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El grupo cumple 18 años y presume haber sobrevivido a todo con su fortaleza en la cocina.
Vicente Gutiérrez
“Siglo veinte, cambalache problemático y febril El que no llora no mama y el que no afana es un gil”, tararea el querido Javier Pacheco, director de operaciones de Grupo Quebracho, amante de la cocina y quien un día llegó a nuestro país y se quedó para siempre.
El “Topo”, como le dicen de cariño, me recibe en la sucursal de Río Lerma 175, donde comenzó toda la historia del Quebracho. Una parrilla argentina real, de barrio y donde la carne de alta calidad es la estrella.
“Todo inició entre amigos y familia con algunas mesas en la calle y con la idea de ofrecer una buena parrilla argentina con carne premium y recetas típicas argentinas, tomar buen vino y pasarla bien”, asegura Pacheco.
60 toneladas de carne al año se consumen en las tres sucursales y la gran variedad de cortes son algunos de los secretos de Quebracho, nombre que toma de un árbol que se caracteriza por su fortaleza.
“Lo vemos como un matrimonio. Todo comenzó entre amigos y familia y seguimos… vamos por las bodas de plata”, explica con una gran sonrisa.
Sin embargo, la pandemia los afectó (como a muchos otros restaurantes) pero Quebracho aguantó, conservó y cuidó a sus trabajadores. Nunca bajó la calidad de sus alimentos y continuó conservando su esencia.
“Vamos… no ha sido fácil. Hemos tenido épocas muy buenas y duras pero seguimos, sorteamos la pandemia que fue muy difícil, pero se puede”, agregó.
Quebracho tiene muchos clientes que saludan al “Topo” y él pide una charola de cortes de carne para que el cliente escoja.
“A diferencia de la competencia, somos los que más cortes tenemos: Bife, tapa de Rib eye, vacío, entraña, tira de asado… de 200, 400 o 800 gramos Prime y Choice y después, ya es la receta de la abuela y el parrillero”, comentó.
El Quebracho quiere “golpear más” y atraer nuevos clientes con su parrilla argentina, servicio y prestigio que tiene desde hace 18 años.
“¿Nuestros planes? Aguantar, mantener lo que tenemos y seguir creciendo. Ahora atendemos a la segunda generación que vienen con los padres, que ya eran nuestros clientes y hasta los nietos. Somos un restaurant familiar con una gran parrilla argentina”, finaliza Javier, quien no se cansa de presumir sus recetas.
Los platillos que probé en Quebracho fueron estos:
Arrancamos con un Aperol Spritz; respetando la receta original mezclando el bitter con Prosecco Cinzano que embellece la tarde mientras el mar de gente pasa frente a la terraza.
Al centro, las clásicas empanadas de carne, cortada a cuchillo (no molida) de lomo, rib eye y vacío con cebollas, pimientos y aceitunas.
La Humita, trae granos de elote naturales, con mezcla de quesos. La Caprese: con auténtica mozzarella de búfala importada y la de chistorra: importada de España, con mezcla de quesos que se terminan en cuanto se descuida el mesero y se bañan en chimichurri, claro.
Llega un clásico. un Provoleta Quebracho: queso provolone producido en Oaxaca según la receta tradicional italiana. Para asarlo utilizan “provoleteras de acero fundido” traídas especialmente de Rosario, Argentina se funde por dentro pero su interior se derrama: Se sirve con jitomate y… ¡anchoas!.
El Chicharrón de Rib Eye: calidad High Choice. Servido con guacamole y tortillas. Argentina y mexicanos se estrechan en un plato fusión.
Aquí, hago una pausa. El vino en Quebracho no es cualquiera, Javier Pacheco, presume que son distribuidores exclusivos en México de las famosas Bodegas La Rural de Mendoza y lleva a la mesa un Cruz Alta Reserva Malbec.
8 meses en barricas de roble. 50% francés y 50% americanos. Intenso color rojo con destellos purpura. Abundante en frutos negros y aromas a ciruela roja. Taninos intensos pero delicados, final largo y firme.
Continuamos. Y entonces, aparecen los invitados especiales; un Bife de Bondiola… corte del puerco muy popular en Argentina, se sirve con una salsa de chipotle y bastones de camote fritos. ¡Una delicia que se despedaza dentro de la boca!.
La tapa de Bife, calientita y humeante, acompañada de papas soufle y ensalada que se devora casi al instante.
La tapa se extrae de la pieza básica de Rib Eye de calidad High Choice y las papas son naturales, se cortan con mandolina y se realiza un proceso de doble freído para que se inflen.
Para cerrar, un alfajor, típico postre argentino relleno de dulce de leche. Producción 100% casera y las famosas crepas de cajeta que arden y se flamean frente al cliente en un espectáculo que culmina en el paladar.
Un “Giulliano” corto, un expreso con café cultivado por una comunidad tzotzil de Ocosingo, Chiapas. Producto orgánico y de comercio justo, cierran la tarde mientras el sol en la CDMX se esconde.
¡Felicidades al Quebracho y sus 18 años de historia! Una parrilla clásica, familiar y deliciosa que afortunadamente se replica en La Juárez (Hamburgo 313) y en Insurgentes Sur 1650 .