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La exposición Entre Mundos presenta una selección de obras de la fotógrafa franco-portuguesa Kelly Santos Dassault, realizadas a lo largo de una década.
Vicente Gutiérrez
Cuando Santos Dassault llegó a Tijuana en 2014 a documentar la frontera, quedó inmediatamente cautivada por la ciudad y sus habitantes. Más allá de estas impresiones iniciales, percibió rápidamente otra realidad más sombría y las fuerzas políticas en juego. La impactante imagen del muro fronterizo extendiéndose hacia el océano la conmovió profundamente, inspirando una profunda fascinación por comprender las complejidades de este lugar. Lo que surgió de su tiempo inmersa en la ciudad es un cautivador mosaico de historias, la intersección de mitologías tanto personales como colectivas.
A través de una serie de paisajes en gran formato y retratos íntimos, Santos Dassault explora el impacto de la migración en este lugar singular.
Sus fotografías son una meditación acerca de la frontera como un espacio físico, como un concepto y mitología. La frontera se presenta como un “no lugar”, un término creado por el antropólogo francés Marc Augé, quien define estos espacios, en este caso la frontera, como un lugar transitorio y liminal, construido sobre identidades culturales y afiliaciones cambiantes. La frontera es un lugar de anonimato y anhelo, que desafía concepciones de identidad nacional, ciudadanía y pertenencia.
La frontera se convierte en un espacio ‘intermedio’ que lleva el peso y el significado de la cultura. Observamos este fenómeno desplegarse en la cultura norteña, así como en su análogo inverso en el chicano al otro lado de la frontera.
Estas ‘terceras identidades’ son un testimonio de la porosidad de las fronteras y la maleabilidad de la cultura. En un mundo globalizado y entretejido, cada vez más precario, ¿qué es una frontera? ¿Cómo se crea una vida en un lugar que también es un espacio de transición, un mundo ‘intermedio’, entre mundos?
El flujo de migrantes que realiza la ardua travesía hacia la frontera entre México y Estados Unidos ha crecido constantemente en la última década, alcanzando su punto más alto en años recientes. En diciembre de 2023, un récord de 300,000 personas cruzaron la frontera en busca de asilo. Un gran porcentaje de los migrantes proviene de lugares más al sur de México, impulsados por circunstancias económicas extremas, como en Venezuela, o por la creciente violencia y corrupción de los cárteles, como en Ecuador y Guatemala.
Muchos vienen de lugares del otro lado del mundo, como África, India y China, utilizando a América Central como punto de entrada al continente y, en última instancia, a Estados Unidos. Independientemente de sus razones personales, estos migrantes comparten un denominador común: una esperanza tenaz. La migración de esta naturaleza es, para muchos, una medida de último recurso.
El viaje es largo y arduo, y a veces fatal. A lo largo de la vasta ruta de migración que se extiende desde América del Sur hasta Estados Unidos a través de México, existen una serie de pequeños pueblos y ciudades, puntos de escala para las caravanas de miles que pasan. Pintorescos por su belleza natural, estos pueblos son, sin embargo, desolados y empobrecidos. Como el punto más septentrional de esta trayectoria, Tijuana representa, para aquellos que viajaron miles de kilómetros durante meses, a través de selvas y mesetas, a pie, en camión, y en tren de carga, el punto culminante, material y simbólico, de todas sus esperanzas.
Como ciudad fronteriza, Tijuana es un puente hacia otra vida. Y, sin embargo, el viaje está lejos de terminar. Para muchos, la frontera se convierte en un limbo, en un purgatorio burocrático. Un juego de espera con reglas cambiantes y un resultado incierto. Muchos simplemente deciden que no pueden esperar más, cruzando la frontera en sus propios términos. En 2023, se registraron 3.2 millones de intentos de cruce a lo largo de la frontera sur de Estados Unidos.