El basquetbol femenil late con fuerza en el norte de México

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Por: Mariana González Ramírez y Estefanía Hernández Ramírez*

El basquetbol femenil en Guanajuato, a pesar de no estar 100% desarrollado, representa una opción para que las deportistas que no encuentran la oportunidad en su propio estado, como Ana Cecilia Ávalos en Torreón, puedan cumplir sus sueños.

Las luces amarillas resplandecían tenues en lo alto del auditorio municipal “La Colmena”. Rebotaban en la duela y se expandían velozmente para iluminar a la escasa afición que asistió a uno de los primeros partidos de la Liga Mexicana de Baloncesto Profesional Femenil (LMBPF). Después de ese día, no pasó mucho tiempo antes de que la ciudad de Guanajuato se convirtiera en uno de los lugares donde más se disfruta el básquetbol femenil.

Durante el tercer mes del 2014, el proyecto cobró vida y, con él, los sueños de múltiples deportistas mexicanas. Una liga de básquetbol profesional significaba que ellas tuvieran la oportunidad de dedicarse a su más grande pasión. Sin embargo, casi ocho años después, el panorama aún era incierto.

La liga de baloncesto femenil, aunque sin tantos reflectores, pero con muchos esfuerzos públicos y algunos privados, pasó de gatear a lograr mantenerse de pie. Poco a poco comenzó a llamar la atención de algunas mujeres fuera del país, aquellas que vivían en lugares en donde el deporte era todavía menos profesional que en México.

 

Foto: Mariana González

Las dueñas de la historia

El inicio del siglo también fue el inicio de la profesionalización del básquetbol mexicano. En el 2000, surgió la primera liga de baloncesto nacional, pero únicamente en la categoría varonil. Tuvieron que pasar 14 años para que las mujeres pudieran hacer realidad el sueño de jugar en una duela propia. Gracias a la inyección económica de algunos inversionistas apasionados del deporte se logró consolidar el proyecto; solo tres años después, en 2017, ambas ligas se separaron para dar paso a la LMBPF.

Diez equipos fueron los que inauguraron el máximo circuito de baloncesto femenil en México, no obstante, únicamente dos de ellos continuaron rebotando balones en las duelas nacionales durante los siguientes años: las Mexcaltecas de Nayarit y las Mieleras de Guanajuato. Estas últimas con la clave del éxito debajo del jersey en cada partido, lo que las colocó como uno de los equipos favoritos del país, no solo a nivel afición, sino también a nivel mediático, pues es de las escuadras más queridas y más seguidas. “(Al principio) pasaba la gente por afuera, veía que había basquetbol, se asomaba y se empezaba a quedar, hasta que llegó un tiempo en el que ya no cabía la gente; estaba lleno”, contó el coach del equipo, Jonathan Villegas.

La escuadra de Guanajuato llamó la atención del público por sus grandes habilidades y su organización dentro de la cancha. Como en una colmena real, las Mieleras trabajan juntas en cada encuentro para llevarse la victoria, lo que poco a poco las hizo volar hacia la cima y coronarse como el equipo más campeón en la historia de la liga, con tres campeonatos y dos subcampeonatos.

Las obreras de la duela no solo son unidas en la cancha, sino también fuera de ella, pues la casa club que les ofrece el equipo consta de una serie de departamentos que cuentan con todos los recursos necesarios para que las jugadoras puedan vivir con comodidades y sin preocupaciones.

No obstante, en un estado donde la violencia contra las mujeres se encuentra a la orden del día y el número de feminicidios de enero a abril del presente año ascendió a 111, de acuerdo con cifras de la Secretaría de Seguridad y Atención Ciudadana, las Mieleras encontraron en el baloncesto —y en su propio club—, ese aguijón que las protege de cualquier depredador. Y aunque el equipo no cuenta todavía con un protocolo de acción ante la violencia de género, el coach Villegas aseguró que sí está en sus planes crear uno y sumarlo al seguro que ya tiene cada jugadora. “El machismo todavía le cierra muchas puertas a la mujer, cierra muchas puertas a los apoyos y, claro, yo creo que ha cambiado un poco, pero todavía hace igualdad de género para que ellas puedan seguir creciendo”, explicó.

De Freseras a Mieleras

En la familia Villegas Flores se respira el baloncesto desde que Jonathan tiene memoria. Sus abuelos se conocieron gracias al deporte ráfaga y esta pasión la trasladaron un par de generaciones más tarde, pues la cabeza de la Colmena es liderada por el trío de hermanos Villegas Flores: Jonathan, el coach de Mieleras de Guanajuato, José, el asistente, e Itzel, quien ha sido jugadora del club desde hace ocho años.

