Paternidad responsable ante la crisis familiar

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En esta ocasión quiero traer al tintero, que más bien es teclado, un tema que generalmente causa controversia, irritación e incluso enemistades. Pero pienso que ello es porque muchas veces no se tiene la capacidad de salir de uno mismo y ver en realidad por el porvenir del otro. El tema es la paternidad responsable cuando la familia nuclear está en crisis.

Quizá lo primero que conviene hacer es esclarecer lo que significa la paternidad responsable, instituciones tan importantes y respetadas como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la iglesia católica han hablado de este tema desde finales del siglo pasado y ambas han luchado porque haya acciones concretas en relación a ésta.

La idea de paternidad responsable que me parece más acertada no es en cuanto al número de hijos que se puede tener, sino a la conciencia de los padres de que al procrear un ser humano, ello implica además del compromiso entre ambos, el compromiso ante el hijo o la hija, la familia y la sociedad; por lo que la paternidad responsable lo que representa es un sistema complejo. Este compromiso supera por mucho la responsabilidad de brindar las necesidades básicas, implica el brindar además de educación, formación, amor, amistad, tiempo, protección y sobre todo ejemplo. Esto último para mí es el punto central de la paternidad responsable. Percy Bellido afirma que la paternidad responsable es brindar “vida en plenitud”, yo afirmo que es enseñar a ser verdaderas personas a la altura de la dignidad que poseemos.

La paternidad responsable también está vinculada a la dignidad del matrimonio, el cual supone por definición confianza, entrega y respeto además de responsabilidad. El problema está que cuando en una unión, en la que sea, no se da esta tercia la paternidad responsable es un ejercicio abortado desde el principio. En la actualidad, esto sucede porque en realidad ninguno de nosotros queremos ser responsables de nada, ni siquiera de uno mismo. La gran pregunta y es algo íntimamente difícil de responder es ¿cómo proceder con paternidad responsable cuando la familia está en crisis? Obviamente crisis que ha surgido porque en el matrimonio o la unión que haya sido nunca existió o se perdió la confianza, la entrega y el respeto.

Es difícil responder esta pregunta porque cada caso es distinto, pero aun así existen patrones de comportamiento que tienden a replicarse entre una situación y otra. Es cierto que el ser humano es libre y es espiritual, pero de igual modo somos seres simbólicos y sociales. El problema principal que yo siempre observo y el que me detengo a analizar no es la pareja ni la familia ni la sociedad, porque de alguna forma cuando uno ya ha alcanzado la madurez con buenos o malos hábitos logra sortear lo que nos depara la vida, si hemos sido responsables qué mejor.

Lo que a mí me interesa en el tema de la paternidad responsable son los seres humanos que se han traído al mundo, la paternidad en la cual se incluye la maternidad implica de suyo una relación filial, de ahí que  considere que la responsabilidad está primordialmente en que a los hijos se les otorgue esa plenitud de vida aun cuando ello implique la disgregación de la familia, lo que no significa la no paternidad responsable, al contrario en ocasiones la subraya, y esto tiene su razón de ser en el punto central de la paternidad responsable que mencione anteriormente: El ejemplo.

En el marco familiar es donde naturalmente aprende un niño o una niña, donde se crece y se aprende a tomar decisiones, en última instancia es el lugar donde se aprende a ser persona. Aquí tomaré una desviación porque habría que definir qué es una familia. Una familia es la comunidad de personas donde hay una alianza, y por alianza no me refiero necesariamente al matrimonio (y lo digo a expensas de ser excomulgada por alguna instancia superior), y tampoco una familia se define necesariamente por la consanguinidad, ahí tienen el ejemplo de las órdenes monacales, la adopción.

La familia es el lugar donde se crece, el crecer en común unión es el pacto, la alianza, el acuerdo entre personas que se hace a fin de avanzar a objetivos comunes en una sociedad de convivencia basada en —otra vez y lo diré hasta el cansancio—: la confianza, la entrega y el respeto, este respeto no es ni más ni menos que el respeto a la libertad del otro simplemente porque es él o ella, y eso es el amor, se ama porque el sujeto a quien amo existe y no porque me es útil, esto es de ida y vuelta entre cualquier miembro de una familia. La alianza, obviamente inicia entre dos personas y en la medida en que los hijos crecen, estos habrán de comulgar con esos objetivos y esa convivencia, pero basta que uno de los miembros esté en desacuerdo para que la sociedad de convivencia familiar entre en crisis. Y como todo, hay crisis que se superan y otras que terminan en ruptura. ¿Es esto malo?

