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Durante las campañas electorales siempre es esperable un cúmulo de acciones y promesas para convencer al electorado. Sólo que en esta coyuntura en particular, vemos cómo las campañas se están centrando mucho más en la forma que en el fondo.
Todos los días tenemos un bombardeo de tiktokers, videos, memes, canciones. Vemos a candidatos bailar, dar consejos domésticos, tomarse selfies. Es tan entretenido que casi olvidamos la pregunta clave de todo este proceso: ¿y las propuestas?
Dada la complejidad del actual entorno, donde todos los pronósticos de crecimiento económico están fuertemente condicionados a aspectos de salud, avance en la vacunación, confianza de los inversionistas, capacidad de respuesta hacia las probables olas de nuevas cepas, es preocupante la banalización de los discursos.
Es cierto: no es un fenómeno nuevo, pero sí es una oportunidad perdida, incluso para los candidatos: no están fortaleciendo ni su posicionamiento, ni su reputación para el futuro. Y más preocupante aún: están desaprovechando la oportunidad de dar algún tipo de certeza para la toma de decisiones.
Por supuesto podemos decir “bueeeno, siempre ha sido así”. Hay tantas frases que dan cuenta del desencanto del ejercicio político: desde Nikita Kruschev: “los políticos son iguales en todas partes. Prometen construir un puente incluso donde no hay río” hasta Groucho Marx: “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”.
Más allá de lo anecdótico, no podemos ignorar que por segundo año consecutivo, quedamos fuera de los 25 países más atractivos como destino para la inversión extranjera directa (IED), de acuerdo con el Índice de Confianza 2021 elaborado por la firma Kearney; además de los continuos señalamientos sobre la debilidad de las instituciones, el incremento de la violencia y de la militarización.
Que ante una coyuntura de esta magnitud, la mayoría de los actores políticos opten por sumarse al ruido y la furia (aunque sea la furia por el baile en TikTok) es una señal más de cómo estamos reduciendo la discusión pública y minimizando los riesgos. Agreguemos una agenda cada vez más polarizada, donde se pierden en los matices de grises y empieza a haber un preocupante discurso de violencia, cada vez más claro y abierto.
Todo nos ubica ante una nueva década perdida: tanto de crecimiento, como de cambios estructurales orientados a una mayor movilidad social, de incorporación de las habilidades técnicas y sociales. Cierto, el futuro siempre está escribiéndose. Sólo que se escribe con las acciones que realizamos desde el hoy. Y el hoy prefiere el ruido y la furia.
Lilia Carrillo es socia de Meraki México