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Por: Lilia Carrillo
Otra vez estamos en el momento de la discusión del paquete económico que regirá -para bien o para mal- el destino del dinero público para el próximo año, y una vez más, nos encontramos ante el “Día de la marmota”: una discusión eterna donde todos los contribuyentes queda(mos) insatisfechos y las promesas de una reforma fiscal promotora del ahorro, la inversión y el empleo queda en el papel.
Lo que queda cada vez más claro es que en México seguimos sin saber cuáles son los motores económicos: ¿a cuáles queremos fortalecer?, ¿qué queremos aprovechar? Nos enfrascamos en la forma: tenemos facturas preciosas y pymes que no pueden ser sostenibles porque no hay forma de poder ser productivos cuando 30% de su tiempo lo tienen que dedicar a la administración, cobranza y juntas con el contador, temiendo que haya un dedazo o un error que implique un costo agregado, en forma de tiempo o dinero.
¿Qué vemos en la Miscelánea fiscal del próximo año? Es contradictoria: por un lado quiere fortalecer la confianza y cultura de los contribuyentes y por otro, castiga el cumplimiento de las leyes.
La propuesta de solicitar RFC a los mayores de 18 años puede tener un impacto positivo, en especial, en un país como el nuestro, donde una de las grandes barreras de nuestro sistema educativo es que jamás hablamos de impuestos hasta el primer trabajo, que es cuando nos enteramos qué es el SAT – y jamás lo olvidamos-.
Tener 18 años y un RFC puede ser el primer paso para generar un padrón fiscal integrado, destacar que todos los ciudadanos somos contribuyentes. Por supuesto es una medida recaudatoria, y por supuesto que los impuestos son eso: una obligación que debemos cumplir.
La medida, si es bien estudiada e implementada, podría ser una herramienta muy interesante para lograr ampliar la base de contribuyentes, facilitar el cobro y pago de impuestos y generar una política pública mucho más amplia en beneficio de los ciudadanos.
Pero, por otro lado, el paquete fiscal castiga a los contribuyentes con dos medidas específicas: la deducibilidad de donativos dentro de deducciones personales, que es un golpe a las organizaciones no gubernamentales, y que hará mucho más difícil su operación, en un entorno donde han demostrado que son un contrapeso necesario, a pesar de operar bajo un estricto marco legal.
Otra medida que tampoco fortalece la confianza de los contribuyentes cumplidos es la regularización de autos “chocolate” en Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y Baja California Sur, que pudo haber nacido de una buena intención pero es probable que tenga resultados contraproducentes en la percepción de rubros en que no hemos salido bien calificados como corrupción y estado de derecho.
Todo parece indicar que este año tampoco tendremos la muy esperada reforma fiscal integral. Quizá para el siguiente.
Lilia Carrillo es experta en comunicación y socia de Meraki México
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