Cuando la familia está en crisis porque se ha perdido la confianza, el respeto y la entrega entre los cónyuges lo que se pierde es la paternidad responsable, lo que se ha perdido es la consideración del otro como ser humano. La gravedad está en que se ha perdido el respeto a la libertad y la dignidad de quienes conviven. Cuando se rompe este vínculo de fondo, por la razón que sea, no se recupera nunca más a pesar del perdón. Ahora bien, la pregunta es ¿qué ejemplo le damos a los hijos cuando se ha perdido este vínculo?

Antes de divagar decía que el lugar natural donde aprendemos es la familia y si ésta es un lugar sin alianza también será un lugar sin crecimiento. La importancia del ejemplo no es poca cosa, bien se dice que obras son amores y no buenas razones, y también es cierto que por sus frutos se conocerán. Lo primero es una cuestión de lo presente, lo segundo requiere imaginación, pero basta con ver la convivencia en las familias enfermas para darse una idea de los frutos que darán.

Retomemos la idea central de la paternidad responsable que es el ejemplo. Los hijos aprenden por modelado o lo que también se llama aprendizaje vicario, esta es una forma natural de aprender, dicho llanamente, los seres humanos imitamos. La dificultad está en que la mayor parte de la conducta que realizamos ha sido aprendida por observación al adquirir representaciones simbólicas con un significado específico que inicialmente tomamos de los padres, dicho en español, la mayor parte de nuestra conducta y nuestros hábitos los aprendimos del ejemplo que vimos en casa.

Muchas veces se piensa que la solución y la paternidad responsable está en que los cónyuges se queden juntos (“aunque nos llevemos mal y nos paliemos”) y establecer nuevas alianzas (“aunque me pegue” “aunque me baje la autoestima”). Pero la experiencia, muchos testimonios (y no sólo la estadística) indican que una vez roto el vínculo de la confianza y el respeto, porque obviamente la entrega ya se quedó en el pasado, no se recupera ya, y la salida es que una de las partes se someta al imperio de la otra. ¿Esto es un buen ejemplo para los hijos? ¿Qué les enseñamos?

Cuando hay una sumisión así podría pensar en un modelo de heroísmo, pero me parece que no, porque renunciar a la propia dignidad y libertad o a la propia felicidad bajo la sumisión es ir en contra de la naturaleza humana. Y si ponemos la moneda por la otra cara, ser dictador o déspota y pensar como Maquiavelo, que a los súbditos para que te quieran hay que causarles temor, me parece que tampoco. Una y otra forma es reducir la propia condición humana a seres gregarios (como manada) en donde al parecer lo que importa más son las necesidades básicas y un aparente amor.

No soy partidaria de la desintegración familiar, pero tampoco lo soy de la desintegración de seres humanos de a uno por uno. El ejemplo que se da en una familia en crisis suele verse replicado años más tarde, cuando el hijo es o bien un déspota o un “don nadie”, y la hija es una tirana o una mujer abusada. Y así podemos pensar en muchos modelos de patología familiar Es curioso darse cuenta que cuando queremos huir de los errores que vimos en los padres y no queremos replicar porque queremos ser distintos, acabamos siendo exactamente iguales aunque aparentemente estemos en el extremo opuesto, esto es así porque el aprendizaje vicario que se vivió en el núcleo familiar dejó una huella tan honda en el alma (en el subconsciente dirían) que a veces ni con años de terapia se sana. La paternidad responsale no es formar a los hijos sólo el día de hoy que lloran o ríen o que piden algo, se trata de formar para el futuro, se es responsable en la paternidad cara a los nietos, a los yernos, a las nueras, a los suegros.

¿En una familia en crisis cuál es el error más común que se suele cometer que acaba por desintegrar a los hijos en su ser personal? Que en el presente, es decir en el día de hoy, no queremos ver sufrir a los hijos porque en el fondo no queremos sufrir nosotros. ¿Es eso paternidad responsable? ¿O es más bien soberbia y egoísmo disfrazado de paternidad? ¿Qué hace falta para que en realidad exista una sociedad que proclame y viva la paternidad responsable? Principalmente hijos con buen ejemplo aunque estos vivan, crezcan y se formen en contextos familiares no consanguíneos, pero sanos (si es que la familia nuclear está enferma).

A veces el mejor ejemplo que podemos dar es que los hijos vean que uno mismo lucha y busca la felicidad porque nos tenemos amor propio. Ningún hijo puede crecer feliz ni sano cuando uno de sus padres o ambos no se aman a sí mismos y no luchan por su felicidad, aunque esta tenga caminos separados. El ejemplo es el amor propio como causa y el efecto el amor porque existes.

*Larissa Guerrerro es doctora en filosofía por la Universidad Panamericana. Maestra en ética aplicada por el ITESM. Coordinadora de investigación del Instituto de Estudios Humanísticos de la Universidad Panamericana Campus Guadalajara.

Fotos: Cuartoscuro