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El subsecretario reconoce que no se alcanzaron las metas planteadas al principio de sexenio en materia de producción de granos básicos. Explica, sin embargo, que se consolidó un “cambio radical” en la política agropecuaria y alimentaria que permitió enfrentar la crisis mundial de alimentos y pronto garantizará la autosuficiencia alimentaria. Falta sacudirse de manera definitiva imposiciones de Estados Unidos y de los “neolatifundistas” del Consejo Nacional Agropecuario, señala
Zósimo Camacho
Víctor Suárez Carrera define la política agropecuaria del sexenio que concluye con una sola frase: “autosuficiencia alimentaria con campesinos, con transición agroecológica, con apoyos productivos directos sin intermediarios; sin corrupción, y que responde al derecho a la salud de la población”. Cinco principios que quitaron el monopolio de los recursos a los grandes empresarios y que han sentado las bases para alcanzar la autosuficiencia alimentaria, considera.
No se guarda nada. En entrevista con Fortuna. Negocios y Finanzas, el actual subsecretario de Autosuficiencia Alimentaria se muestra orgulloso del “cambio radical” de la política agropecuaria y alimentaria en el presente sexenio. Sin embargo, reconoce que las metas planteadas en 2018 no se alcanzaron y, en honesta autocrítica, señala omisiones, errores y vacíos en la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader).
Reivindica a las comunidades campesinas –indígenas y mestizas– como los principales actores que garantizarán la autosuficiencia alimentaria del país y, al mismo tiempo, son custodios de la biodiversidad, la naturaleza, las manifestaciones culturales y la identidad de la nación. En seis años, 2 millones 900 mil pequeños productores recibieron alrededor de 510 mil millones de pesos.
En contraste, critica a los “neolatifundistas” del Consejo Nacional Agropecuario (CNA), que durante mucho tiempo gozaron del presupuesto del sector. Los mismos grandes empresarios que, durante el actual sexenio, se opusieron a las nuevas políticas del campo, intentaron sabotearlas y hoy hacen alarde de que no se alcanzó la autosuficiencia alimentaria, lamenta.
“Primero, ¡qué bueno que hablan de autosuficiencia!, porque nunca antes hablaron de autosuficiencia, sino de dependencia. Y ahora lo hacen con fines políticos, de golpeteo político. Ellos fueron promotores del abandono del campo y la dependencia alimentaria para beneficio de unas cuantas grandes empresas.”
Por momentos, Víctor Suárez golpea la mesa. Le apasiona hablar sobre el sector agropecuario y la política desarrollada durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Considera que la soberanía nacional en materia agroalimentaria está en vías de alcanzarse. México decide sus propias políticas, asegura.
No se trata sólo de enunciarlo, sino de “dejar atrás la política de dependencia alimentaria e iniciar la reconstrucción de las capacidades nacionales para la autosuficiencia. Y esto es un cambio radical”.
Rechaza las críticas a Sembrando Vida. Por el contrario, asegura que se trata de un programa toral en una nueva política agropecuaria. Reconoce, sin embargo que deberá adecuarse luego de seis años de funcionamiento. Advierte que en mediano plazo México dejará de comprar maíz transgénico para uso pecuario. Se conseguirá porque cambiará la manera en que se engordan los animales en el país.
Afirma que durante estos seis años la política del campo estuvo regida por cinco principios. El primero de ellos, el apoyo prioritario a los pequeños y medianos productores: “la agricultura campesina e indígena que fue excluida, estigmatizada y sujeta a una guerra bajo los gobiernos neoliberales. Hoy con este gobierno se rescata, por justicia y reconocimiento de sus potencialidades”.
Señala que el ciento por ciento de los recursos para el sector agrícola se entregó a 2.9 millones de pequeños y medianos productores y pescadores. Se logró con la restructuración de los más de 200 programas que había en las administraciones pasadas en siete secretarías.
“Era un manejo para la corrupción y para la captura de los subsidios por los agricultores neolatifundistas, principalmente del Norte, por las empresas agroalimentarias y por los propios funcionarios de gobierno, los diputados, los senadores, los gobiernos… todo el presupuesto para el campo era un botín para la corrupción”.
Los cientos de programas quedaron en cinco: Producción para el Bienestar, Sembrando Vida, Fertilizantes para el Bienestar, Bienpesca y Precios de Garantía. “Pocos programas, pero de gran impacto”. Y es que a través de ellos se dispersan 85 mil millones de pesos por año.
