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Factores como la escasez de agua y las altas temperaturas ponen en riesgo el cultivo de la vid y con ello a la industria del vino en todo el mundo y distintas variedades de este cultivo peligran en sus tierras de origen, tal es el caso del Valle de Guadalupe, en Baja California.
Ésta fue una de las conclusiones en la cuarta entrega de la serie de conversatorios virtuales “Tu vida cotidiana y el cambio climático” de Iniciativa Climática de México (ICM), organización de la sociedad civil dedicada a fortalecer las acciones de mitigación de gases de efecto invernadero (GEI) en el país, en la que se abundó cómo el cultivo de la vid, principal insumo de la industria vinícola, enfrenta mayúsculos retos frente al calentamiento global ya que los efectos negativos del cambio climático alteran las condiciones del suelo en el que se produce la vid (tanto en la calidad de nutrientes como en la superficie disponible para producir) y la calidad y el sabor del producto final que llega a la mesa de los consumidores.
La conversación titulada “Vino mexicano frente al cambio climático” y moderada por Mariana Díaz, líder del proyecto Contribución Determinada a Nivel Nacional desde la Sociedad Civil de ICM, reflexionó sobre la importancia de reconocer que somos parte de un sistema delicadamente interconectado, en el que cualquier alteración (por menor que sea) genera una serie de impactos negativos difíciles de superar.
En el caso del vino, el aumento de temperatura, las sequías más prolongadas o los huracanes más frecuentes en la región de Baja California, en el Valle de Guadalupe, son muestra clara de que el clima está alterado resultado del calentamiento global.
Mariana Díaz, de ICM, Claudia Turrent, socia fundadora de la vinícola Anatolia, y Juan José Villacís, agrónomo de Anatolia, hablaron sobre los efectos que tiene el incremento de la temperatura y la escasez de agua sobre la producción de vino. Se subrayó que uno de los principales desafíos es el uso racional del agua por dos razones principalmente; en primer lugar porque la época de sequías se prolonga cada vez más; y en segundo lugar, porque el aumento de la urbanización y producción vinícola en el Valle de Guadalupe ha incrementado la demanda de agua de manera desproporcionada en comparación a lo que las cuencas pueden abastecer de manera natural. De seguir con esa tendencia, el número de hectáreas aptas para cultivar la vid se reducirá cada vez más.
En la región de Occitania en Francia, por ejemplo, –región en la que se cultiva una gran cantidad de uva– la superficie perdió 12% de su superficie entre 2009 y 2019, según FranceAgriMer, debido a cambios climáticos que afectaron las parcelas y las uvas.
De manera similar, en el Valle de Guadalupe la superficie apta para cultivo de vid también ha disminuido.
Por ejemplo, la vinícola Anatolia ha perdido 22 hectáreas por la sequía de los últimos cuatro años. Las gestiones gubernamentales no han sido suficientemente eficientes para ayudar a los productores.
“No hay una dirección científica a cargo de una autoridad que indique cómo tenemos qué hacer frente a ampliar los cultivos y explotar los mantos acuíferos de manera responsable”, señaló Claudia Turrent.
Sin embargo, varios productores ya han iniciado el camino de la adaptación a los efectos del cambio climático para encontrar soluciones basadas en la naturaleza, maximizando el consumo hídrico por cada copa de vino y reutilizando el agua que consumen o modificando varietales que tradicionalmente se cultivaban en determinadas zonas para generar otras que resistan de mejor manera al incremento de las temperaturas. Esto es fundamental porque dichas soluciones deben reconocer, en primer lugar, que la relación entre la tierra y el agricultor es de muy largo plazo y que, de no empezar a actuar de manera inmediata, los impactos negativos serán cada vez más irremediables.
Etienne Neethling, académico francés, dio a conocer que, en 2019, junto con sus colegas, realizaron una encuesta a 3,636 viticultores de 18 países –que todavía no se publica–, en la que 1,298 viticultores encuestados de Francia ya estaban notando los impactos del cambio climático en el rendimiento de la vid y la calidad del vino, a la vez que estaban pensando en estrategias de adaptación a corto y largo plazo.
En el caso de Anatolia, Claudia Turrent señaló que la escasez de agua entre 2020 y 2022 provocó que una producción de 10 toneladas, decreciera a 3.5 toneladas. “Los años de sequía intensa, afectaron profundamente al cultivo”. Si bien el clima siempre ha sido variable, “hoy en día es mucho menos predecible”.
Juan José Villacís dijo que, frente a esto, lo que han hecho es cambiar constantemente de estrategia de riego; en lugar de usar mucha agua en un momento del día, ahora riegan constantemente, pero con muy poca agua. También utilizan técnicas como aumentar el porcentaje de materia orgánica en el suelo, para hacer un efecto de esponja y que el agua y la humedad permanezcan más tiempo en el cultivo en lugar de filtrarse de manera casi inmediata en el suelo arenoso característico del Valle de Guadalupe.
“En Anatolia manejamos el concepto de microbiología de suelos, lo que nos permite incluir materia orgánica, capturar agua, conservar plantas nativas y endémicas y el control de plagas biológicas”, resaltó Villacís.