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Humo Dentro Del Frasco
Emmanuel Alanís García
En un mundo donde la tecnología impulsa cada vez más la competitividad empresarial respecto de la provisión de bienes y la prestación de servicios en el mercado, lograrla no es una responsabilidad exclusiva del departamento de tecnologías de la información (TI). Las y los directivos, así como sus equipos legales deben involucrarse en la adquisición de bienes intangibles como lo son las licencias de software, servicios en la nube y/o contratos de desarrollo, entre otros. Estos activos pueden valer millones, pero sin una protección legal adecuada, la inversión puede desvanecerse, generándole a la empresa una pérdida considerable.
A manera de paralelismo, los activos tecnológicos por su naturaleza intangible podrían compararse un humo de gran valía que ha sido preservado en el interior de un frasco, sin embargo, si este recipiente no está bien cerrado o llega abrirse, éste deja de tener valor inmediatamente al quedarse vacío. En consecuencia y, bajo esta reflexión, cabría preguntarse ¿cómo hay que preservar a los activos tecnológicos? La respuesta, si bien no es obvia, permite indicar que la negociación y la comprensión adecuada de los contratos tecnológicos no solo maximizan su valor, sino que también permiten mitigar riesgos críticos, desde controversias contractuales hasta la ciberseguridad, es decir, son medidas que garantizan que “el frasco esté bien cerrado, evitando que este humo se desvanezca”.
Al respecto, cabe advertir que la adquisición de tecnología abarca mucho más que un software o hardware. Esto implica cuestiones de mayor complejidad como contratos de desarrollo propio, implementaciones, migraciones, y servicios en la nube (tales como SaaS, PaaS, IaaS, entre otros), implicando términos comerciales, operativos y legales que impactan la operación de una empresa a largo plazo. Un contrato mal negociado puede generar un vendor lock-in (es decir, donde la empresa queda atada a un proveedor sin alternativas viables), costos excesivos de abogados sin experiencia en la industria, problemas regulatorios o incluso la pérdida de derechos sobre un desarrollo crucial.
A menudo, el problema radica en la desconexión entre las áreas técnicas, operativas y legales. Por ejemplo, un proveedor puede negarse a modificar términos de limitación de responsabilidad por ser estándares globales del mercado, lo que abogados sin experiencia en la industria de TI interpretan como inflexibilidad. Este desconocimiento lleva a negociaciones prolongadas, aumentando costos sin beneficios reales.
Por otra parte, uno de los mayores riesgos en el uso de tecnología es la vulnerabilidad por ciberataques. En este sentido, los contratos de servicios en materia de TI, necesariamente deben incluir términos claros sobre procedimientos de respuesta, responsabilidad y, crucialmente, lineamientos para realizar pruebas forenses que delimiten responsabilidades en caso de hackeos o cualquier ataque cibernético. Esto no solo permite reducir disputas legales, sino que también protege la relación entre proveedores y clientes.
Adicionalmente, el auge de la inteligencia artificial en herramientas tecnológicas introduce retos legales únicos y emergentes, como el uso indebido de información sensible o infracciones de propiedad intelectual. Por lo anterior, es indispensable establecer cláusulas sobre el uso de algoritmos y datos entrenados, pues éstas resultan ser claves para evitar conflictos y así mantener el control efectivo sobre activos tecnológicos críticos.
Hoy, la propiedad intelectual de los desarrollos tecnológicos constituye un activo estratégico. Sin un contrato y políticas adecuadas, una empresa puede perder fácilmente control sobre su tecnología o información, incluso frente a terceros. Tal y como la metáfora del humo en el frasco advierte, resulta particularmente relevante que el contrato delimite de forma clara y adecuada los términos de titularidad o uso pues de no hacerlo, el humo, es decir los activos intangibles como la propiedad intelectual y la tecnología. puede escaparse, es decir, perderse o ponerse en riesgo, dejando a la empresa sin un activo de gran valía, es decir, con un frasco vacío de ínfimo valor. Por lo anterior, el marco legal, no solo protege a la empresa, sino que define cómo ésta puede conservar, mejorar, integrar y, particularmente importante, comercializar sus activos tecnológicos sin riesgo.
A manera de conclusión, los puntos antes desarrollados permiten advertir un sinfín de ventajas que el desarrollo de buenos contratos respecto de activos tecnológicos, representan para las empresas, pues estos permiten obtener diversos beneficios, por lo que la asesoría legal especializada en esta materia resulta indispensable. En este sentido, alguno de estos beneficios son los siguientes:
- Protección de la propiedad intelectual, pues esta garantiza que la empresa retenga o bien, adquiera derechos claros sobre el uso o explotación exclusiva de desarrollos tecnológicos.
- Optimización de costos, permitiendo así evitar pagos redundantes o términos abusivos en licencias, suscripciones, y/o implementaciones, según sea el caso.
- Adaptación a necesidades específicas, que aseguren que el contrato contemple las particularidades operativas de la empresa, tal y como lo son las integraciones, la personalización o la ampliación escalable, entre otros.
- Prevención de disputas legales, permitiendo así clarificando procedimientos, responsabilidades y resoluciones ante incidencias, al tiempo de mitigar conflictos y reducir así gastos o costos futuros innecesarios.
- Mitigación de riesgos regulatorios: Cumple con las normativas locales e internacionales relacionadas con la protección de datos personales, sector financiero y exportación de software.
- Flexibilidad para el futuro del negocio, debiendo para ello desarrollar e implementar cláusulas que permitan facilitar las actualizaciones tecnológicas, o bien, terminaciones anticipadas sin penalizaciones desproporcionadas para las partes contratantes.
- Valorización del activo, a través de una documentación que se estructure adecuadamente, la tecnología desarrollada o adquirida puede incrementar el valor empresarial en operaciones futuras, tal y como en el caso de fusiones o adquisiciones corporativas.
En una era donde el software y los servicios en la nube resultan fundamentales para las operaciones y/o transacciones empresariales, el rol del abogado de empresa no es opcional, sino una necesidad en toda operación comercial. Por ello, resulta imprescindible comprender que la asesoría legal no solo reduce riesgos, sino que éste, además, permite posicionar a la empresa para competir y crecer de manera sostenible.
En última instancia, las empresas enfrentan una elección: asumir que la adquisición de tecnología es solo un asunto técnico, o bien, reconocer que es una inversión estratégica que merece atención del más alto nivel. En ese contexto, una asesoría legal adecuada es la diferencia entre un activo de gran valor y un costosísimo frasco vacío.
*1 Abogado por la UNAM, es Maestro en Propiedad Industrial, Derechos de Autor y Nuevas Tecnologías por la Universidad Panamericana en CDMX. Actualmente, es Counsel responsable de las áreas de Propiedad Intelectual y Tecnologías de la Información de la firma de consultoría legal B-WISE Conducta Empresarial Responsable.