“Y lo que es también un cambio relevante es que esos apoyos se entregan de manera directa, sin intermediarios, a través de un padrón, a través de una tarjeta bancaria del Banco del Bienestar, para su cobro en las más de 2 mil 700 sucursales. Este es un cambio de fondo. El centro de la nueva política agroalimentaria son los campesinos y productores indígenas.”
Con ello, considera, se cortaron de tajo los clientelismos políticos y el derroche de recursos que, generalmente, ni llegaba a los productores.
No oculta su enfrentamiento con los grandes empresarios del CNA. Su disputa viene desde los tiempos de la lucha social. Explica que orientar el presupuesto del campo a ejidos y comunidades agrarias “generó un gran enojo e incomodidad de los agricultores latifundistas agrupados en el Consejo Nacional Agropecuario, que plantearon que estos apoyos eran improductivos, asistencialistas, de carácter político-electoral, reproduciendo la visión racista y clasista prevaleciente en el neoliberalismo y que justificó el despojo”.
-Sobre el programa Sembrando Vida, más allá de los recursos que dispersa para familias empobrecidas, ¿favorece el monocultivo y deforestación? Hay denuncias sobre el cambio de vocación de milpas y de talas para justificar el ingreso al programa –se le cuestiona.
-Sembrando Vida es un programa muy exitoso en lo social, en lo productivo y en lo ambiental. El corazón de Sembrando Vida es el establecimiento de sistemas de policultivos diversificados. Por lo tanto, no es sustentada la crítica de que se establecen monocultivos. El planteamiento es que en una superficie de 2 y media hectáreas por sembrador, establecer de manera progresiva cultivos anuales; en una porción árboles frutícolas; en otra parte, árboles forestales. De tal manera que con los cultivos agrícolas, en dos o tres años, se tenga una subsistencia de ingreso, en tanto maduran los árboles frutícolas, que en un plazo de 4 a 6 años empiezan a fructificar; y dar paso también después a la maduración de los árboles forestales, que pueden estar en condiciones de ser aprovechados a los 10, 15 y a los 20 años. Y ya tener un sistema diversificado en sus parcelas. Entonces el tema del monocultivo no es así.
-¿Y la deforestación?
-En algunas áreas, es posible que sí; pero son casos aislados. Pongo un ejemplo. Se planteaban dos y media hectáreas, pero yo tengo dos hectáreas de potrero o de acahual o un pastizal deteriorado; pero me piden dos y media hectáreas. Entonces para ser elegible, “muestro” [talo] otra media hectárea. Pero son casos particulares, no es la generalización. Se establecieron los sembradores en potreros o en acahuales, que hay por cientos de miles de hectáreas en el sur-sureste del país […]. Por supuesto, en un programa de esa magnitud puede haber este error y deficiencias, pero en general es un programa sumamente exitoso, apreciado porque permite que un sembrador esté recibiendo un salario mensual por trabajar en su tierra; y tiene el apoyo de plantas, de instrumentos de trabajo, tiene el apoyo técnico.
Señala que cada campesino adscrito a Sembrando Vida recibe 7 mil 500 pesos al mes por trabajar su tierra. “Es una belleza. Es un programa exitoso. Claro, en adelante hay que hacer los ajustes pertinentes. Por ejemplo, si yo nada más tengo 2 hectáreas susceptibles, pues nada más con dos hectáreas, no me exijas dos y media hectáreas. Si yo nada más tengo una hectárea disponible en esas condiciones, no me exijas: incorpórame con esa hectárea […]. Se requiere ajustar las normas para determinado tipo de tamaño, de sembradores, de regiones. No es lo mismo la sierra, el semidesierto o la costa.
El segundo “gran cambio” o principio fue reorientar la producción para alcanzar autosuficiencia alimentaria con campesinos. Se refiere a los apoyos destinados a la producción de granos básicos y no, cuando todo se destinaba al CNA, a la de verduras que ni en México se consumen y están dirigidas a la exportación.
Un tercer principio ha sido la transición agroecológica. Explica que las políticas gubernamentales dejaron atrás el modelo de “revolución verde” impuesto hace 50 años por Estados Unidos.
