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El ex presidente Luis Echeverría Álvarez fallecido la noche de este viernes puso en marcha un modelo económico con muchas similitudes con el que está desarrollando la 4T.
Cuando Echeverría tomó posesión del cargo —en diciembre de 1970– al poco tiempo mostró un doble discurso: uno en lo político y otro muy distinto en lo económico.
Por un lado era un globalista. Una de sus principales metas fue erigirse como el líder de los entonces llamados países del Tercer Mundo y, desde ahí, saltar a la secretaría general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), elección que finalmente perdió.
Histórica y ampliamente difundida fue su visita a la China de Mao Tse Tung y otras naciones asiáticas —donde se hacía acompañar con largas delegaciones de funcionarios y periodistas— buscando los consensos necesarios. Incluso hubo quien intentó postularlo para el Premio Nobel de la Paz en aquellos años setenta.
100% nacionalista
Pero en el plano local, particularmente en materia económica, era un nacionalista recalcitrante.
Como muchos otros presidentes, pretendió emular a Lázaro Cárdenas. Ahí entendió que mucha de la gobernabilidad en el antiguo régimen priísta residía en establecer fuertes alianzas con los sectores campesino y obrero.
Eran los tiempos en los que Fidel Velázquez dominaba el sector sindical y quien, por cierto, terminaría destapando al candidato del PRI a la presidencia en 1976, José López Portillo.
Con Luis Echeverría, México da los primeros pasos en el modelo económico de sustitución de importaciones.
Como su nombre lo indica, en la lógica presidencial México no necesitaba importar artículos del exterior y todo debía ser fabricado en territorio nacional.
Así pues, el gobierno se fue llenando de múltiples empresas —hasta bicicletas producía— que años después fueron privatizadas en la administración de Carlos Salinas de Gortari.
Un modelo donde las empresas y productores tenían que pagar por exportar materias primas y artículos de consumo.
Uno en el que —a través de la entonces Conasupo— se creaban reservas estratégicas y se controlaban precios para evitar desabasto en el mercado interno.
Un modelo, cabe señalar, con similitudes a lo que pretende implantar el actual mandatario, Andrés Manuel López Obrador.
La tendencia a proteger el mercado interno
En múltiples ocasiones, López Obrador ha criticado los postulados salinistas —y de su entonces secretario de Hacienda, Pedro Aspe— de hacer de México una economía de servicios y comprar artículos en el exterior en condiciones más competitivas que la producción local.
López Obrador ha mencionado constantemente en sus conferencias de prensa matutinas que México —Norteamérica en su conjunto— debe producir los productos que consume.
A partir de ahí se entiende la búsqueda de la soberanía en materia de combustibles, la compra de la Refinería Deer Park y la construcción —aún en proceso de construcción pero ya inaugurada— de Dos Bocas.
También se entiende el proyecto de relocalización de inversiones —motivado en mucho por los incrementos de 500% en los fletes desde China— dentro del Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec.
El proyecto busca modernizar el ferrocarril de Salina Cruz, Oaxaca, a Coatzacoalcos, Veracruz, con diez parques industriales a lo largo de la ruta. Sería aquí, según lo planteado por López Obrador, donde se fabriquen muchos de los artículos que consuma el mercado mexicano y norteamericano en su conjunto.
Hoy Conasupo ya no existe, pero algunas de sus funciones recaen en el organismo creado en el actual régimen llamado Seguridad Alimentaria de México. (Segalmex).
¿Sorprende la similitud de modelos económicos de Echeverría y López Obrador? En realidad no.
Fueron precisamente esos años setenta los de formación política y económica del tabasqueño. Los años de la guerra fría, del triunfo y ascenso de la Revolución Cubana, de las guerras por mantener la hegemonía petrolera.
La regla de oro de la historia es que todo vuelve, todo se repite.
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