La dinastía Villegas tiene un paso fundamental en el resurgimiento del baloncesto en la capital minera. Los abuelos pusieron el primer hexágono del panal cuando impulsaron el proyecto Freseras de Irapuato en 2013, mismo que, un año después, pasaría a llamarse Mieleras de Guanajuato. “Mi abuela era apasionada por el basquetbol femenil, ella siempre apoyó el deporte y puso la vara muy alta; dijo: ‘Sí, es familiar, pero, para mí, desde hoy en adelante, todas las mujeres que participaron en la primera temporada son mi familia’. Creo que es lo que tiene Mieleras, que esa familia va creciendo”; expresó el coach.

La abuela falleció durante la polinización del basquetbol por Guanajuato, sin embargo, el trío Villegas, de la mano del abuelo, Arturo Flores, continuó con el objetivo: impulsar el baloncesto en la ciudad. En el 2014, el equipo se introdujo en la liga profesional y fue construyendo su imperio hasta conseguir solidificarlo. El señor Flores dejó de poner presupuesto de su bolsillo y, al fin, la colmena comenzó a generar su propia miel para volverse autosustentable gracias a la inyección económica de los patrocinadores.

Foto: @bajiobasketballmx

Actualmente, el coach Villegas no solo ha sabido liderar a Mieleras hacia el triunfo, también se ha posicionado como un gran cazador de talentos, pues, las llamadas “novatas”, aquellas que actualmente juegan su primera serie profesional, han sido un gran impulso para su equipo, como Marlene Herrera, que es local; Laura Pérez, oriunda de Tijuana; Patricia López, proveniente de Michoacán; y Ana Cecilia Ávalos, quien viene de Coahuila.

Aunque Villegas explicó que hay equipos que les ofrecen mejores salarios, Mieleras tiene las mejores oportunidades de crecimiento y desarrollo para ellas. “Al día de hoy, muchos equipos quieren a Paty, Cecy y Marlen y con el doble de salarios que se les ofrecieron acá en Mieleras. ¿Por qué? Porque tuvieron minutos, porque lo hicieron bien, no solo dentro de la cancha, sino también fuera”, dijo el coach. 

Una ‘novata’ en Guanajuato

Ana Cecilia Ávalos Rodríguez, de 25 años, debutó este 2021 como jugadora profesional con el conjunto de Mieleras de Guanajuato. Gracias a su paso en el básquetbol universitario con las Lobas de la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC) y a su excelente condición física —derivada de una infancia deportiva—, pudo colocarse como una de las novatas más determinantes en el máximo circuito.

“Mi mamá siempre quiso que fuera la niña bonita del vestido y las muñecas. Me metió a baile y a canto, pero yo odiaba con todo mi ser las clases de baile; no me sentía contenta”, dijo. A los siete años, Cecy se salió de su clase de baile y quedó impresionada con el mundo que descubrió tras la puerta: una cancha llena de niñas como ella, que bailaban, pero con un balón naranja. Se dio cuenta de que la misma coordinación que se necesitaba para la danza también se necesitaba en la duela para acertar una canasta: eso la atrapó. Sin dudarlo, se formó en la fila de tiros, tomó un balón y lo lanzó. Desde ese momento quedó enamorada del deporte.

La basquetbolista contó que estuvo en entrenamientos de los siete a los nueve años: “En los partidos no metía ni un punto, o sea, cero canastas. Mi papá le decía al coach: ‘¿Qué onda, Cueto (su primer entrenador), Ana Cecy algún día va a meter una canasta?’, y Cueto le contestó: ‘Sí, tranquilo, vas a ver que le va a echar ganas’”, expresó. “Yo soy el claro ejemplo de que trabajando duro se pueden lograr las cosas, porque talento no tenía. Sí, era la niña grandota y atlética, pero talento para el básquet, no”, añadió.

Años después, Ana Cecy, como le gusta que le digan, tuvo el ofrecimiento de jugar para Algodoneras, uno de los equipos de su estado que recientemente se incorporó a la Liga. Sin embargo, vio una mejor oportunidad de crecimiento en Guanajuato, por lo que decidió arriesgarse. “Mieleras ya trae una historia, es un equipo de familia, es un equipo que ha ganado, son campeonas actuales (del 2020); me movió el tapete”, asintió con ilusión, pues sabe que su participación en el torneo también fue importante para que el conjunto guanajuatense haya llegado a su quinta final.

