Tiempo de lectura aprox: 3 minutos, 45 segundos
Esta forma de organización, fundamentada en valores y principios éticos de solidaridad, democracia e igualdad para cada uno de sus integrantes, representa una alternativa de sociedad productiva que va más allá del individualismo y los meros fines de lucro.
Al menos, el 29 por ciento de la población económica en México está relacionada con una sociedad cooperativa, ya sea colaborando directamente con ellas o a través de créditos –sobre todo en el área rural– que pretenden impulsar proyectos productivos.
A decir de Alonso Aguilar Ibarra, investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México y especialista en sociedades cooperativas pesqueras, las sociedades cooperativas son importantes en el desarrollo productivo y social “porque son una forma de producción que promueve la equidad y la repartición de la renta económica de los recursos”.
El origen de este modelo de producción se sitúa en Europa a finales del siglo XIX después de la Revolución Industrial, sin embargo, hay datos de que en la América prehispánica asociaciones similares ya existían, que se fueron extendiendo y formalizando a lo largo del virreinato.
Después de la Revolución Mexicana, movimientos obreros y campesinos lograron la inclusión de las sociedades cooperativas en el marco jurisprudencial del Estado mexicano, de tal manera, que para 1938, el presidente Lázaro Cárdenas promulgó la Ley General de Sociedades Cooperativas.
Para Juan Gerardo Domínguez, presidente de la Unión de Sociedades Cooperativas de Actividades Diversas del Distrito Federal, durante la segunda mitad del siglo XX las cooperativas fueron una referencia en los modos de producción mexicanos, extendiéndose a todos los aspectos en cuanto a la demanda y satisfacción de bienes, servicios y de ahorro y préstamo, principales tipos de estas sociedades, además de cooperativas pesqueras y acuícolas o servicios profesionales.
En cuanto a los alcances de estas sociedades productivas a nivel mundial, el especialista asegura que tan sólo 300 cooperativas tienen un valor agregado en economía equivalente al producto interno bruto de Canadá: “hoy en día hay más cooperativistas que católicos en el mundo”, dimensiona. Y agrega que los socios (así se denomina a quienes forman parte de una sociedad cooperativa) conforman el 20 por ciento de la población en todo el planeta.
Si bien es cierto que hubo “un vado” a finales de la década de 1990, en el que hubo una desaceleración en la constitución de dichas sociedades, para el año 2000, en México, la Secretaría de Relaciones Exteriores –que era hasta el año pasado la encargada de otorgar los permisos correspondientes para la conformación de las cooperativas, cediendo la estafeta a partir de 2012 a la Secretaría de Economía– había recibido 22 mil solicitudes para obtener los permisos necesarios, según datos de la propia cancillería.
Actualmente, México cuenta con unas 15 mil sociedades cooperativas, entre las que destacan por su tamaño Cooperativa La Cruz Azul, Sociedad Cooperativa Trabajadores de Pascual y Grupo de Alijadores de Tampico, que si bien generan alrededor de 5 mil empleos, son las micro, pequeñas y medianas cooperativas las que congregan al mayor número de personas empleadas.
Gracias a la inclusión de este modelo en el marco legal y una vez aceptados los beneficios económicos, sociales e individuales de estas sociedades, fueron objeto de ciertas prebendas, como la que tenía el sector pesquero. Ésta consistía en tener la exclusividad de extraer, procesar y comercializar ocho especies diferentes de productos del mar (como camarón o abulón). Sin embargo, para el año 2000, “el gobierno dejó de considerarlas prioritarias y promovió una serie de reformas normativas” que suprimió esta exclusividad cooperativa. Debido a estas reformas, muchas sociedades que no tenían trazados proyectos a largo plazo sucumbieron ante la injerencia de empresas trasnacionales y desaparecieron.
Pese a esto, el investigador Juan Gerardo Domínguez asegura que resultaron 200 cooperativas de alto impacto económico y alto impacto social, llamado también Polo de Desarrollo Regional, en toda la República, por sus aportaciones a la productividad y la concentración de trabajadores beneficiados.
A la pregunta de si los grandes capitales privados o los mecanismos de intercambio comerciales que ha sufrido la economía mundial afectan en el desempeño de las cooperativas, el especialista asevera que “mínimamente”, lo que sí sucede, dice, es que “mientras más grande es una cooperativa, es más absorbida por los principios y las reglas de la empresa mercantil”.
—¿Hay algo que quiera aportar en el marco de este año internacional de las sociedades cooperativas?
—Lo que me parece muy importante dar a conocer al público en general es que por la pujanza que tienen ya los organismos internacionales del movimiento cooperativo, ahora estamos en un escenario donde es muy importante que las cooperativas de todos los niveles de integración empecemos a promover una propuesta de sociedad alternativa única tras la propuesta de sociedad centrada en el mercado, centrada en el tener […] Pero ésta es en nuestra oportunidad para mostrar que: uno, la sociedad mercantil está llegando a su crisis estructural más fuerte de todos los tiempos; y dos, que nosotros podemos ofrecer una formas de organización tras la producción y el consumo mucho más humanista, poniendo en el centro al modelo [cooperativista], al ser humano y la vida, que incluye, por supuesto todo lo que tiene que ver con nuestro ambiente y recursos naturales.
Podemos proponer un modelo de sociedad en el que se prioricen los principios, los valores humanistas y empecemos a alejarnos de esos principios que nos han llevado, entre otras cosas, a un individualismo galopante, a poca solidaridad entre vecinos y ciudadanos; y sobre todo a tendencias de poder como es la anarcoeconomía. Todos los principios, reglas del mercado globalizado se aprovechan al máximo, son el escenario ideal para cualquier empresa mercantil, sabiendo que no sólo por el poder desgraciadamente violento, de destrucción, que tiene, sino también ayudada cada vez más por el poder político y el poder financiero. Creo que las cooperativas podemos aprovechar esta oportunidad […] E ir proyectando un modelo nacional. Esa es la lucha en la que estamos hoy en día muchos directivos.
Por su parte, el investigador Alonso Aguilar Ibarra señala que lo que necesitan las sociedades cooperativas es apoyo en la capacitación. “Este año es una buena oportunidad para difundir las experiencias en la importancia cooperativa, pero a muchas les falta capacitación en cuestiones administrativas para campesinos o pescadores. Es donde debe haber más apoyo.
Ambos especialistas coinciden en que el modelo de las sociedades cooperativas no perecerá, sino que lejos de eso, este año es un buen momento para difundir que las sociedades cooperativas son una alternativa viable en la forma de organización mercantil, pero sobre todo social, siempre y cuando estén bien administradas.