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Fernando Ruiz Molina
La piratería, como la conocemos, se trata de un complejo fenómeno global: una serie de prácticas, tácticas y estrategias, encaminadas a reaprovechar las infraestructuras afectivas edificadas por la mercadotecnia para hacer lucir e instalar sus productos en el deseo del consumidor; es decir, los piratas no sólo comercian imitaciones, desde counterfeits o falsificaciones, sino también objetos y productos extraídos de los circuitos “legales” del comercio, es decir, originales recolocados en la informalidad. La pirateria y sus circuitos, movilizan algo más que objetos y una gran diversidad de recursos y materias primas: es decir, afectos, deseos, fantasías y utopías comerciales.
Existe porque es tolerada por las autoridades, y a su vez, cumple distintas funciones para la totalidad de la máquina de máquinas capitalista: equilibra la accesibilidad a la producción de novedades y otros productos (materiales e inmateriales), y nivela la distribución global de novedades e innovaciones pues permite el ahorro y el usufructo de dichos productos, mientras preserva las tramas de poder y privilegio, y reproduce lugares disimétricos en la sociedad. Dentro del área gris pirata se engendran además otros fenómenos con implicaciones filosóficas y sociológicas, al punto de dar origen a formas estéticas “sin originales”, atractivos, simples y desechables, objetos mutantes cuyos diseños contienen elementos lúdicos y seductores, como el Shanzhai.
La piratería es un campo experimental para el capitalismo, porque es consustancial a este último. En sus circuitos se experimenta la proximidad a esos contenidos de moda, y al mismo tiempo, la brutal distancia e inaccesibilidad a los mismos. Se pone a prueba la receptividad de ciertos productos, y aporta información a los laboratorios comerciales para adaptar y rediseñar sus originales. No es totalmente un campo que los gobiernos neoliberales busquen exterminar del todo, pues la información generada por la pirateria, en las interacciones en su interior, le ayuda a las corporaciones a comprender contextos ajenos e incluso incómodos, para adaptar sus campañas de marketing y venta. La piratería no es ni “buena”, ni “mala”, sino un fenómeno que existe desde los inicios de la civilización occidental como la conocemos, y que nos aporta elementos importantes para comprender las transformaciones en los regímenes de originalidad, autoría y autenticidad, además de cómo operan, a la par de una organización neoliberal vigente, todo tipo de economías cognitivas, informacionales, inmateriales, creativas o semióticas.
Con la aparición de las tecnologías infocomunicacionales, la piratería se complejizó aún más. No sólo se pusieron al descubierto nuevas formas de existencia pirata sino que se matizaron los contornos del control global cultural a través de los regímenes de autor y propiedad intelectual. A la par de la construcción de databases y registros de innovaciones, propiedades o copyrights (locales, y siempre con aspiraciones a globalizarse), algunos intelectuales como Laikwan Pang y Ravi Sundaram, postulaban que dicho sistema de control y vigilancia no sólo opera a nivel creativo, sino también en el sensorial: es decir, se busca administrar y regular lo que se mira, lee, escucha, come o viste, y cómo debe hacerse, y se privilegia la ganancia y acumulación monetaria. Con consecuencias para el registro y la memoria: qué y cómo debe recordarse, y qué debe olvidarse. Hay que mencionar que el proceso de datificación y digitalización de la propiedad intelectual, copyright y registro de autor, tiene dos filos: por un lado, la protección de creadores y obreros inmateriales pequeños, y por otro, la copyrightización de la realidad. Es decir, la realización de una sociedad de control, vigilancia y restricción total.
La piratería, es un fenómeno de interés permanente, que supone desafíos de todo tipo. Debemos pensarla y estudiarla en su organicidad, sin emitir condenas previas. Entenderla, y no necesariamente clausurarla. Pues ella posee las claves para entender las fases más crudas y radicales del neoliberalismo contemporáneo: el saqueo, la valorización y revalorización, y la posibilidad de transformar cualquier recurso (material e inmaterial), novedad o fenómeno, en mercancía.
*Fernando Ruiz Molina es Doctor en Comunicación y Política. Actual investigador en Tlatelolco Lab, Laboratorio Digital del PUEDJS-UNAM, es también autor de los artículos: Shanzhai: apuntes para entender la explosión de la mercadería global pirata (Clio, 2020), y Acontecer de la copia: apuntes para el estudio de las máquinas pirata (Revista Hipertextos, 2021).
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