Esa llamada “revolución verde” fue impulsada, observa, por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos y Fundaciones como la Rockefeller y la Ford, porque así convenía a sus intereses. Generó la dependencia alimentaria, depauperó el campo mexicano, deterioró la tierra y saqueó el agua. “Y no es casual que hoy mismo esas instituciones quieran seguir imponiendo sus políticas en nuestro país”.
Ahora, asegura, con la “transición agroecológica” se busca articular de “manera coherente, simbiótica, las dimensiones de la producción con las del cuidado del medio ambiente y de la salud de las personas, los animales, los suelos y la salud planetaria”.
De ahí los dos decretos presidenciales –del 31 de diciembre de 2020 y del 13 de febrero de 2023– para la sustitución gradual de los “agrotóxicos”, principalmente glifosato, así como de “las semillas de los monopolios transnacionales”.
La política se completa con “una sustitución gradual de la dependencia de los fertilizantes químicos; un fortalecimiento de la autonomía productiva de las comunidades campesinas e indígenas y un reconocimiento a la relevancia y pertinencia de los conocimientos agrícolas de los campesinos y de los pueblos indígenas”.
El cuarto es el combate a la corrupción. Considera que haber quitado el presupuesto al CNA y diputados incidió en que lo recursos del sector agropecuario realmente se utilizaran para la producción. Con ello, considera, se logró restablecer el pacto del Estado mexicano con los campesinos, alcanzado con la Revolución de 1910 y roto por el neoliberalismo.
“El pacto social que se construyó en la Revolución Mexicana entre el Estado y los campesinos, que prevaleció hasta los años 70, se rompe con el neoliberalismo, al plantear que los campesinos ya no son necesarios para la agricultura ni para el proyecto de nación, sino que son población sobrante, redundante, que debe salir del campo para volver a reconcentrar la tierra, el agua, los bosques, todos los recursos territoriales de ejidos y comunidades, en pocas manos.”
Tal expulsión de las familias campesinas implicó “destruir todo el andamiaje institucional de fomento y de apoyo al campo […]. Y entonces se genera un rompimiento de la relación del Estado con los campesinos. Se crea un vacío que es ocupado por el crimen organizado”.
-¿Más dinero entregado a los campesinos incrementará la producción de manera automática? –se le pregunta.
-En esta administración, en la política de rescate del campo, se plantea reconstituir esta relación del Estado con los campesinos a nivel del territorio, a través de la Estrategia de Acompañamiento Técnico del Programa Producción para el Bienestar; y también de la estrategia de acompañamiento técnico del Programa Sembrando Vida.
“Se configuran equipos de técnicos agroecológicos y sociales, alrededor de 7 mil técnicos de campo, que van directamente al territorio bajo el modelo de Sembrando Vida en las Comunidades de Aprendizaje Campesina y bajo el modelo de Escuelas de Campo de Producción para el Bienestar. Esto para entablar una nueva relación de trabajo y de transformación de los sistemas productivos en la lógica de un nuevo modelo con base en agroecología. Esa vinculación directa es algo muy relevante porque plantea reconstruir la alianza del Estado mexicano con los campesinos.”
Informa que son 4 mil 700 escuelas de campo las que capacitan a más de 18 mil comunidades.
El quinto principio es “la vinculación de la producción de alimentos con la salud de la población, con el derecho a la salud”. Por ello, se busca dejar atrás el modelo basado en alimentos ultraprocesados y bebidas con alto contenido de azúcares añadidas. Ahora se revaloriza “la dieta tradicional de las regiones campesinas y del país, con base en alimentos mínimamente procesados, frescos, de temporada, sin agrotóxicos, que permitan vincular una agricultura ecológica con una alimentación saludable”.
-¿Las familias campesinas, es decir, los pequeños productores tienen la capacidad de alimentar al país? ¿No se necesita a la gran industria, con sus capitales y su infraestructura?
-Es el tema de fondo que se ha debatido en la transformación de la política hacia el campo. Los campesinos históricamente han producido los alimentos que ha requerido el desarrollo de este país. En particular de los años 40 a los 70. Cuando México experimentó un desarrollo económico y un proceso de urbanización e industrialización muy acelerados […], esos campesinos de pequeña y mediana escala, ejidatarios y comuneros, fueron capaces de producir los alimentos con autosuficiencia. Incluso había excedentes de alimentos y de fertilizantes que se exportaban.
