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Héctor Sanromán*
Hablar de las pensiones en México significa entender el pasado, presente y futuro de nuestra demografía y cómo esta realidad es resultado de correctas y fallidas políticas públicas; pero, en esencia, lo peor que podemos hacer es no hacer nada para que los niveles de bienestar lleguen a los trabajadores y sus familias cuando así corresponda.
A propósito del bicentenario de la Revolución, la sola lectura de algunos números nos lleva a reflexionar sobre el alcance de las decisiones que debemos estar tomando como sociedad para que los niveles de bienestar se alcancen cuando los trabajadores lleguen a la edad de retiro.
En 1910, éramos 16.2 millones de Mexicanos con una tasa de natalidad del 1% y una expectativa de vida de alrededor de 30 años; hoy somos casi 110 millones de Mexicanos con una tasa de natalidad del 1.2%, sin olvidar que a mediados de la década de los 1970 la tasa era del 3.5% y que en las próximas décadas la tasa de natalidad llegará a 0%. Al menos en estos términos tendremos una estructura demográfica muy similar a la que actualmente tienen algunos países desarrollados. La expectativa de vida en 2010 estará superando los 80 años, sin dejar de reconocer que las mujeres viven más que los hombres.
Los adultos mayores pasarán de ser hoy menos del 7% del total de la población al 28% en 2050. Sin embargo, México tiene una oportunidad demográfica al estarse incrementando la PEA, que llegaría a los 66 millones en 2040.
Los adultos mayores pasarán de ser menos del 7% del total de la población al 28% en 2050, no obstante México hoy tiene una oportunidad demográfica al estarse incrementando la Población Económicamente Activa (PEA) para llegar a los 66 millones en 2040. Sin embargo, hoy flota en el ambiente una pregunta: ¿cómo hacer para que ese bono demográfico no se convierta en una carga demográfica?
Cuando hablamos de estos temas no podemos evitar el preguntarnos sobre tópicos de actualidad y el impacto positivo o negativo que tienen en nuestra vida cotidiana: el porqué del gran número de jóvenes que ni estudian ni trabajan (ninis) y la ausencia de políticas públicas para atender este tema; o bien de la existencia del Sistema del Seguro Popular de Salud, de la pensión alimentaria otorgada por el Gobierno del Distrito Federal a los mayores de 70 años residentes en la capital. No pretendo discutir si la necesidad de atender la salud existe o no, o si existen adultos mayores con una necesidad urgente de recursos para atender sus necesidades más inmediatas. Lo que pongo sobre la mesa es que estos programas parecen ser más decisiones políticas que verdaderos programas de Estado de largo plazo con estudios técnicos actuariales que validen su solvencia en los próximos años.
Es claro que ninguna solución de bienestar resultará sin la participación del propio trabajador, quien hoy en día es responsable de informarse, conocer e incrementar las aportaciones que se realizan en su cuenta individual, de las organizaciones sindicales que hoy brillan por su ausencia en estos temas, de las organizaciones patronales que ven con preocupación que les pueden ser incrementadas las cargas sociales, de las autoridades muchas veces soberbias y perdidas en el mundo de la burocracia, de los diputados y senadores que siguen perdidos en la ignorancia del tema, una industria muchas veces dividida sin la posibilidad de establecer planes de negocio no digamos de largo plazo, de corto plazo, con un diálogo con la autoridad en donde priva la desconfianza y la sospecha; del importante conocimiento de los institutos y asociaciones de ejecutivos expertos en estos temas, del conocimiento y experiencia de la Organización Internacional del Trabajo y otros organismos multinacionales.
*Presidente del Business Compliance Group. Abogado experto en temas financieros y en sistemas de ahorro para el retiro.
Correo: hsanroman@complianceofficers.com.mx
twitter: Hectorsanroman