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¿Será cierto que no hay nada nuevo bajo el sol? ¿Acaso hemos llegado al punto en que lo sabemos todo? Como humanidad hemos alcanzado importantes avances en todos los ámbitos y nos hemos beneficiado de los adelantos tecnológicos. También hemos logrado compilar los conocimientos en formas diversas, desde las inscripciones en piedra hasta en delgados y casi imperceptibles dispositivos capaces de contener millones de datos.
Muchas de las cosas que hacemos en lo cotidiano las hemos aprendido en nuestros grupos sociales, con ello formamos y fortalecemos la comunidad a la que pertenecemos.
Sin embargo, por mucho que avancemos tecnológicamente hablando, hay aprendizajes que seguirán siendo elementales y no por ello obsoletos. Así, ciertos condicionamientos y conductas socialmente aprendidas, nos enseñan cómo ha de ser nuestro desempeño en una reunión, en la casa, en la escuela o en un centro de trabajo. Gracias a ello podemos convivir, aunque también esas pautas nos llevan a segregar a algunas personas porque son diferentes al resto del grupo.
Muchas de las cosas que hacemos en lo cotidiano las hemos aprendido en nuestros grupos sociales, con ello formamos y fortalecemos la comunidad a la que pertenecemos. Hay aprendizajes extraordinariamente ricos, aunque lo cierto es que poco nos detenemos a verlos y a reconocernos frente a nuestros pares.
Además de las normas y conductas, pensemos en la familia como el grupo socializador más inmediato. Ahí en ese espacio hemos aprendido muchas cosas que luego llevamos a la vida adulta y a nuestro propio núcleo familiar. El respeto a las personas mayores y a los padres, no hablar con la boca llena, pedir la palabra, escuchar a los demás, compartir, conciliar, evitar riñas, entre otros principios los hemos recibido en casa y vimos cómo nuestros padres hacían lo mismo. O sea, aprendimos de su ejemplo.
Un buen principio
Para predicar con el ejemplo y emplear esta herramienta de enseñanza en el núcleo familiar o como técnica de motivación en nuestros equipos de trabajo, tiene como eje medular la congruencia. Es decir, no podemos pretender que las personas respondan a algo que no practicamos. Tan sencillo, cómo pretender ser respetados cuando tratamos a los demás con insultos o indiferencia.
Entonces, ser congruente con lo que se predica, será siempre el mejor principio de actuación frente a nuestros colaboradores.
En el mundo de los mandos intermedios ocurre algo muy particular: los colaboradores siempre esperan algo más de sus superiores. Ese plus muchas veces no tiene que ver con cuestiones técnicas, sino con el lado humano, que se traduce en el buen trato, en el reconocimiento y aunque ustedes no lo crean en un simple “buenos días”.
Para predicar con el ejemplo y emplear esta herramienta de enseñanza en el núcleo familiar o como técnica de motivación en nuestros equipos de trabajo, tiene como eje medular la congruencia.
Hoja de resultados
Pudiera parecer ocioso intentar resultados óptimos con situaciones que no están escritas en un manual de operaciones, pero debemos tener presente en todo momento que las empresas las forman las personas, de ahí la necesidad de resaltar y fortalecer dicha esencia.
Los mandos intermedios tienen enormes responsabilidades. En el día a día son el timón que lleva a buen puerto tanto a los proyectos como a las personas que los ejecutan. En su quehacer está motivar a los colaboradores, por ello ha de mantenerse firme en sus principios, respetuoso de sus colaboradores, disciplinado en sus tareas, atento a las demandas de la alta dirección, atento al trabajo de cada jefe de equipo e incluso de los colaboradores en lo individual.
Imaginemos por un momento, cómo sería la empresa si un mando intermedio llega desaliñado y pide a su equipo que vista bien. Imposible. ¿Cómo puede un jefe pedir puntualidad cuando él llega tarde o no respeta los horarios dispuestos, incluso por él mismo? Imposible. ¿Cómo puede pedir cumplimiento de tareas, disciplina, rectitud, compromiso? La lista puede ser muy larga y cada falta de congruencia pondrá en peligro los objetivos trazados y los resultados esperados.
Predicar con el ejemplo es una herramienta de motivación en el ámbito laboral que se refleja en la hoja de resultados, porque:
La congruencia entre hechos y palabras brinda confianza a los colaboradores a la hora de hacer su trabajo o proponer nuevas iniciativas.
Permite mayor identificación entre el mando intermedio y sus colaboradores.
Establece un ámbito de mayor influencia hacia los colaboradores.
Es simple: los hechos valen más que mil palabras; así por muy evolucionados que nos digamos, nunca habrá mayor lección que aquella que trasmitimos desde nuestra esencia humana y nos ayuda a construirnos con los demás.
*Alfonso Aguilera Gómez, Director General de ICAMI Región Centro. Cuenta con una Master en Dirección de Empresas para Ejecutivos con Experiencia, por el IPADE.