¿Quién salvará a la economía?

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La economía mexicana no ha tocado niveles recesivos, pero los últimos 3 años han sido periodos complicados y de grandes desafíos cuya complejidad se ha incrementado mientras el precio del petróleo cae a niveles mínimos en la última década. Hasta ahora, la economía nacional sigue sin cumplir las expectativas de muchos sectores.

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Para el cierre de 2015, Moody’s Economy estima que la recuperación del producto interno bruto (PIB) de la economía mexicana podría ubicarse entre 2.5 y 2.8 por ciento, niveles que en cualquier caso superarían al decepcionante 2.1 por ciento de 2014.

Esta dinámica, sin embargo, resulta insuficiente para generar empleos, bienestar, consumo y para que los empresarios liberen proyectos de inversión.

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Con todo en contra, el consumo de los mexicanos así como la inversión del sector privado intenta levantarse después de un prolongado aletargamiento, y los analistas esperan que, finalmente, la recuperación de la economía estadunidense permita consolidar una etapa de crecimiento para el PIB. Así, las remesas ?con la reactivación del empleo en Estados Unidos? podrían reubicarse como uno de los motores determinantes para el consumo interno y la demanda.

Las remesas, según el Banco de México, alcanzaron su mayor crecimiento en 7 años al ubicarse en el primer trimestre del año en 5 mil 727 millones de dólares, con lo que su dinámica fue de 7.8 por ciento respecto al primer trimestre del año pasado.

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Las ventas de las tiendas de autoservicio también estarían registrando un impacto positivo. Por ejemplo, la cadena estadunidense Walmart registró en abril un crecimiento en sus ventas de casi 7 por ciento. Un directivo de la firma ubicó a las remesas como un factor que estaría impulsando la demanda en el mercado de consumo de bienes. La Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales (ANTAD) prometió al gobierno federal inversiones por al menos 25 mil millones de dólares al cierre de la administración de Enrique Peña Nieto. Sin embargo, también solicitó el cambio en reglas tributarias que estaban frenando la derrama de recursos.

Las elecciones intermedias que se celebrarán en junio próximo también estarían contribuyendo a una derrama adicional del gasto gubernamental; sin embargo, sólo impulsarán empleos y demanda temporal generando una recuperación transitoria, comenta en entrevista Alfredo Coutiño, director de análisis de Moody’s Economy.

¿Y el golpe de timón?

Sin embargo, las incógnitas permanecen: ¿Será suficiente este impulso desde el exterior? ¿Será que en los últimos años del gobierno de Enrique Peña Nieto las reformas estructurales en el sector de la energía y en el de telecomunicaciones cumplirán sus promesas de crecimiento y bienestar?

Los analistas opinan que aún hace falta una dosis de confianza en el manejo de la economía para detonar las inversiones privadas que constituyen la única fuente de crecimiento al generar empleos y consumo interno sostenible y de largo plazo.

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Y no ha sido, paradójicamente, el clima de violencia que padecen muchas regiones del país el principal factor que frena el crecimiento, sino la inconsistencia en las políticas públicas y en el manejo de las finanzas del gobierno federal lo que mantiene en alerta a los inversionistas, aseguran analistas consultados por Fortuna.

“Incurrir, por ejemplo, en déficit y generar endeudamiento, fue una señal contradictoria para los mercados”, dice en entrevista Alfredo Coutiño. Así, la inversión tarda en llegar, y mucho.

En abril, por ejemplo, la confianza de los empresarios en el rumbo de la economía experimentó uno de sus peores momentos de los últimos 5 años. El índice de la confianza empresarial en el sector manufacturero cayó 0.35 puntos porcentuales en abril respecto del mes anterior, alcanzando el nivel más bajo desde febrero de 2010 con cifras desestacionalizadas, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Por ello, es en la actividad económica de Estados Unidos en donde se comienzan a generar inercias positivas para el mercado mexicano, para sus empresas y sus trabajadores. Aunque, insisten los analistas, no es suficiente, porque hace falta el componente del mercado interno.