-Pero probablemente había otras condiciones en el país y en el mundo…
-Había la decisión del Estado de apoyar a los campesinos; no solamente con la entrega de la tierra, sino con educación, las normales rurales, la educación socialista, la construcción de caminos, la electrificación del campo, el establecimiento de sistemas de precios de garantía de compras gubernamentales, crédito rural, aseguramiento agrícola, extensionismo [capacitación], investigación… Había todo un sistema de soporte y de promoción institucional. Y el campo respondió.
-Si funcionaba el modelo, ¿por qué se cambió?
-Viene el régimen neoliberal a partir de 1982 y se impone el modelo de las ventajas comparativas, de apertura comercial y de privatización. Y de que el Estado ya no es necesario: que todo lo van a resolver los privados; las leyes de la oferta y la demanda, la mano invisible del mercado y que hoy quien no sea eficiente tiene que dedicarse a otra cosa. Entonces esas capacidades productivas se pierden y se abren las fronteras a las importaciones de alimentos de mala calidad, y a precios dumping. Estados Unidos ha hecho una guerra económica contra la agricultura mexicana con la complicidad de los gobiernos neoliberales y del Consejo Nacional Agropecuario.
“Cómo es posible –agrega– que hoy el Consejo Nacional Agropecuario esté quejándose, criticando al gobierno, porque no logra la autosuficiencia alimentaria cuando ellos, desde 1982, y sobre todo con Salinas, fueron los promotores de la apertura comercial y del desmantelamiento de las instituciones del Estado. Y ellos apostaron por dejar de producir los alimentos básicos para reorientar la agricultura a la producción para la exportación. Es decir, ellos decían: ‘Exportemos espárragos de alto valor en los mercados internacionales para comprar maíz barato y eso le va a beneficiar a la población’.”
Rechaza que se haya fracasado en alcanzar la autosuficiencia alimentaria. Por el contrario, considera, se va por el rumbo correcto. Explica que durante los últimos seis años México y el mundo atravesaron crisis de distinta índole y, a pesar de ello, en el país no hay deficiencia de alimentos.
“A pesar de toda la noche neoliberal, de la guerra neoliberal contra la agricultura campesina, los campesinos siguieron resistiendo. Y a pesar de ese abandono, cuando llega este gobierno producían la mayor parte de los alimentos. Ahora, con el apoyo del presidente, [cuentan con] estos cinco programas, más los apoyos de bienestar, que también llegan a esas mismas familias campesinas, más el apoyo de la remesas, los incrementos de salarios en todo el país y la demanda de empleo por obras de infraestructura.”
-Sin embargo, la autosuficiencia alimentaria en granos no se alcanza aún –se le hace la observación.
-En estos cinco años y ocho meses, [se presentaron] dos años de pandemia; un año de inflación mundial; un año y medio de la guerra ruso-ucraniana; inflación en petróleo, gas, alimentos, fertilizantes, fletes marítimos, que incrementan el costo de los alimentos e incrementan el costo de la producción para los agricultores; y después de eso, en 2023, viene la peor sequía en 85 años. Pues a pesar de todo eso, y gracias a los programas de apoyo al campo, los programas de Bienestar y otras decisiones, en el país no hay deficiencia de alimentos. En el campo mejora la producción y la alimentación. Hay suficiente producción de maíz blanco para el consumo nacional, y sobra, que se dedica a consumo animal u otros usos industriales. Y de acuerdo con el Coneval [Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social], disminuye la pobreza alimentaria en el en el país; y en el medio rural disminuyen desigualdad y pobreza.
Expone: “Hubo presiones inflacionarias, derivadas de comportamientos mundiales que generó una acción de respuesta del presidente en 2022 y 2023; pero no hay un problema de inseguridad alimentaria […]. El balance tiene que ser moderado, objetivo y cuidadoso. Los dos grandes objetivos son la seguridad alimentaria y el bienestar de la población. No ha habido desabasto de alimentos en el campo ni hambrunas y han disminuido la pobreza alimentaria y multidimensional y la desigualdad. Estamos iniciando un proceso que va a llevar más tiempo. No es viable pensar que, en una transformación radical, vamos a lograr revertir los daños y destrozos que causó el neoliberalismo en más de 30 años”.
Considera que el legado del actual sexenio en materia agropecuaria es que “se confirma y comprueba” que los pequeños productores, “con apoyos económicos directos y de acompañamiento técnico, pueden incrementar su productividad, con disminución de costos, produciendo sus propios insumos y semillas y mejorando no sólo la cantidad de la producción, sino la calidad de los alimentos”.
