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Los mercados financieros mundiales acaban de incorporar un riesgo más en sus agendas: la escalada de la crisis en Afganistán tras el retiro de fuerzas militares y civiles de Estados Unidos en esta semana en la intervención más prolongada de la potencia, que ha dejado como saldo caos y un resultado fallido.
La mañana del lunes en Oriente, ya con varias horas de transcurso, se distingue por el caos en el aeropuerto internacional de Kabul con miles de personas que intentan salir de Afganistán en el único punto de salida no controlado por los talibanes, cuya presencia resurgió con fuerza el 10 de agosto pasado una vez hecho el anuncio de EU.
La prensa internacional destaca este lunes que un grupo militante talibán ahora parece tener el control total sobre el País, con líderes que marcharon ayer hacia la capital prometiendo declarar un nuevo «Emirato Islámico de Afganistán».
Si bien la velocidad en el colapso del gobierno sorprendió a muchos, el mundo ahora espera el próximo movimiento de los nuevos gobernantes.
“El ángulo del mercado sobre todo esto, si lo hay, es que ahora hay más riesgo en el mundo, y las carteras deben ajustarse según corresponda”, indicó en un reporte a sus clientes un grupo financiero de México.
Según el “Atlas de Complejidad Económica” de Harvard, los principales bienes de exportación de Afganistán son uvas, oro y laca, gomas, resinas y similares. En el Sector Servicios, resaltan las tecnologías de información y comunicación; este conjunto de bienes y mercancías se dirigen a India y Pakistán, principalmente.
Pero la crisis acrecentada no se traduce, por el momento, en el costo económico. Por el momento.
En esa parte del mundo, el lunes las principales plazas bursátiles de Asia y Oceanía reportaron en su mayoría descensos destacando la contracción de -1.62% del índice Nikkei, de Japón.
Los retrocesos obedecen principalmente a datos económicos decepcionantes de la segunda economía global, China: las ventas al menudeo del gigante asiático reportaron un crecimiento de +8.5% en julio a tasa anual, cifra mucho más baja que el aumento del +11.5% pronosticado por analistas de una encuesta de Reuters.
La producción industrial en el mismo mes, por su parte, reportó un incremento de +6.4% a tasa anual, colocando también por debajo de las expectativas de +7.8 por ciento.
En contraste, el PIB de Japón aumentó + 0.3% en el segundo trimestre en comparación con los tres meses anteriores, cuando se contrajo un -0.9%. El crecimiento superó las expectativas.
Factor Kabul
En las agendas de los inversionistas internacionales, inevitablemente, se consideró que la toma de Kabul por los talibanes y la caída del gobierno de Afganistán contribuyeron a un tono más débil en los mercados financieros, pero hicieron poco para agregar una prima de riesgo a los precios del crudo.
Los eventos en Afganistán, los datos decepcionantes de China y la resistencia de la variante Delta están frenando el apetito por el riesgo alrededor del mundo.
Durante la noche, el índice MSCI Asia Pacific cayó un 0.7%, mientras que el índice Topix de Japón cerró un 1.6% más bajo. En Europa, el índice Stoxx 600 bajó un 0.6%, siendo las acciones cíclicas las de peor desempeño.
Los futuros del S&P 500 apuntaban a rojo en la apertura, en tanto que el rendimiento de los bonos del Tesoro de Estados Unidos a 10 años, los más representativos a nivel mundial, colocaban en rendimiento al alza de 1.28 por ciento. El petróleo en los mercados internacionales se contrajo con cotizaciones en niveles de 67.29 dólares por barril.
El dólar seguía fortaleciéndose en las primeras operaciones del lunes, respecto al “overnight”, contra el resto de las monedas ante la aversión al riesgo generalizadas, con el peso mexicano que inicia sesión cerca de 19.92 unidades por dólar.
Los hechos
A mediados de abril pasado, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anunció que todas las tropas estadounidenses abandonarían el territorio afgano antes del 11 de septiembre y declaró que su país había cumplido hace tiempo su misión de negar a los terroristas un refugio seguro en Afganistán.
Biden reconoció que tras casi 20 años de guerra —la más larga de Estados Unidos en el extranjero— estaba claro que el ejército estadounidense no podía transformar Afganistán en una democracia moderna y estable.
Con la guerra en un punto muerto, la administración de Barack Obama en su segundo periodo puso fin a las principales operaciones de combate el 31 de diciembre de 2014 y pasó a entrenar y ayudar a las fuerzas de seguridad afganas.
Casi tres años después, Donald Trump dijo que, aunque su primer instinto había sido retirar todas las tropas, seguiría, no obstante, con la guerra. Subrayó que cualquier retirada de tropas se basaría en las condiciones de combate, no en plazos predeterminados.
Pero el gobierno de Trump también había estado hablando con los talibanes desde 2018, lo que llevó a negociaciones formales que excluyeron al gobierno afgano, dirigido por el presidente Ashraf Ghani.
En febrero de 2020, el gobierno Trump firmó un acuerdo con los talibanes en el que se pedía la salida de todas las fuerzas estadounidenses de Afganistán para el 1 de mayo de 2021.
A cambio, los talibanes se comprometían a cortar los lazos con grupos terroristas como Al Qaeda y la filial del Estado Islámico en Afganistán, a reducir la violencia y a negociar con el gobierno afgano respaldado por Estados Unidos.
Pero el acuerdo no incluía medidas de imposición para obligar a los talibanes a cumplir sus promesas.
Una extensa investigación del The York Times (NYT) publicada la semana pasada indica que debido a su fuerte posición en el campo de batalla y a la retirada de las tropas estadounidenses, los talibanes han mantenido la ventaja en las conversaciones con el gobierno afgano, que comenzaron en septiembre en Doha, Qatar, pero que se han estancado desde entonces.
El Pentágono ha dicho que los militantes no han cumplido las promesas de reducir la violencia o cortar los vínculos con los grupos terroristas.
El gobierno de Biden dice que sigue apoyando las conversaciones de paz, pero los talibanes no parecen tener prisa por negociar.
Tampoco han dicho explícitamente que vayan a aceptar un gobierno en el que el poder esté repartido, dando a entender, en cambio, que pretenden luchar por el monopolio del poder.
Muchas de las 34 capitales de provincia del país, tanto en el norte como en el sur, están sitiadas. Los contraataques del gobierno solo han recuperado un puñado de bases y distritos.
En respuesta a los ataques de los talibanes, los antiguos señores de la guerra afganos han movilizado milicias privadas, mientras que otros afganos se han unido a milicias voluntarias, muchas de ellas armadas y financiadas por el gobierno, de acuerdo con NYT.
El gobierno de Biden se comprometió a seguir apoyando a las fuerzas afganas después de la salida de las tropas estadounidenses.
“Una evaluación clasificada de los servicios de inteligencia presentada al gobierno de Biden esta primavera decía que Afganistán podría caer en gran medida bajo el control de los talibanes en un plazo de dos a tres años tras la salida de las fuerzas internacionales”, dice el Times.
La evaluación de la amenaza concluyó: “Es probable que los talibanes ganen terreno en el campo de batalla, y el gobierno afgano tendrá dificultades para mantener a raya a los talibanes si la coalición les retira el apoyo”, subraya.
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