“En las actividades terciarias hay señales positivas, el consumo quiere recuperarse; sin embargo, donde viene el peligro es en sectores como la construcción que, en rubros como edificación, acumula varios meses de rezago y con una tendencia negativa”, considera también en entrevista el economista Jonathan Heath, autor de los libros La maldición de las crisis sexenales y Para entender al Banco de México.

Decisiones como el cambio en la política de subsidios para la vivienda generaron un retraso crónico en la edificación de casas habitación, mientras el gasto público no contribuyó a generar el clima de confianza que necesita el sector privado para liberar inversiones.

Los empresarios, coinciden Coutiño y Jonathan Heath, siguen preguntándose si éste es el mejor momento para invertir. Hacen falta señales contundentes por parte del gobierno para demostrar que tiene una estrategia para el manejo de las finanzas públicas y del Presupuesto de Egresos de la Federación que este 2015, por primera vez, se negociará con una base cero para reducir gastos corrientes inerciales y redirigir recursos a políticas públicas de alto impacto para la economía.

Porque hasta ahora, además, la inversión pública ha caído y no ha reportado un impacto positivo para el PIB.

Resulta, dice Heath, que durante los últimos años una buena parte de la inversión pública se ha dirigido a Petróleos Mexicanos (Pemex) ?hoy empresa productiva del Estado? y a la exploración y producción de pozos petroleros. El problema, sin embargo, ha sido que esa inversión no ha sido productiva ni efectiva y el Inegi sólo registra el efecto en el PIB cuando estos proyectos se consideran verdaderamente productivos.

“La inversión de Pemex ha sido ineficiente y no ha tenido impacto en el PIB”, agrega el economista.

Mientras tanto, en Estados Unidos el comportamiento de su sector manufacturero podría dar grandes sorpresas durante los próximos meses mejorando sus números, lo que beneficiaría a la economía mexicana y a la demanda de sus exportaciones. En Estados Unidos, la gran variable es la decisión del Banco de la Reserva Federal sobre las tasas de interés.

Así, el próximo año las reformas estructurales en las que ha trabajado México podrían comenzar a registrar algún impacto negativo. Por ejemplo, se espera que al cierre de este año se tenga un panorama mucho más claro sobre la Ronda Uno y las empresas que participarán en el nuevo esquema de producción petrolera en el que participa la iniciativa privada.

Hasta ahora, sin embargo, la inversión privada no fluye al ritmo que necesita la economía para ampliar la capacidad productiva y generar empleos. “Hasta ahora el coeficiente de inversión del sector privada respecto del PIB no supera el 22 por ciento y la única receta para crecer es atraer y generar inversión”, dice Alfredo Coutiño de Moody’s Economy.

Políticos: Reprobados en economía

La alternancia partidista y los históricos acuerdos alcanzados entre las principales fuerzas políticas del país para impulsar reformas estructurales, pero promovidos desde la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), hasta ahora han resultado insuficientes para impulsar el crecimiento y la competitividad de la economía.

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 El producto interno bruto (PIB) se desaceleró de una tasa de 4 por ciento en 2012 a un tímido crecimiento de 1.1 por ciento en 2013, para mejorar ligeramente y expandirse a una tasa de sólo 1.7 por ciento durante la primera mitad de 2014. En 2015, el mejor escenario será un crecimiento de 2.5 por ciento, cuando el Partido Revolucionario Institucional, en la Cámara de Diputados, había prometido una dinámica de 3.7 por ciento durante las negociaciones para aprobar un presupuesto superior a los 4 billones 702 mil 951 millones de pesos.

El problema, sin embargo, es que, hasta ahora, las políticas económicas y su ejecución avanzan en sentido contrario y las metas para el PIB no han logrado alcanzarse.