Aunque la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC), institución donde Ávalos alista ya su titulación como doctora, está incorporada a la Asociación de Baloncesto Estudiantil (Liga ABE), el estado no había profesionalizado al sector femenil en basquetbol, por lo que Cecy tuvo que dejar la comodidad de su casa, su familia y su vida en Torreón para escribir su nombre en el estado de las famosas momias. “Yo sabía que iba a venir a ganarme mi lugar. Llegué con la idea de rompérmela todos los días en el entrenamiento, con la alimentación y, con el trabajo físico, hacer lo mejor que pudiera, pero sabía que iba a ser difícil para mí posicionarme en el equipo”, explicó.

Pese a que su especialidad no es hacer puntos, Cecy aparece siempre en los rebotes, con bloqueos, es recuperadora de balones y asistidora para las abejas reinas de los triples, como Brisa Silva o Itzel Villegas. Sin embargo, Ávalos también deslumbra con los tiros de dos o tres puntos que hace cuando se conecta con el aro, pues aseguró que siempre está aprendiendo y que aprovecha al máximo los minutos que le dan para mostrarse en cada serie.

Foto: Cortesía

La jugadora lagunera llegó a Guanajuato capital a inicios de este año. Otra de las razones por las que decidió arribar al equipo más campeón de la liga fue por el profesionalismo del club, las atenciones y el respeto que les dan a sus basquetbolistas. “Nos dan todo para que nosotras estemos bien, por eso damos el cien después: porque se preocupan por nosotras”, dijo.

El entrenador Villegas explicó su estrategia: “No somos la institución con más dinero, no tenemos salarios muy grandes. La forma de convencer a las jugadoras es por lo que se les aporta diariamente: contamos con un preparador físico, con un lugar especial para poder trabajar. Contamos con una nutrióloga, también tenemos una cocinera que les da específicamente lo que la nutrióloga les dice. Contamos con fisioterapeuta. Viajamos en un camión por la comodidad, pero también por la seguridad de las jugadoras. No las juntamos para que vivan más de dos o tres en una casa; tenemos tres o cuatro casas diferentes para que tengan su espacio”, detalló para Por Ellas By Poduim. Las Mieleras, aunque viven separadas, siempre se presentan como enjambre en la duela.

Alejandra Arellano, ex seleccionada nacional, coach de las Escaramuzas de Jalisco y la única entrenadora en la LMBPF, habló sobre las condiciones que cada equipo debe ofrecer a sus elegidas: “Es indispensable otorgarles una casa club, un seguro de vida y el transporte que requieran para trasladarse, para que, de esta manera, el sueldo que perciben termine íntegro al llegar la quincena y no tengan que preocuparse por buscar otro empleo”.

Un triple de Estados Unidos al mundo

Para México, un ejemplo a seguir en cuanto al deporte es el vecino del norte, quien, a diferencia de la nación mexicana, ha sido uno de los países pioneros en otorgar importancia suficiente a sus basquetbolistas para que puedan encestar en otras ligas y aportar experiencia en duelas extranjeras.

Al respecto, Alejandra Arellano diferenció la técnica nacional y la norteamericana: “En Estados Unidos el juego es muy individual, ¿sí me explico? Individualmente están mejor formadas”. Además, contó que una de las ventajas de la migración es lo que las extranjeras pueden traer a la liga mexicana. “La verdad es que esa individualidad puede sumarla cualquier extranjera que venga de allá, pues, es aportar al equipo, no como individual”, dijo.

Para Villegas, la prioridad son las mexicanas, y la incorporación de extranjeras significa: “Cuando ellas vengan a México tienen la responsabilidad de decir: ‘Queremos seguir la misma línea que quiere la directiva que es el apoyo a la mujer, que volteen a ver a la mujer, que juguemos en equipo, que podamos hacer crecer a las mexicanas. El perfil que buscamos es ese”.

A pesar de que en México el basquetbol profesional femenil todavía no está tan desarrollado como en Estados Unidos, múltiples deportistas migran para poder jugar en la liga tricolor. Tal es el caso de la estadounidense Jaterra Bonds, quien porta el #10 en el jersey de Mieleras y que actualmente ostenta el título de Jugadora Más Valiosa (MVP por sus siglas en inglés: Most Valuable Player) del torneo, así como parte de la quinteta ideal del Torneo 2021. Bonds encontró en México esa oportunidad que, por diversas razones, no halló en su propia nación. Un aspecto que comparte con algunas jugadoras de la Liga.

Sin embargo, para las locales, dedicarse al basquetbol en su país todavía parece un sueño inalcanzable, por eso deciden empacar sus balones en una maleta, abordar un avión y cruzar la frontera, para probar nuevas duelas y aprender otro estilo de juego.

