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Nearshoring y el rumbo de la política monetaria figuran primero; la duda es que si, en este capítulo, la economía mexicana podrá contrarrestar el impacto de la desaceleración o recesión de EUA con los recursos derivados de la relocalización de los procesos productivos, de los de suministro y de los de logística. Aún con escenarios definidos, su derrotero no lo es.
*Por Víctor Ceja Cruz, economista en jefe de VALMEX
En este año, el objetivo prioritario de los bancos centrales es el control y la disminución de los altos niveles de inflación. Es decir, a lo largo de 2023, es que se acerquen a sus metas, las que probablemente se logrará, en el mejor de los casos, hacia finales del 2024.
El camino es largo, pero ya ha sido pavimentado. A lo largo del año pasado, los bancos centrales de los países avanzados empezaron a elevar sus tasas de interés.
En marzo de ese año, la Reserva Federal estadounidense comenzó a retirar los estímulos monetarios con el objetivo claro de enfriar a la mayor economía mundial y contraer la demanda agregada -esto es, el consumo y la inversión-, a fin de combatir el crecimiento de los precios.
Algunos países emergentes, entre ellos México, empezaron esta labor meses antes; la Junta de Gobierno del Banco de México decidió iniciar su ciclo de alzas de tasas de interés a partir de junio de 2021.
La desaceleración que viene
Los ajustes en las tasas de interés tienen un impacto rezagado que toma de uno a dos años, tanto para la actividad económica como para la inflación.
El consenso generalizado prevé que las economías globales se desaceleren este año; la cuestión, queda claro, es saber en qué magnitud y si los bancos centrales podrán controlar y disminuir la inflación sin necesidad de contraer la economía.
Si este es el caso, que parece ser el escenario más probable, la recesión será leve y de poca duración.
En el caso de México, el consenso es que el crecimiento económico de 2023 sea cercano al 1%. Este número es congruente con una ligera caída en el producto interno bruto real en la segunda mitad del año, de la mano de la trayectoria esperada para la economía estadounidense.
La duda que se tiene es si, en esta ocasión, la economía mexicana podrá contrarrestar el impacto de la desaceleración o recesión de su principal socio comercial, Estados Unidos, con los recursos provenientes por la relocalización de procesos productivos, de suministro y logística, conocido como nearshoring, y acercarse con estos elementos a Estados Unidos, el mayor mercado del mundo.
Tasas elevadas ¿Sin fin?
Segundo: la conclusión de los ciclos de alza de las tasas de interés.
En fechas recientes, el banco central de Canadá elevó su tasa de interés referencial a 4.5% y estableció una pausa para saber si ese nivel era el adecuado para disminuir la inflación.
Colocar las pinzas para cerrar el círculo es relativamente sencillo y conlleva a que se acepte que se desconoce si la calibración en las tasas de interés es la correcta. O, por el contrario, se vuelve excesiva, lo que resulta en una contracción económica más fuerte, o con la probabilidad de ser innecesaria en el combate a la inflación. Aunque lo cierto es que se requiere de tiempo para ver los efectos.
Este mismo derrotero se espera para otros bancos centrales, como la Reserva Federal de Estados Unidos y el Banco de México, los cuales marcarán su postura tan pronto como en el primer trimestre del año.
La pregunta es si las tasas de interés terminales, las cuales estimamos en 5% para Estados Unidos, y de 11% para México, serán las apropiadas.
Una vez que se alcancen estos niveles, lo previsible es una pausa de varios meses, tal vez en lo que resta de 2023. Si la trayectoria de la inflación no es la deseada, o si la actividad económica se contrae en demasía, no se descartan ajustes de las posturas monetarias.
La inflación
El tercer elemento, pero no menos importante, es la trayectoria de la inflación.
Podemos decir que el balance de cierre de 2022 fue positivo: los choques de la oferta se diluyeron; los precios de las materias primas, incluyendo los energéticos, mostraron una clara tendencia a la baja, y las cadenas de producción y suministro prácticamente operaron a sus niveles de prepandemia.
No obstante, prevalece la incertidumbre sobre el impacto que tendrá la reapertura total de China sobre los precios de las materias primas y, desde luego, falta corregir la presión por el lado de la demanda y, en consecuencia, debilitar al consumo y la inversión.
Lo que se percibe es un comportamiento heterogéneo: la caída de la inflación en Estados Unidos ha sido más rápida que en México, aunque el común denominador es el descenso en el precio de los energéticos.
Sin embargo, los componentes no volátiles, es decir la inflación subyacente, sigue siendo elevada o muy elevada, propiciando presión en la inflación general por la posibilidad de que continúe alejándose de las metas, o que, inclusive, sea persistentemente alta por un tiempo más largo. Esto que requerirá de una mayor restricción monetaria, o de un periodo con tasas de interés terminales más largo al previsto.
De hecho, el consenso de mercado establece que la inflación de finales de este año será ligeramente superior al 5%, un punto porcentual más de lo previsto por el Banco de México; en Valmex, nuestra estimación puntual es de 5.35%.
En resumen, los distintivos para 2023 serán de un menor dinamismo económico, sin descartar una leve recesión en Estados Unidos y en nuestro país, con tasas de interés elevadas por un periodo prolongado, tal vez todo el año, con niveles de inflación a la baja, pero arriba de las estimaciones previstas por los bancos centrales, particularmente en el caso de México.
El panorama pareciera estar claro, pero la evolución de los temas descritos podría modificarse y propiciar más ajustes en la política económica y fiscal, pero, sobre todo, en la política monetaria.
*Víctor cuenta con más de 35 años de experiencia en el sector económico y bursátil, y de análisis y planeación financiera y económica, planeación estratégica, análisis financiero de empresas y estudios sectoriales.
Desde hace 29 años forma parte del equipo de la casa de bolsa Valores Mexicanos (VALMEX), del Grupo BAL, en donde ha colaborado en la dirección de análisis. Actualmente se desempeña como Economista en jefe, por lo que es responsable del área de Análisis Económico.
Víctor ha ocupado diversas posiciones, entre ellas, Jefe de la División de Estudios Económicos en el Instituto Mexicano del Petróleo, y Coordinador de Estudios Sectoriales y Financieros en Celanese Mexicana, S.A. También ha sido consultor independiente para la elaboración de proyectos de inversión en Fomento Industrial Somex; Etla, Gobierno del Estado de Oaxaca y Mobil Oil de México.
El ejecutivo ha sido reconocido con varios premios y menciones honoríficas, entre las que sobresalen: Mejor Estudiante de México 1981; The Robert C Rogers Memorial Award 1982; Estímulos y Recompensas del Sector Público 1984 y el primer Reconocimiento a Analistas Económicos 2001, organizado por la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) y la Asociación Mexicana de Intermediarios Bursátiles (AMIB).
Víctor es economista egresado de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y tiene estudios de posgrado en Economía por la Universidad de Colorado en Boulder, Estados Unidos, y la Universidad de Cambridge, Inglaterra.
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