Entre existencialismo y humanismo

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El hombre y la mujer no son más que la suma de sus acciones, equivalentes todas ellas al conjunto de las relaciones que construyen y/o destruyen.

Por Luis Hernández Martínez*

Si a Jean Paul Sartre (1905-1980) le preguntara cuál es su definición de “ser político”, “ser profesionista” o “ser legislador” en los tiempos actuales, ¿qué respondería?

Contestaría –si tomamos como base las ideas plasmadas en el Existencialismo es un Humanismo– que “un hombre [y una mujer] se compromete en la vida, dibuja su figura, y, fuera de ella, no hay nada”. Un pensamiento duro, quizás, para el (o la) que no triunfa o logra el éxito, según el concepto posmoderno vigente. Pero, sin duda, una respuesta que dispone a la gente para que comprenda que solo cuenta con la realidad; con aquello que en verdad –por elección propia– hace.

En nuestro país son pocos los casos (muy contados) de políticos, legisladores y profesionistas que apuestan por su hacer, al estilo Sartre. José Ramón Enríquez Herrera, Senador de Durango (electo por el principio de primera minoría), expresa en su más reciente informe legislativo que su “profesión médica como cirujano de la retina me ha permitido, no solamente ayudar a los más vulnerables aplicando mis conocimientos, también he podido recorrer el país durante 30 años y conocer pueblos, ciudades y estados, viendo la cara de las fortalezas, pero también la de la pobreza en México”.

El legislador agrega que “el derecho a la salud es un derecho humano fundamental, por lo que, más allá de los colores, de los partidos políticos, de los intereses importantes y genuinos de cada sector de la sociedad, lo más importante es y seguirá siendo nuestra gente”.

Jean Paul Sartre, siguiendo con mi interpretación literaria, aseguraría que el político, legislador o profesionista es deshonesto o cobarde no porque su corazón, estómago o cerebro sean así. Los calificativos no obedecen a una “configuración fisiológica”, enfatizaría Sartre (a menos que los avances de la ciencia digan otra cosa, con toda la revolución ética y moral que tal hallazgo significaría), sino que lo es porque se ha constituido como un hombre [o mujer] corrupto o medroso por sus actos.

Sartre, para muchos el último gran filósofo –incansable y crítico– que trabajó para ofrecer una visión general del mundo, complementaría su respuesta más o menos así: “Eso no implica que el artista [político, legislador o profesionista] será juzgado solamente por sus obras de arte [o negocios]; miles de otras cosas contribuyen igualmente a definirlo. El hombre [y la mujer] no es más que una serie de empresas, que es la suma, la organización, el conjunto de las relaciones que constituyen estas empresas”. Es decir: somos lo que hacemos.

* El autor es abogado, periodista, administrador y educador. Miembro de la Barra Mexicana, Colegio de Abogados (BMA), de la Asociación Nacional de Abogados de Empresa (ANADE Colegio) y de la World Compliance Association (WCA). Profesor de posgrados en alta dirección, innovación y derecho en la UNAM, Universidad Panamericana y La Salle.

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