-Al final del sexenio, ¿se alcanzaron las metas planteadas al principio?
-Por supuesto que no hemos alcanzado las metas que nos planteamos en esta administración, como avanzar en la producción de arroz para disminuir la importación. Nuestro avance fue muy limitado. No alcanzamos la meta de incrementar la producción de trigo y disminuir su importación. Ni tampoco la de maíz amarillo para el sector pecuario. Pero es una cuestión que debemos analizar como un proceso, en condiciones determinadas. Pero la producción de alimentos en general ha crecido. Y los que hoy critican al gobierno están viviendo un boom de las agroexportaciones. Esos del Consejo Nacional Agropecuario dicen que no estamos alcanzando la autosuficiencia, pero lo que estamos haciendo es disminuir el monto de los incrementos de las importaciones anuales. De 1995 a 2018 hubo una explosión de importaciones. Y desde 2019 siguieron creciendo, pero a un ritmo menor.
Señala que incluso los grandes empresarios del sector se han visto beneficiados con la nueva realidad del campo mexicano. “Como nunca están creciendo las agroexportaciones. En esta administración se ha experimentado el mayor superávit en la balanza comercial agroalimentaria respecto de todos los gobiernos anteriores. En el gobierno de Peña Nieto hubo un superávit en la balanza comercial agroalimentaria, pero fue muy inferior al actual. En los gobiernos previos siempre hubo déficit en la balanza comercial agroalimentaria. Somos el séptimo país exportador de alimentos en el mundo”.
-¿Sólo factores externos impidieron alcanzar la totalidad de las metas?
-Hemos cometido errores, hay faltantes, hay vacíos, hay insuficiencias; justamente, el balance es necesario, crítico y autocrítico, para seguir adelante. Es lo que ahora estamos llevando a cabo para plantear una segunda etapa de la Cuarta Transformación con la presidenta electa Claudia.
-¿Cuáles son esos errores, vacíos o faltantes?
-Un primer error es la falta de identidad en torno al proyecto de la transformación de algunos servidores públicos. Hay quienes no se identificaron y no asumieron los principios y orientaciones de la Cuarta Transformación. Siguieron en el paradigma neoliberal, de solamente atender a los ricos, a los agronegocios, a los agroexportadores, dándole la espalda a lo que para nosotros es la fuerza principal: los campesinos, bajo nuestro principio de que, por el bien de todos, primero los pobres. Es un primer problema que se ha tenido que enfrentar, explicable, pero real.
El subsecretario decide no mencionar nombres; pero son conocidas sus diferencias con el titular de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader), Víctor Manuel Villalobos Arámbula. El secretario acompañó al CNA en su oposición a los decretos para prohibir el uso del glifosato y a la promulgación de la Ley General de Alimentación Adecuada y Sostenible.
“El otro tema es que no se atendió suficientemente la construcción de una política integral hacia el campo y de coordinación interinstitucional. La herencia neoliberal y de los gobiernos corruptos es que cada secretaría y cada subsecretaría son feudos. La coordinación ha sido muy difícil. Todo lo que se hizo en coordinación es por la presión y supervisión personal y directa del presidente. Es necesario dar un paso hacia la institucionalización de la nueva política.”
-Un asunto intocable fue el de una nueva Ley de Aguas –se le hace señala.
-Hay temas que no se han podido abordar, por asuntos de correlaciones de fuerzas y de momentos y de tiempos, como el tema del agua en la agricultura. Hoy está privatizada, concentrada en pocas manos. Están en procesos de sobreexplotación los mantos freáticos. Hay mucha corrupción. El marco neoliberal salinista ha prevalecido y las instituciones han prevalecido. Es un tema pendiente.
Se refiere a la vigencia de la Ley de Aguas Nacionales de 1992. El nuevo proyecto nunca se discutió en los plenos de las Cámaras legislativas. Y la Comisión Nacional del Agua (Conagua) mantiene el control de las concesiones.
Se avanzó poco, observa, en mejorar los precios y los mercados agrícolas. “Tenemos un problema enorme. Bajo el tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá se genera una competencia desigual. Estamos sometidos a importaciones dumping y de mala calidad. Este sistema hace que los productores en general no tengan rentabilidad, porque no pueden, con los precios dumping de Estados Unidos, subsanar sus costos de producción”.
