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Por Alfredo Nava*
Octubre de 2023 no fue un mes lindo, a decir verdad fue un mes desalmado y bestial que nos trajo tragedias tanto lejanas como cercanas que nos recordaron que nadie en el mundo tiene el monopolio del dolor. Fue el primer sábado del mes cuando el cielo de Israel se cubrió con una lluvia de cohetes que señalaron el recomienzo de algo que ha estado allí desde hace mucho, reabriendo muy viejas heridas de dos pueblos que han vivido enormes atrocidades históricas. Lo siniestro no solo está en los casi 10,000 muertos y millones de desplazados, sino en la cerrazón de las partes ante los comentarios de un hombre, que resulta ser el secretario general de la ONU, quien intentando estar a la altura moral de las circunstancias alertaba que la ley del talión, ojo por ojo, diente por diente, no soluciona nada. Sus palabras fueron justas al decir que «los agravios sobre el pueblo palestino no pueden justificar los atroces ataques de Hamás sobre Israel; pero esas atrocidades no pueden justificar tampoco el castigo colectivo del pueblo palestino por parte de Israel».
Si de lejos ya nos llegaba la desgracia esta semana el dolor decidió instalarse aquí mismo en México cuando un huracán categoría 5 golpeó de frente la costa de Guerrero destruyendo una ciudad entera y trayéndonos imágenes que nos recuerdan a la guerra misma. A diferencia de Medio Oriente aquí la destrucción no fue originada por el odio o la sed de venganza, pero sí que pudo desatarlos. Y es que aprovechándose del fango y el escombro han surgido discursos políticos oportunistas que han hecho llamamientos de un tal calibre como el #NODONAR promoviendo una crisis de desconfianza que hundiría más a los damnificados en lugar de poner énfasis, si esa fuera ahora su preocupación, en la planificación de la recuperación, la vigilancia de los recursos movilizados y en la rendición de cuentas.
Por eso el mes de octubre ha sido espantoso, de cerca y de lejos, porque nos recuerda que las personas buenas pueden hacer cosas muy horripilantes, ya sea optando por continuar una guerra, creando nuevos motivos de venganza o utilizando una desgracia natural para procurarse ventajas políticas. Octubre fue tétrico pues nos recordó de una forma muy vil que en aquello de ser humano las pasiones y el odio vienen normalmente mucho antes que la razón y que, a decir verdad, nuestro razonamiento moral se parece siempre más a la mente de un político en búsqueda de votos que a la de un científico buscando la verdad y la paz. En medio de la polarización que casi todo el mundo vive es muy claro que pocos consideran la opinión del otro como válida; parece que hemos olvidado que la ley de la venganza solo nos mantiene atrapados en un ciclo de odio que puede ser eterno hasta que las partes decidan lo contrario y se den cuenta que el dolor es el mismo en ambos lados.
Por eso viene a cuenta cerrar este mes de desastres con la frase de un hombre que estas semanas me ha estado rondando la cabeza; Rodney King un taxista afroamericano que en 1991 fue golpeado brutal e injustificadamente por cuatro policías blancos hasta casi quitarle la vida. Meses después el jurado conformado por una mayoría blanca absolvió a los inculpados generando uno de los estallidos sociales más dramáticos de los que Estados Unidos tenga memoria con unos levantamientos de más de seis días, 53 personas fallecidas y siete mil edificios incendiados en el condado de Los Angeles. Lo sucedido después es una de las más grandes lecciones en la resolución de conflictos. En una entrevista televisiva Rodney King decidió no optar por la inútil revancha y luego de contener el llanto encontró unas sencillas palabras que detuvieron la violencia: “Please, can we get along here? We all can get along. I mean, we´re all stuck here for a while. Let’s try to work it out”. (¿Acaso podemos llevarnos bien por favor? Todos podemos llevarnos bien. Quiero decir, todos estamos atrapados aquí por un tiempo. Intentemos solucionarlo).
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Reactiva Finabien servicios financieros en Guerrero tras el huracán Otis