Locales en cancha extranjera

En el deporte, a diferencia de las crisis humanitarias y los conflictos socioeconómicos, la migración no es forzada. Las basquetbolistas ven oportunidades de crecimiento en otros países y deciden tomarlas, si es que tienen la posibilidad. Sin embargo, nadie ni nada las obliga a hacerlo, la decisión es suya. Cuando forman parte del basquetbol universitario, reciben becas. Cuando dan el salto al juego profesional, sus logros se transforman en ganancias económicas o en especie.

Mientras que para la coach Alejandra la migración es “una buena experiencia” para “aportar en otros países” y traer “la playera de México bien puesta”, para algunas jugadoras aún representa una ardua travesía para la búsqueda de una mejor calidad de vida y de la posibilidad de cumplir aquellos sueños que no pueden materializarse en su propio país.

Dentro de las razones principales por las cuales las deportistas migran, se encuentran las ganas de poder vivir dignamente de lo que más les apasiona. Hasta el 2019, la periodista, Olga Trujillo, contó que el sueldo promedio de las jugadoras de la LMBPF rondaba entre los 4 y 15 mil pesos mensuales, cifra que no a todas les parece suficiente, como lo expresó la cubana Yayma Boulet en entrevista con la misma Olga, pero que es una cantidad mucho mayor que la que pueden ganar con trabajos informales, de medio tiempo o, en el caso de las migrantes, dentro de sus propios países.

La cubana que cambió el juego

Del otro lado de la duela, en La Habana, Cuba, está la historia de Yayma Boulet, una experimentada basquetbolista con paso en la selección de su país y que, gracias a su destacado basquetbol, ha tenido roce internacional al pertenecer a El Salvador, Brasil y, ahora, México. Este último la enamoró hasta el punto de pensar en sacar a su hija de la isla para llevarla a vivir a la capital mundial del picante.

Boulet lleva a México en la piel. Aunque perteneció un año a las Escaramuzas de Jalisco, el equipo que le abrió las puertas del baloncesto profesional fue el club Aztks del Estado de México y ha defendido esa camiseta por tres años.

@jbonds10

Para Yayma, visualizar un futuro en México no fue tarea fácil. Antes de salir de su país, tuvo que dejar de jugar el deporte que más le apasiona por un rival que no podía vencer: el Queratocono, una enfermedad visual que debilita las córneas y provoca visión borrosa. Durante ocho años, Boulet suspendió su actividad deportiva y tuvo que vivir con una vista limitada, que le bastó para poder conseguir un nuevo empleo.

Sin embargo, esto no fue impedimento para que la de La Habana siguiera su más grande pasión, pues, afortunadamente, la enfermedad le dio un tiempo fuera y se detuvo, lo que le permitió continuar botando el balón y en 2016 voló a la liga brasileña, en donde obtuvo un subcampeonato: otro logro que agregar a su lista.

Al año siguiente, recibió una oferta para llegar a reforzar al club Aztks, y ahí permaneció por dos años. Hasta la fecha, no ha conseguido campeonatos, pero sí que su nombre quede grabado en México y en la mente de cada una de las jugadoras que la han enfrentado, puesto que su 1.93 de altura la hace una basquetbolista de físico imponente que difícilmente se olvida.

Una pasión sin fronteras

Aunque la estatura de Ana Cecy está 20 centímetros por encima del promedio en México (1.58 cm), en ocasiones no ha sido suficiente para frenar la muralla de 1.93 cm que representa Yayma en los encuentros entre Mieleras y Aztks. No obstante, la aguerrida abeja lo ha logrado y ha aprendido de las técnicas extranjeras que la cubana dejó en las duelas de Guanajuato y del Edomex.

Pese a que las historias de Ana Cecy y Yayma parecen distar, tienen mucho en común: ambas tuvieron que migrar para perseguir sus sueños, han atravesado diferentes obstáculos y se han mantenido lejos de casa con los sacrificios que eso implica. Sin embargo, la paga, más que económica, es una satisfacción personal de saber que, al cumplir sus sueños, están abriendo camino para las nuevas generaciones de niñas basquetbolistas que tienen como meta llegar al máximo circuito del baloncesto.

A la hora de jugar, las dos están al mismo nivel. Pese a las diferencias culturales y sin importar la nacionalidad, todas hablan el mismo lenguaje: el del básquetbol. La corta carrera profesional de Ávalos y el amplio currículum de Boulet son dos representaciones de que el talento no conoce fronteras ni nacionalidades.

Bajo las luces amarillas de La Colmena y en el mismo escenario en donde Mieleras botó por primera vez ese balón anaranjado, el poder de Cuba, de la mano de Yayma, se hizo presente para sacarle algunos puntos a las Mieleras en la última serie en la que se enfrentaron.

*Estudiantes de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

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