Hasta ahora, los eventos que explican la desaceleración de la economía mexicana se dirigen a factores internos como el derrumbe del sector de construcción por el cambio de política de la vivienda, rezago en la obra pública, la reforma hacendaria, pero sobre todo la incertidumbre en la toma de decisiones ante la avalancha de cambios estructurales que se agudizaron con la indefinición de las leyes secundarias. En resumen, las decisiones de política económica al amparo de acuerdos políticos no han sido positivas para estimular el crecimiento.

Ante esa situación, y con el fin de reactivar el crecimiento, el gobierno solicitó al Poder Legislativo autorización para romper, de manera excepcional y con carácter transitorio, la ley de “déficit cero” establecida en el artículo 17 de la Ley de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria, y registrar un déficit público de 1.5 por ciento del PIB en 2014 para reducirlo a 1 por ciento en 2015, y regresar al equilibrio presupuestario en 2017.

Esa política se consideró como un principio loable y de políticas públicas bien ejecutadas que podrían rendir buenos frutos: lo hizo Estados Unidos durante la crisis y con buenos resultados; se resistió a hacerlo Europa y corrió la suerte contraria.

Tanto el Fondo Monetario Internacional (FMI) como el Banco Mundial (BM) han aplaudido la estrategia fiscal de México siempre y cuando sea temporal y no comprometa la sostenibilidad de las finanzas públicas.

Sin embargo, hasta el momento, los resultados de la política fiscal contra cíclica impulsada por el gobierno federal, pero con el aval de los partidos políticos, tiene resultados contradictorios. Incumplirla el control del déficit público fue contradictorio y muy negativo para los inversionistas que estaban acostumbrados a la disciplina y al menor endeudamiento de una economía que en la década de 1980 padeció grandes problemas.

Para lograr un verdadero efecto contracíclico, el gobierno tendría que optar por una política fiscal expansiva, en esencia, a través de: una disminución de impuestos que libere recursos a los agentes privados para estimular el gasto de consumo e inversión privada; o de un incremento del gasto público que compense la debilidad de la demanda privada; o ambas políticas conjuntamente, como hizo Estados Unidos durante la llamada Gran Recesión.

La administración de Enrique Peña Nieto impulsa, en cambio, una política fiscal contradictoria. Por un lado, y a través de la reforma hacendaria, subió impuestos, lo cual es una medida de carácter restrictivo, que afecta la renta disponible de las familias y que en vez de alentar el consumo y la inversión privada la reprimió, aunque en contrapartida incrementó los ingresos tributarios no petroleros en un momento clave ante la caída en los precios.

Por otro lado, y con el objetivo de cumplir el déficit fiscal de 1.5 por ciento del PIB, intentó conducir un colosal programa de gasto público en el que prometió emplear tanto el aumento de la recaudación derivado de la reforma hacendaria más los recursos establecidos para alcanzar la meta de déficit.

¿En dónde está el dinero? Populismo a la vista

Pero esas políticas contracíclicas ?que se están financiando con deuda? no funcionan. En tanto, la volatilidad y los riesgos de los mercados internacionales amenazan la estabilidad de las finanzas públicas en un momento en el que la SHCP apuesta por la contratación de pasivos como la palanca del gasto público y la inversión en infraestructura.

Además, expertos y empresarios concluyen que el gobierno federal busca compensar la inconformidad de empresarios ante los erráticos resultados de la política tributaria, con acciones de tipo proteccionistas, de “corte populista” ? dicen?, lo que también pondría en riesgo la competitividad de muchos sectores.

“Las conclusiones de investigaciones por supuestas prácticas desleales de comercio ?como el caso de los electrodomésticos? buscan ganar el entusiasmo de algunos fabricantes mexicanos, pero generarán un incremento de precios para el consumidor final”, dijo un alto directivo de una cadena de tiendas de autoservicios involucrada en una investigación que ya concluyó en sanciones antidumping.

