Inteligencia Artificial ¿al borde del abismo?

Inteligencia Artificial IA

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*Por Jorge Llaguno Sañudo

 

La cúspide serán las Super IA, cuya inteligencia sobrepasará, tentativamente, la de todos los humanos. Apenas en noviembre pasado, la empresa OpenAI, fundada por Elon Musk en 2016, presentó al mundo “ChatGPT”, la tercera iteración de un sistema de minería y aprendizaje de textos capaz de entender e interpretar información contextual y responder como si fuera una persona; alcanzó más de un millón de usuarios en menos de una semana. 

En 1999 el área de Factor Humano del IPADE realizó un módulo para los egresados con una sesión titulada “Creatividad, Innovación e Internet”.

Los participantes trabajaron en mesas redondas anticipando los impactos de esta nueva tecnología. Se hacían preguntas que hoy nos despiertan una cierta ternura: ¿quién es el dueño de Internet?, ¿quién paga para que exista?, ¿en dónde está?

Hoy Internet es ubicuo, y, en efecto, cambió al mundo. Esto suele decirse de todas las novedades. Que lo cambiarán. Pero pocas cumplen la promesa.

Ahora estamos en el albor de otra tecnología que “cambiará al mundo”: la Inteligencia Artificial (IA). Es un hecho que lo va a cambiar. Nadie lo duda. El problema es que no tenemos idea de “hasta dónde” será el cambio. Pero se anticipa que muy pronto lo que vivimos hoy nos parecerá la prehistoria.

La Inteligencia Artificial (IA) no es algo nuevo. El término se acuña en los años 50. Con el tiempo se fueron desarrollando infinidad de IA que hoy están en operación: desde las que ganaron torneos de ajedrez hasta las que nos guían por el tránsito citadino, cientos de IA intervienen en nuestra vida todo el tiempo, pero son de espectro estrecho: sólo pueden optimizar un aspecto concreto de la realidad para el que fueron entrenadas.

Por encima de estas vendrían las de espectro general, que ya asemejan a la inteligencia humana, con su capacidad de abordar campos distintos e intercambiar información de uno a otro. Y la cúspide serán las Super IA, cuya inteligencia sobrepasará la de todos los humanos.

¿Súper IA?

A finales de noviembre de 2022 la empresa OpenAI, fundada por Elon Musk en 2016, presentó al mundo “ChatGPT”.

La tercera iteración de un sistema de minería y aprendizaje de textos que es capaz de entender e interpretar información contextual y responder como si fuera una persona.

Alcanzó más de un millón de usuarios en menos de una semana y puede escribir versos, redactar una novela, una película, hacer una campaña de publicidad, crear un plan de menús con todo y sus recetas, un plan de ejercicio personal, síntesis de libros, analizar estados financieros, o hasta discutir sobre filosofía de la ciencia.

Por supuesto, no lo hace perfecto, pero ya pasó exámenes de Wharton, el MIT, y muchas otras universidades con éxito.

Otras IAs realizan obras de arte gráfico o componen música que rivaliza con lo que artistas profesionales entregan. Y son las versiones beta. Las pruebas para que todos juguemos y sigamos contribuyendo a entrenarlas. Es irreal lo que ya pueden hacer. Y lo que serán capaces en poco tiempo.

Hoy hay cientos de debates sobre su posible impacto en la educación, en la salud, en el trabajo etc. Se ven los riesgos y las oportunidades: que haga más flojos a los estudiantes, que desplace a profesionistas en todas las ramas, o que vuelva irrelevantes a profesiones enteras. Otros ven lo positivo: la entrada a una era de productividad y creación de valor inimaginables.

Temores fundados

Además de todas estas discusiones, que son válidas e importantes, surgen los dilemas éticos sobre su uso. Destinadas al mal pueden ser catastróficas. ¿Quién y cómo se vigilará su uso? Pero, por otro lado, restringir su uso puede magnificar las diferencias sociales que ya hoy nos caracterizan. Su uso en el debate social puede derivar en mayores problemas.

Internet -y en específico las redes sociales- influyeron en nuestros comportamientos a grados que ya no somos conscientes: Las filas de espera mutaron en espacios de interacción virtual y de comercio. Las distancias y el tiempo se volvieron conceptos difusos.

Pero el acceso a la información no ayudó a elevar el debate y la cultura.

Por el contrario, hoy somos más superficiales, hedonistas y extremos en nuestras posturas políticas y sociales que nunca.

El potencial de la IA para incidir en éstos y otros aspectos de nuestras vidas es atemorizante. La tecnología llegó para quedarse y el cambio social es inminente.

Será el más profundo que haya visto la humanidad en centurias. Nuestra generación tiene el deber histórico de subirse al cambio: usarlas, entenderlas y estar preparados para discutir e incidir en su uso.

Buena suerte, compañeros.

*Jorge es profesor del área de Factor Humano de IPADE Business School, además de consultor de empresas en temas de liderazgo, trabajo en equipo y negociación.

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