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Por Carlos León Rivera y Jaqueline Pérez
La importancia de esta nueva versión del internet es que el navegante tendrá la capacidad de decidir qué hacer con sus datos y decidir de qué forma explotarlos y obtener ganancias.
Para nadie es un secreto: conforme navegamos por buscadores como Google y redes sociales como Facebook o Instagram, el sistema va recolectando los datos de nuestros gustos, aficiones y, particularmente, de nuestras intenciones de compra.
A las plataforma les basta unos cuantos likes para tenernos perfectamente identificados y mandarnos la publicidad de cientos de empresas que, saben, difícilmente podremos ignorar. La privacidad parecía haber quedado en el olvido… hasta la llegada de la llamada Web 3.0.
El objetivo de esta nueva versión del internet es “descentralizar la red” y proporcionar al usuario la capacidad de interactuar directamente con los protocolos sin necesidad de terceros, explica Ezio Rojas, especialista de Polkadot.
Se trata de un nuevo modo de interacción, en donde las reglas y limitaciones han desaparecido.
La importancia de la Web 3.0 se sitúa, sobre todo, en la capacidad de los usuarios de decidir qué hacer con sus datos, pues ellos podrán disponer de qué forma explotarlos y obtener ganancias.
En la Web 3.0 el usuario deja de ser un producto como lo es en la Web 2.0.
La privacidad entra en juego, pues se busca impedir que la información quede en manos de un solo conglomerado y que éste pueda hacer uso de ellos de forma indebida para obtener ganancias; vendiéndolos, por ejemplo.
Así es como el usuario se empodera ante la apertura de un mundo de posibilidades, no sólo en el sector de la comunicación, sino también en el de los negocios. Las Big Tech quedan atrás, pues el futuro tecnológico queda en manos del cibernauta común.
Pese a las múltiples ventajas que parecen venir de la mano con este nuevo mundo digital, es preciso entender su contraparte. Sin intermediarios, la responsabilidad sobre los cibernautas aumenta, pues los posibles errores que se cometan en ésta caerán y tendrán que ser resueltos por el propio usuario.
En el contexto nacional, añade el especialista, a lo anterior se añade la escasa educación sobre la Web 3.0, lo que imposibilita a los usuarios explotar todo el potencial que se puede encontrar dentro de ésta.
La Web 2.0 probablemente no desaparecerá pronto, pero es preciso mirar a su nueva versión y aprender de ella, pues el futuro para los usuarios podría estar ahí.
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