Híjole! en Europa

Tiempo de lectura aprox: 1 minutos, 34 segundos

Avisos parroquiales

Pbro. Osbaldo Carrazco Sáenz*

Estamos en el mes patrio, en el que hacemos esas fiestas en las que salimos afónicos después de gritar a todo pulmón los vivas, pero sobre todo por dejarse el alma y la garganta en ese ¡Viva México!, que nos ensancha el pecho que, no puede contener al corazón emocionado. Ese mes en el que las banderitas tricolores, se ven por todas las calles y en el que nos gusta que se nos note lo orgullosos que estamos de ser mexicanos.

Es precisamente en este ambiente, en el que celebramos que nuestro delicioso ¡Híjole!, empieza a conquistar Europa.

A nosotros nos encanta que los extranjeros “se mexicanicen”. Si viene el Papa, le ponemos su sombrero de charro y luego le gritamos “hermano, ya eres mexicano”. Si viene Sabina, lo llevamos al Tenampa y nos encanta que componga canciones con nuestros ritmos. Luis Miguel, Rocío Durcal, Chabela Vargas, … son ejemplos de tantos extranjeros a los que hemos hecho nuestros, porque ellos se enamoraron de México y pues “amor con amor se paga”.

Nuestro reconocido tequila, llega a Europa, llega a Estados Unidos y lo hace como una marca ya consolidada que ha patrocinado equipos reconocidos a nivel mundial. Ahora los paladares europeos, están dispuestos a dejarse conquistar. También para los mexicanos que, por alguna razón, estamos de este lado del charco, la noticia de que un buen tequila nos acerca a la añorada patria a través de sus sabores y aromas tan nuestros, nos emociona.

Tal vez desde nuestra amada patria no se alcanza a apreciar, lo que esto significa para quienes estamos aquí. No es fácil encontrar un buen tequila por estos rumbos y en la búsqueda se encuentra uno con muchas decepciones. Pero no sólo eso, la posibilidad de tener Híjole a la mano, es como tener a disposición un portal que nos lleva al terruño, nos trae a José Alfredo, a Chente, a José José y hasta a Molotov. Pero ese portal no sólo nos traslada a la patria, sino que, además “mexicaniza” a los güeros, la fiesta mexicana, no admite extranjeros y de repente, el europeo también quiere ser mexicano, como el niño que lloraba porque quería ser nuestro paisano para comer quesadillas.

Desde el propio nombre, Híjole ha querido hacerse embajador y representante de nuestro pueblo. Es como si alguien hubiera tomado esas bonitas botellas y hubiera metido en ellas a México, para compartirlo con el mundo.

Hoy me alegro por mí, como mexicano en Europa, por tantos paisanos en mi situación, pero también me alegro por esos mexicanos que, como Chabela Vargas, han querido nacer “donde les de la ch… gana” y que descubrirán su nacionalidad y sus ganas de cantar “Cielito lindo” y gritar “¡Viva México!” después del primer trago y la primera canción de mariachi.