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La final de la NFL se traduce en un importante crecimiento en las exportaciones del llamado “oro verde”. Pero en Michoacán, según televisoras internacionales, el cultivo cuesta agua y sangre.
Cada año, en el mes de febrero, México presume y se enorgullece de que el producto más consumido durante el Super Bowl es el guacamole elaborado con aguacates provenientes del estado de Michoacán.
Incluso ya es costumbre que aparezca un comercial del producto durante el medio tiempo del partido, donde un spot de 30 segundos tienen un costo de hasta seis millones de dólares.
Sin embargo, detrás de esa supuesta historia de éxito, se encuentra la grave realidad de cientos de productores que han visto cómo el cultivo ha sido secuestrado por las mafias del crimen organizado.
Este secuestro no ha pasado desapercibido a medios internacionales. De hecho existen producciones de la plataforma Netflix y de la televisión alemana Deutsche Welle que lo ilustran con toda claridad.
De acuerdo con la Fintech estadounidense Drip Capital, la final de la National Football League (NFL) se traduce en incremento de 40% en la demanda de este fruto que se produce, fundamentalmente, en el estado de Michoacán.
Es decir, se envían a ese país 140,000 toneladas de aguacate y en este 2022 se espera un aumento de 4% contra el Super Bowl del año pasado, que vio coronarse por séptima ocasión a Tom Brady, tal vez el mejor mariscal de campo de todos los tiempos.
Según las estimaciones de la firma, la industria del aguacate ha crecido 14% contra 2021.
“De acuerdo con la Secretaría de Economía, en 2018 se exportaron 1.2 millones de toneladas del fruto, lo que significó un incremento de 21.1% con respecto al 2017. A su vez, la Secretaría de Agricultura reportó que, de enero a noviembre de 2020, las exportaciones mexicanas de aguacate registraron 1 millón 219,700 toneladas, lo que representó un alza de 6.3% interanual con respecto a 2019”, señala.
“Este año cada caja de 13 Kg está en 46 USD contra los 30 USD de años anteriores, debido a un año de baja producción en huertas junto con el aumento de demanda de fruta en Estados Unidos”, añade.
Sin embargo, lo que muchos se niegan a reconocer es que el aguacate es un cultivo secuestrado por las mafias del crimen organizado.
En 2019, la plataforma Netflix lanzó la serie documental Rotten y uno de sus primeras historias lleva por título La guerra del aguacate. La síntesis del capítulo señala que “los aguacates se convirtieron en un ingrediente esencial de la noche a la mañana, pero el crecimiento del negocio también trajo algunas consecuencias indeseables”.
El documental ilustra cómo las mafias llegan a una finca y solamente le piden a los propietarios que hagan maletas y abandonen la propiedad o de lo contrario serán asesinados. En el mejor de los casos, los productores de Michoacán deben pagar una cuota para que la producción salga a los mercados.
En el mismo sentido se expresa un reciente documental de la televisión alemana Deutsche Welle titulado Oro verde, la maldición de Michoacán.
La pieza incluso expone que, ante el éxito del cultivo, no pocos productores talan los montes para sembrar aguacate —con lo que se pierden hasta 1,300 hectáreas al año—, lo que está afectando la disponibilidad de agua y acentúa los efectos del cambio climático.
De hecho, el consumo de agua del aguacate provocará que en un periodo de diez años haya una fuerte escasez en la zona de Uruapan —capital del cultivo— y en la ciudad de Morelia. Eso, sin contar la violencia inherente entre los grupos que se disputan el control de la región.
La investigación de la televisora alemana termina con una frase lapidaria: “El llamado oro verde, a Michoacán le cuesta agua y sangre”.
Por Raúl Castro-Lebrija
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