-En el ámbito interno se cuenta con el programa de precios de garantía, ¿pero es suficiente para que los productores reciban un pago justo y se distribuyan adecuadamente sus productos?
-Tendrá que resolverse el funcionamiento adecuado de Segalmex [Seguridad Alimentaria Mexicana] y de Liconsa [Leche Industrializada Conasupo] para dar soporte adecuado a la política de precios de garantía y a la de comercialización garantizada a pequeños productores; pero son cambios radicales. De haber encontrado destruidas las capacidades institucionales, no fue fácil el tema de precios remunerativos y comercialización segura.
-¿Qué otros temas quedaron pendientes y tendrían que ser abordados por el gobierno de Claudia Sheinbaum?
-El tema del financiamiento y seguro agrícola apropiado a pequeños y medianos productores; el de los derechos y bienestar de las familias jornaleras agrícolas, el sector más desfavorecido en la agricultura mexicana y en la sociedad mexicana, probablemente… Esas familias han sido el soporte, el boom de las agroexportaciones. En cambio, han sufrido sobreexplotación, salarios miserables, condiciones de traslado, alojamiento, alimentación y trabajo deplorables. En algunos casos han sobrevivido en la cuasi esclavitud y una violación sistemática a sus derechos laborales y humanos. Es un tema pendiente que ya asumió la presidenta electa, Claudia Sheinbaum Pardo.
“Quiero destacar la continuidad de los cambios –adelanta–. Se han sentado las bases para transitar de programas o políticas gubernamentales a políticas de Estado, de largo plazo. Es lo que representan las iniciativas de reformas constitucionales del presidente López Obrador que entregó a la Cámara de Diputados el pasado 5 de febrero. Dentro de esas iniciativas hay tres que tienen que ver con la política de rescate al campo y autosuficiencia alimentaria. Una primera es la reforma al Artículo 27 Constitucional, adicionando unos párrafos a la fracción vigésima para que los programas de apoyo a pequeños productores se eleven a mandato constitucional, que son Sembrando Vida, Producción para el Bienestar, Fertilizantes para el Bienestar, Bienpesca y Precios de Garantía.”
Tales programas van en sentido contrario a lo que dictó el neoliberalismo, considera, “donde los campesinos y pueblos indios eran población sobrante, redundante, que tenía que ser expulsada de sus territorios, con las consecuencias que conocemos”. Ahora son “objeto de prioridad en las políticas gubernamentales y estarán en la Constitución, como un mandato permanente y obligado para los siguientes gobiernos dentro de 6, 12, 18…, 30 o 50 años. Eso es un cambio histórico”.
También celebra la prohibición constitucional de la siembra del maíz transgénico, para proteger la diversidad de maíces nativos, los derechos campesinos, la salud de la población y los de un medio ambiente sano. Ya fue aprobada en comisiones y sólo falta el inicio de la próxima Legislatura.
-Los decretos emitidos en ese sentido fueron combatidos con 30 amparos y campañas en medios de comunicación. ¿Ocurriría lo mismo? –se le pregunta.
-Esto es muy relevante. El presidente, en la dirección de la transformación de la agricultura y la alimentación, emitió dos decretos prohibiendo el maíz transgénico en su siembra y el uso del maíz transgénico para consumo humano, así como la eliminación gradual de glifosato. Un decreto está siendo objeto de una controversia en el marco del Temec por el gobierno de Estados Unidos. El Consejo Nacional Agropecuario, representante de Bayern-Monsanto, fue a pedir la ayuda de Estados Unidos. Éste interpuso este panel de controversia. Pero si esto ya se eleva a rango constitucional, este derecho que se tutela desde la Constitución para todos los mexicanos, será también una conquista histórica. Y el otro derecho constitucional a alcanzar es el de los pueblos indígenas y afromexicanos.
-Se prohíbe la importación de maíz transgénico para consumo humano, pero se confirma que seguirán las importaciones de maíz transgénico para uso pecuario. ¿Finalmente, no es una derrota, considerando que el maíz que se importa es para engorda?
