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Por: Lilia Carrillo
Una de las principales tácticas en comunicación es lograr mensajes tan poderosos que logren ser los titulares, sólo que a la actual estrategia de los distintos gobernantes están dejando de lado un aspecto clave para lograr un posicionamiento efectivo: coherencia.
Al dejar de lado los temas como si no existieran, lo único que están creando es que esa incomodidad permanezca, ya que crear una narrativa que persista requiere estar sustentada en los hechos; cuando la ignoramos, generamos un terreno fértil para la incertidumbre, falta de credibilidad y más preguntas.
Uno de los ejemplos más claros es la estrategia de comunicación de la jefa de gobierno de la Ciudad de México; su más reciente esfuerzo de comunicación basado en entrevistas tiene directrices muy claras: temas intocables como la línea 12 o manejo de la pandemia y centrarse en la creciente militarización del país así como el cuarto informe de gobierno.
Los temas intocables es una forma alterna de borrar las víctimas, persistir en la corrupción así como en la impunidad. No hay señalados, no hay culpables, no hay reparación del daño.
Para un gobierno que se precia de su honradez y cercanía con la gente es una contradicción subrayada por el silencio, recordando que comunicar no es sólo aquello de lo que se habla, también lo que callamos. Evitar los temas lo único que genera es la certeza de que hubo culpables de esta administración y que las víctimas serán borradas, confiando en el olvido y lo implacable de los ciclos noticiosos.
También genera una falsa seguridad en los voceros de que los temas intocables lo son porque una fuerza oscura -como era recurrente en la narrativa de los setentas- quiere desestabilizar lo ganado, sembrando dudas y desconfianza, borrando todos los esfuerzos ciudadanos para tener contrapesos así como garantizar transparencia.
En la era de la post verdad, las “fake news”, la inteligencia artificial no se puede comunicar sin tomar en cuenta que nuestro cerebro está programado para completar la información cuando es escasa, tomar decisiones con muy pocos datos y la percepción se construye conforme las experiencias de primera mano.
La comunicación oficial se comporta como si sólo fuera suficiente una narrativa y la gente no estuviera viviendo en primera fila la inseguridad, el abuso de la fuerza sin acompañamiento de derechos humanos, el deterioro de los servicios y de la economía.
La gran pregunta ahora es si se puede seguir con la narrativa actual, sin consecuencias, o quién será capaz de construir un nuevo discurso capaz de ofrecer una alternativa.
Lilia Carrillo es consultora en comunicación
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