Tiempo de lectura aprox: 3 minutos, 20 segundos
Cira Rodríguez César/PL
La Habana. La presencia de las mujeres en el mercado laboral aumenta considerablemente, así como sus derechos en el trabajo, pero aún millones afrontan obstáculos para acceder a la igualdad de oportunidades.
El director general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Guy Ryder, afirmó recientemente que todavía persisten disparidades resistentes en materia de igualdad entre los sexos en el puesto laboral.
Ante esa situación general a nivel mundial, consideró necesario evaluar la eficacia de las políticas existentes a fin de renovar estrategias y adoptar medidas concretas para mejorar la vida profesional de las féminas.
El avance hacia el logro del empoderamiento de la mujer y la igualdad de género ha tenido altibajos, y pese a que la participación femenina en el mercado de trabajo a menudo registra aumentos significativos, la evolución no es pareja entre países y regiones.
Sigue presente la segregación ocupacional en función del sexo, y persisten las disparidades salariales.
Todavía es excesiva la presencia de mujeres en la economía informal, en la labor precaria y en puestos mal remunerados, por ejemplo, en la agricultura, el trabajo a domicilio, el asistencial y el doméstico.
En la economía formal, la proporción de mujeres en el ámbito de dirección y las cúpulas ejecutivas sigue inadmisiblemente baja, pese a haber damas competentes y capaces como líderes.
Consideraciones de la OIT apuntan a que, en general, los índices de participación en la fuerza de trabajo no están mejorando y se mantienen en más de un punto porcentual por debajo del nivel anterior a la crisis.
La caída de estos índices es particularmente pronunciada en Asia oriental y Asia meridional, donde muchas mujeres han abandonado el mercado laboral.
De ahí que las féminas siguen expuestas a un mayor riesgo de empleo informal que los hombres, pues suelen contar con menos protección jurídica y social.
En ese escenario, por primera vez en la historia América Latina es una excepción, aunque sin perder de vista que al área le queda mucho por hacer en materia laboral femenina.
Más mujeres en fuerza laboral latinoamericana
La fuerza laboral latinoamericana está compuesta hoy en más de un 50 por ciento por mujeres en edad de trabajar, las que totalizan más de 100 millones, de acuerdo con Elizabeth Tinoco, directora de la OIT para América Latina y el Caribe.
Según sus cálculos, esa cifra aumentará en los próximos años, como resultado de un proceso imparable.
Tinoco aseguró que, a pesar del terreno conquistado tras décadas de esfuerzos, no puede ocultarse que la igualdad de género aún es un desafío para los países latinoamericanos y caribeños.
“Queda un largo camino por recorrer para aprovechar mejor el potencial de las mujeres, pues aunque ellas estudian más, ganan menos y son mayoría entre las personas pobres, las informales y las desempleadas”, afirmó.
También son más entre las personas sometidas a extensas jornadas por la suma del tiempo dedicado al trabajo y al cuidado de la familia.
De acuerdo con la oficina regional de la OIT, la participación laboral de las latinoamericanas ha aumentado de 49.2 por ciento en 2000 a 52.9 por ciento en 2010, pero aún es inferior a la de los hombres, equivalente al 79.6 por ciento del total.
En cambio, la tasa de desempleo de las mujeres de 9.1 por ciento es persistentemente mayor que la de los hombres, de 6.3 por ciento.
Tales indicadores fueron difundidos en un informe realizado por cinco agencias de Naciones Unidas: Trabajo decente e igualdad de género a cargo de la OIT, Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, y ONU Mujeres.
Dicho documento plantea que las trabajadoras son mayoritariamente urbanas, y siete de cada 10, adultas en edad reproductiva.
Destaca también que el 53.7 por ciento de las mujeres en la población económicamente activa alcanzan 10 o más años de educación formal, en contraste con 40.4 por ciento de los hombres.
Además, 22.8 por ciento de las mujeres en la fuerza laboral cuentan con educación universitaria (completa e incompleta), por encima del 16.2 por ciento de los hombres.
Sin embargo, reciben menos ingresos que sus colegas varones, aunque la brecha salarial ha disminuido aún el 68 por ciento de las trabajadoras ganaban 68 por ciento de lo que recibían los hombres en 2010, una diferencia de más de 30 puntos porcentuales.
Asimismo, siete de cada 10 mujeres ocupadas se desempeñan en el sector de los servicios y el comercio, donde las condiciones laborales pueden ser precarias.
Aproximadamente 17 millones de ellas están ocupadas en trabajo doméstico, principal fuente de empleo de las latinoamericanas, y aunque se han dado pasos importantes para mejorar su situación, es un sector en el que impera la informalidad (70 por ciento).
Ellas también se diferencian según sus ingresos. La participación laboral de las mujeres de remuneraciones más altas prácticamente duplica la de las más pobres.
Además, la tasa promedio de desocupación entre las más pobres quintuplica a las de mayores ingresos, lo que denominan muchos expertos como la feminización de la pobreza.
Acciones urgentes
En opinión de Elizabeth Tinoco como directora de la OIT para América Latina y el Caribe, hay que recurrir a una combinación de políticas para reducir la desigualdad.
Para ello ve necesarias políticas de empleo específicas a fin de promover la incorporación de más mujeres al trabajo en condiciones de igualdad.
También cree oportuna una mayor promoción de las empresarias y microempresarias, de formación y capacitación para mejorar la transición escuela-trabajo, de cuidado de los niños y división de tareas en las familias, de aumento de la cobertura en seguridad social, de respeto de los derechos laborales,
Y, por supuesto, significó, dejar atrás los estereotipos de género.
Tinoco asegura que la incorporación de las mujeres al trabajo en condiciones de igualdad es esencial para enfrentar problemas endémicos de América Latina como la pobreza y la desigualdad, y para abrir el camino hacia un crecimiento económico sostenible.