Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 24 segundos
#AlAire
Enrique Hernández Alcázar
No solo el presidente López Obrador está en proceso de mudanza rumbo a ‘La Chingada’. Por lo que me cuentan cercanos al mundo corporativo y empresarial, por lo que ronda en los chats de colegas, por las parrillas editoriales de estreno y por el sentir de algunas y algunos integrantes de la clase política, estamos en tiempos de mudanzas. De mudanzas ideológicas, de mudanzas de intereses. Son tiempos de acomodo y reacomodo.
El destino de AMLO es su finca familiar, la ya muy citada y choteada ‘La Chingada’. Quizá el destino del resto de nosotros sea nuestra propia chingada, no el rancho de la metáfora producto de memes y quizá tampoco ese sitio infernal y lejano bien descrito por Octavio Paz en ‘El laberinto de la soledad’.
Son tiempos de acomodo. Por lo que sé y observo, las cúpulas de toma de decisiones también están en plena muda. Y algunas más en mudo. Son tiempos de acomodos. Son tiempos de reacomodos. En la política, en las empresas, en los medios de comunicación. En la sociedad. La fuerza arrolladora de una sola corriente política provoca que el resto ceda y conceda. Buscan intensamente mantener un plan de negocios que -pese a todo, incluso a su rechazo a los métodos cuatroteístas– les brinde réditos a corto y mediano plazo a sus empresas, negocios e intereses.
Son tiempos de reacomodo. La presencia de figuras demasiado fifís como para ser 100% adoctrinadas dentro del morenismo, les permite jugar con estas cartas, tener algo de esperanza. Igual que como sucedió cuando López Obrador arrasó en 2018, tras el triunfo contundente de Claudia Sheinbaum buscan los mismos favores, relaciones públicas y acercamientos institucionales que les permitan -al son que les toque el gobierno- desviar la mirada de aquello que no celebran para garantizar el flujo de aquello otro de donde no despegan la vista.
Son tiempos de acomodo. Los espacios mediáticos que ayer eran ultra críticos con todo lo que oliera a AMLO ahora lucen, digamos, un tanto cuanto contenidos. No todos, como diría el clásico, con sus “honrosas excepciones”. Hoy incluyen plumas y voces de personajes íntimamente ligados con el partido-movimiento que domina casi cada rincón de los círculos del poder. En otros, sin hacer mucho aspaviento público, han retirado nombres incómodos para el régimen. “Reestructuras” es la justificación de las “nuevas ofertas informativas”. Así ha sucedido estos meses en la televisión, en la radio y en la prensa escrita.
El arte acomodaticio es más evidente es el político. Unos Yunes dejándose abrazar y abrasar por la 4T. Unos perredistas huérfanos encontrando nueva figura paternal. Un naranja aspirando a aprendiz de malabarista. Figurones de Morena que hace diez años rechazaban el militarismo en la seguridad pública que hoy defienden con su propia vida parlamentaria. Fusiones de instituciones corruptas para que se nos olviden sus nombres y, sobre todo, sus lodazales. Estamos en tiempos de acomodos y reacomodos. Estamos en plena ruta de descubrir a qué tipo de chingada nos va a tocar mudarnos.
Con la victoria incontrovertible de su heredera presidencial, con todo el poder político que acumuló en su sexenio, con el que además otorgó a las Fuerzas Armadas de manera transexenal y con la aprobación íntegra de su ‘plan C’, Andrés Manuel López Obrador tendría que retirarse a su finca con una sonrisa de oreja a oreja. Con esa singular carcajada que soltó en más de una de sus mañaneras. Pero no. Las últimas semanas de su mandato han sido de dardos ponzoñosos en varios frentes.
AMLO le deja la silla del águila a Sheinbaum con varios pendientes que no estaban en la agenda transicional, con conflictos de última hora y con alguna angustia financiera que parece difícil revertirse en el cortísimo plazo: una cara rabieta (o varias) con Estados Unidos, un pletio entre bandas del narcotráfico que afecta narrativa y realidad social, dos posibles testigos colaborativos sobre el pasado del financiamiento electoral del casi expresidente y un hueco enorme en el carisma y la astucia de la comunicación política con frases y ocurrencias de ocasión que lo mantienen en el 70% de la popularidad nacional.
Veremos si la mudanza de Palacio Nacional a ‘La Chingada’ es tan tersa como se esperaba. Veremos si la mudanza de Tlalpan a Palacio Nacional es tan tersa como se planeó.
¿Ustedes qué piensan?