro de la empresa

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Cuando quieras que tu equipo cambie, ponte en sus zapatos, ponte en términos de lo que están perdiendo, de los beneficios. No basta con que haya fuerzas de atracción, también se tienen que dar fuerzas de repulsión. Es necesario preguntarnos: ¿por qué vale la pena cambiar?, ¿por qué lo que estamos haciendo ya no está generando valor?, ¿qué necesitamos como compañía o como empresa?

*Por: Jorge Arturo Llaguno Sañudo

El cambio es una palabra que usamos todo el tiempo. En las empresas se pone de moda cada vez que hay algún tipo de incentivo económico, tecnológico, nos indica que hay que cambiar; que tenemos que estar bien en el cambio, etc. Sin embargo, el proceso es difícil, lo sabemos. Para abrazar de mejor manera los cambios en la vida y dentro de la empresa, hay dos elementos clave que vale la pena aprender.

El primer elemento tiene que ver con dos fuerzas en nosotros: una de repulsión y otra de atracción. La primera nos invita y motiva a dejar el estado actual, a salir de ahí, y la segunda es una fuerza que nos atrae al estado final al que podemos llegar.

A veces las confundimos y pensamos que con que exista una de las dos es suficiente para movernos, pero, lamentablemente, no funciona así. Para poder movernos de un lado a otro, es decir, desde un estado actual hacia un estado final distinto, en el cual nos vemos y nos percibimos de manera muy diferente a como estamos en el momento actual, estas dos fuerzas deben estar balanceadas.

Cuando tenemos que cambiar, o cuando vamos a dejar una situación que hemos construido y con la cual estamos vinculados y ya hemos incorporado a nuestra identidad, es importante, como ya mencionamos, balancear estas fuerzas. Para ello es fundamental que, verdaderamente, exista una situación que, tanto racional como emocionalmente, nos impulse a movernos; a salir de ahí.

Que de la misma forma exista una fuerza de atracción equivalente y balanceada que nos lleve al cambio. Si se juntan las dos, el cambio será de una manera mucho más natural y más permanente.

El segundo elemento relevante en este proceso es considerar que, los cambios, como en las novelas, tienen un principio, un nudo y el final. Hay un secreto que muy poca gente te dice, y es que en los cambios estos tres elementos vienen al revés: primero el fin, luego el nudo y al final el inicio. En las novelas hay un inicio, una situación que se plantea, que se va complicando hasta que llegue el nudo y, eventualmente, ese nudo tiene un clímax y un final, un cierre.

No obstante, el cambio implica cerrar primero una etapa existente que ha estado ocurriendo y que tenemos que ponerle un término. Después viene el nudo, que es la crisis de incertidumbre, lo que estamos enfrentando, para lo cual quizá sentimos que no estamos preparados o que nos abruma, y después de eso viene una consolidación y con ello el inicio de algo nuevo, algo diferente.

Balance

Si tenemos enfrente una situación que nos demanda cambio, pero no nos vemos muy vinculados a ella, vamos a resistirnos de manera natural, porque hemos incorporado esa situación existente en nuestra definición. Hay que aprender de pronto a buscar fuerzas, tanto de repulsión como de atracción, y no quedarnos solo con una. No te cambies solo porque el césped del otro lado es más verde, pero tampoco porque el tuyo es más amarillo, busca las dos, pues se necesita un balance.

Decimos que hay que aprender a cerrar primero, porque cerrar implica enfrentar un duelo, hay duda, angustia e incertidumbre; los duelos implican que las personas nos enfrentamos a un elemento que está terminando y aceptemos su final. Aceptar los cambios, implica cerrar y saber cerrar. Es decir, saber decir adiós, aceptar y agradecer los beneficios que tuviste, los aprendizajes, y saber agradecer los elementos negativos, porque de ahí se construye tu personalidad.

Cuando tú quieres que tu equipo cambie, ponte en sus zapatos, ponte en términos de lo que están perdiendo, de los beneficios. No basta con que haya fuerzas de atracción, también se tienen que dar fuerzas de repulsión. Es necesario preguntarnos: ¿por qué vale la pena cambiar?, ¿por qué lo que estamos haciendo ya no está generando valor?, ¿qué necesitamos como compañía o como empresa?

Es necesario pensar en los beneficios para el cliente, para la empresa y para las personas concretas. Es más fácil desprendernos de las cosas que estamos haciendo, que ya no son relevantes y aprender a abrazar los cambios haciendo este ejercicio, pues hay que aceptarlo como lo hacíamos de pequeños. Cuando eres joven, el cambio es algo natural, porque creces todo el tiempo; con el paso del tiempo, con la edad, se busca la estabilidad porque sabes que eso te da solidez, pero la solidez implica también estar abierto, irse adaptando a nuevos cambios que irán llegando.

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*Jorge es profesor de las áreas de Factor Humano y Análisis de Decisiones de IPADE Business School.