-La política sí está orientada a obtener una disminución de las importaciones de maíz amarillo transgénico y otros granos para el sector pecuario. Y la política está orientada no sólo a producir más maíz amarillo, sino romper con la granodependencia en la alimentación pecuaria que se impuso desde Estados Unidos. Este país, teniendo a su disposición excedentes, montañas, de maíz que no tenían destino, utilizó esos excedentes para la alimentación animal y después para la elaboración de biocombustibles, edulcorantes y alta fructosa. Y cuando entran a la cadena de producción animal esas importaciones baratas subsidiadas, se desestimula la producción nacional de maíz o de otros forrajes, nutrientes, para los animales.
-¿México tiene la posibilidad de dejar de depender de esos granos para la engorda de ganado?
-México se volvió dependiente porque se impuso un modelo de engorda a base de granos, ya no de un pastoreo tecnificado. El país tiene grandes superficies de potreros y pastizales; pero en lugar de orientar la alimentación animal a través del pastoreo tecnificado y sustentable, se les hizo más fácil concentrarlos en engordas con maíz transgénico importado. Una estrategia que intentamos llevar a cabo, pero no fue posible implementarla porque no sólo depende de esta subsecretaría, fue diversificar las fuentes de la nutrición animal. Para eso se ha identificado una estrategia de cinco líneas. La primera, incrementar la producción de maíz amarillo no transgénico. Hoy en México se producen alrededor de 3 millones de toneladas de maíz amarillo en 500 mil hectáreas, principalmente en Chihuahua, Tamaulipas y Jalisco. Proyectamos duplicar, a un millón de hectáreas. Otra línea es el desarrollo en el sur-sureste de la producción de yuca para alimento animal. Una tercera línea, buenísima, es el uso de la cosecha mecanizada en verde de los campos cañeros. Que un porcentaje se incorpore al suelo y otra parte se haga silo, con la melaza de los ingenios, con adición de minerales, de urea, nitrógeno y otros para hacer alimentación animal de gran calidad proteínica y de fibra.
-¿Tiene estimaciones sobre qué alcance tendrían estas estos proyectos para dejar de comparar maíz amarillo transgénico?
-En una superficie de 250 mil hectáreas de caña de azúcar, más todo un proceso de utilización para silo eficiente, se podrían sustituir 2 millones de toneladas de maíz amarillo. Y así, en yuca. Otra fuente es el uso de nopal, agaves y mezquites en zonas semidesérticas para permitir la producción de forraje de alta calidad proteínica. Una más es la tecnificación de los potreros y de los pastizales, con uso sostenible y eficiente. Nueva Zelanda no engordan ni un animal o no produce un litro de leche con grano. Todo es con pastizales.
-¿La estrategia sería mantener los permisos de importación de maíz transgénico para uso pecuario, pero hacer innecesaria su compra?
-Es que la granodependencia fue un modelo que nos impusieron. Y nos obligaron a pensar como ellos quieren que pensemos. Un tema central es romper con la granodependencia para la producción de proteína animal y generar diversificaciones en función también de las regiones y la disponibilidad de recursos. Y no andar llevando grano a todo el territorio nacional desde Estados Unidos. Se requiere un plan integral. Ya se hizo. Se ha presentado al próximo secretario de Agricultura. Sí tenemos la posibilidad de reducir las importaciones. Importamos alrededor de 15 o 16 millones de toneladas de maíz, que representan un orden de 5 mil millones de dólares, que son casi 100 mil millones de pesos. El problema no sólo es que estás mandando divisas y empleos al exterior, sino que estamos viviendo un mundo de incertidumbre.
-¿Hasta dónde México puede ir a contracorriente de las propias necesidades de Estados Unidos y sus consorcios?
-Necesariamente tenemos que seguir haciendo esfuerzos por producir nuestros propios alimentos, pero no sólo los alimentos, sino también los insumos, semillas y fertilizantes. La doctora Claudia Sheinbaum anunció en Zacatecas la formación de la Productora Nacional de Semillas. Es una buena noticia: recuperar la soberanía nacional en la producción de semillas, que desde el neoliberalismo está manos de tres compañías extranjeras. En este sexenio de López Obrador otro gran logro es que de no producir Pemex ni un kilo de fertilizantes químicos, hoy produce un millón de toneladas de fertilizantes químicos, con las plantas que fueron heredadas de las administraciones neoliberales en calidad de chatarra, todas las corrupciones que se hicieron con agronitrogenados. Se tuvo que disponer de esa infraestructura, invertir para ponerla en condiciones de producir y el fertilizante que se produce ahí se entrega al programa Fertilizantes Gratuitos. Hay que continuar en esas líneas.
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