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Hasta ahora no hay nada que pueda superar su velocidad, que es de 300 mil kilómetros por segundo: Miguel Alcubierre Moya
Redacción/UNAM
El límite de velocidad es de un año luz por año, mientras que la luz se mueve a 300 mil kilómetros por segundo. “En la vida cotidiana esta velocidad es prácticamente infinita”, agregó.
Para ejemplificar las distancias astronómicas, el exdirector del ICN señaló que la luz tarda ocho minutos en llegar a nosotros desde el Sol, y cuatro años de la estrella más cercana (Alpha Centauri). Además, demora dos millones de años de la galaxia Andrómeda, y más de diez mil millones de años de las galaxias más lejanas que se conocen.
Alcubierre Moya destacó que incluso dentro del Sistema Solar la velocidad de la luz impone restricciones a las comunicaciones, pues las instrucciones a las sondas interplanetarias deben ser enviadas con horas de anticipación. “Si algún día queremos alcanzar las estrellas, el límite de la velocidad de la luz resulta ser un enorme problema”.
Al ofrecer la plática “Más rápido que la luz”, como parte de las charlas remotas de divulgación del ICN, el físico teórico abordó nociones generales de la relatividad, como la que señala que el concepto se refiere a que el movimiento siempre “es relativo” a algo. No hay movimiento absoluto en el Universo, así como tampoco reposo absoluto.
Sobre la curvatura del espacio-tiempo, detalló que el principio de equivalencia implica que las trayectorias de los objetos en un campo gravitacional son independientes de la naturaleza del objeto. Es decir, son una propiedad del “espacio”, este y el tiempo no son absolutos. “La geometría del espacio, y el ritmo al que fluye el tiempo, se alteran por la presencia de grandes concentraciones de energía”.
Si aceptamos que su geometría puede alterarse, se puede pensar en varias maneras de viajar más rápido que la luz, acotó el científico universitario.
Una forma de lograrlo –explicó– consiste en crear un túnel que conecte dos regiones distantes del espacio, se conocen como “túneles de Einstein-Rosen” o “agujeros de gusano”, y forman un atajo en la estructura del espacio. “Al atravesar el agujero de gusano nos movemos a una distancia pequeña, pero nos encontramos de repente muy lejos”.
Otra idea de cómo trasladarse con mayor velocidad que la luz es la “propulsión por distorsión” o “propulsión warp”, sugerida por Alcubierre Moya en 1994.
Se trata de un modelo matemático que propone la posibilidad de un viaje a más velocidad que la luz al crearse una burbuja de deformación plana dentro de la cual se situaría estacionariamente una nave; detrás de esta el espacio-tiempo sería deformado extendiéndolo mientras que por la contraparte delante del equipo el espacio-tiempo sería contraído poniendo así el punto de destino más cerca, mientras que “detrás” de la nave el espacio-tiempo quedaría expandido “empujado” hacia atrás gran cantidad de años luz.
Todo eso sin que el espacio y el tiempo dentro de la burbuja de deformación plana en que se hallaría la nave, se modificara notoriamente. El físico explicó que con su método esta no se mueve “a través del espacio”, sino “con” el espacio mismo, de una forma análoga a las bandas móviles de los aeropuertos.
La idea básica de la “propulsión warp”, precisó, es crear una expansión local del espacio detrás de una nave espacial, y una contracción opuesta frente a ella. El artefacto estaría dentro de una “burbuja” de espacio-tiempo plano y no sentiría ninguna aceleración.
El científico reconoció que los “agujeros de gusano” y “propulsión warp” tienen un grave inconveniente: para su funcionamiento requieren de la existencia de “energía negativa” (antigravedad); es decir, una fuerza de gravedad repulsiva en lugar de atractiva. “Nunca se ha detectado la antigravedad en la naturaleza, aunque hasta donde sabemos, las leyes de la Física no la prohíben”.