El vicepresidente de la Asociación Mexicana de Mensajería y Paquetería, Manuel Armendáriz, confió en que la nueva Ley de Competitividad contribuya a corregir muchas decisiones inerciales que no contribuyen ni contribuirán al crecimiento de la economía.

Luego de aprobarse una Ley de Competitividad, reflexionó Armendáriz, sería necesario analizar la rentabilidad y beneficios reales de una macro obra como el nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, que tardará 2 décadas en dar servicio. Mientras tanto, agrega, se ignora el desarrollo de otros aeropuertos regionales.

Así, la promesa del presidente Enrique Peña Nieto ?formulada desde la SHCP? de no impulsar nuevos impuestos ni elevar los vigentes está generando un incremento en el nivel de endeudamiento contraviniendo las responsabilidades establecidas en el artículo 17 de la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria en la cual se establece la obligación de revisar todas las condiciones posibles para reducir el déficit público y, por lo tanto, el endeudamiento.

La Regla Fiscal Estructural reconoce la importancia de recurrir a políticas fiscales contracíclicas como estrategia de política pública. No obstante, también destaca la importancia de la disciplina fiscal, preservándola a lo largo del tiempo, a lo largo de los ciclos expansivos y contractivos.

Una adecuada política fiscal contracíclica es elemental para mantener la disciplina económica y suavizar los ciclos económicos. Y eso, en opinión del Centro de estudios Económicos del Sector Privado, no está garantizado en 2015.

“Sin una buena rendición de cuentas no podremos optimizar nuestro sistema fiscal, ni el federalismo”, dice David Colmenares, expresidente del Colegio Nacional de Economistas.

El objetivo es que durante la época de auge, el gobierno ahorre y registre superávits fiscales gracias a los mayores ingresos tributarios que genera la mayor actividad. En esas etapas, la demanda de consumo e inversión privada es suficiente para cargar con el peso del crecimiento, y lo recomendable es ahorrar en vez de incurrir en déficits y políticas de estímulo que lo único que logran es sobrecalentar la economía y provocar, a la larga, desequilibrios y recesiones más profundas.

Por el contrario, en las fases de recesión, el gobierno debe recurrir a déficits públicos para contrarrestar la caída de la demanda privada y salir de forma rápida y poco dramática, con bajos costos sociales, de la fase de contracción económica.

La politización de la economía

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 Fue en 2013 cuando la más reciente transición partidista en el Poder Ejecutivo impulsó el rediseño de políticas económicas y programas de estímulos que provocaron el estancamiento de actividades como el sector de la vivienda.

“Es cierto, era importante afinar y corregir los modelos, pero el sector de la vivienda no ha podido recuperarse porque el tamaño de las nuevas desarrolladoras no es suficiente para hacer frente a la oferta de subsidios”, dice Gerardo Esquivel, académico del Colegio de México.

Ni GEO, una de las desarrolladoras de vivienda que creció durante los 2 sexenios del Partido Acción Nacional, ni Urbi han logrado recuperarse de la transformación de las políticas de subsidios y de los criterios para clasificar las reservas territoriales.

Después, la transición partidista profundizó la tradicional brecha presupuestal durante los cambios de sexenio que, para muchos analistas, se convirtió en un subejercicio que se extendió durante los primeros 2 años de la administración de Enrique Peña Nieto, lo que afectó a la industria de la construcción.

La SHCP asegura, sin embargo, que no se generó tal subejercicio, pero sí reconoce que el gasto en inversión no ha podido aplicarse de una manera contundente y eficiente porque en los niveles de gobierno de estados y municipios se registran problemas para la integración de proyectos y licitaciones que permitan liberar los recursos. Así, la transferencia de recursos se realiza en tiempo y forma, pero tarda en llegar a la economía, mientras el sector privado asegura que la política fiscal tributaria ?aprobada en consenso con todas las fuerzas políticas del país? está restringiendo el consumo y la inversión privada. Una combinación muy peligrosa.

Por Claudia Villegas Cárdenas