Tiempo de lectura aprox: 3 minutos, 48 segundos
No se dieron cuenta en el gobierno de Enrique Peña Nieto lo que se venía gestando desde “Ayotzinapa” y “La Casa Blanca”: un rechazo a su gobierno y al PRI como partido político. Pero tampoco al interior de Acción Nacional y del Partido de la Revolución Democrática se dieron cuenta que el llamado “Pacto por México”, las “Reformas Estructurales” y el efecto de los “gasolinazos”, eran una sentencia de muerte.
Vendría después un entorno económico mundial adverso y la depreciación de nuestra moneda frente al dólar, que le pegó en los bolsillos a miles de mexicanos que resintieron alzas en los precios de productos y servicios.
Y para remetar, la invitación y visita del candidato Donald Trump a nuestro país por parte del gobierno de Peña Nieto, que generó un rechazo generalizado después de que el ahora presidente calificó a los mexicanos como “criminales” y “violadores” y que nosotros pagaríamos por un muro en la frontera norte.
En toda nuestra sociedad, se instalaron escándalos vergonzosos de corrupción de lo que Peña Nieto denominó como los “jóvenes-actores de la nueva generación política: Roberto Borge, César Duarte y Javier Duarte como la renovación del partido”, que minaron las posibilidades de que el PRI fuera competitivo otra vez en alguna elección (https://www.youtube.com/watch?v=JYAu3y-p0rk).
También hubo escándalos en donde al gobierno mexicano se le ligó con una inversión de millones de pesos en tecnología para espiar a sus rivales y periodistas. Gracias a una investigación de The New York Times se comprobó que la administración de Peña Nieto compró el software “Pegasus” bajo la excusa de querer investigar criminales. Más tarde se sabría que varios activistas y periodistas mexicanos estaban siendo espiados por el propio gobierno. El presidente y su gobierno negaron las acusaciones.
Tiempo después el portal de noticias Animal Político y Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) develaron una maquinaria de desvío de recursos que involucró al PRI y al gobierno de Peña Nieto: la llamada “Estafa Maestra”. En el caso, varias dependencias del gobierno federal idearon, junto con universidades mexicanas, la forma de desviar recursos por cerca de más de 7 mil millones de pesos.
Pemex, Sedesol, la SEP, la SCT, FOVISSSTE, Sagarpa, entre otras, se vieron involucradas en la creación de contratos ilegales, y hasta el momento de ese dinero no se sabe nada. Los funcionarios involucrados lo negaron, pero la investigación recibió premios internacionales por poner al descubierto esta forma de desvío de recursos.
Quizás la cereza del pastel del sexenio de impunidad fue el caso Odebrecht, en donde se confirmó que una de las firmas aliadas de la empresa brasileña envió dinero a Emilio Lozoya, encargado de la campaña presidencial de Peña Nieto en 2012. En las investigaciones periodísticas del reportero Raúl Olmos, se da cuenta que funcionarios declararon que el presidente se reunió con el dueño de la empresa sumida en corrupción en el ámbito internacional, Marcelo Odebrecht, actualmente detenido por la justicia brasileña.
Las investigaciones señalaron que Peña Nieto recibió dinero de los brasileños vía Emilio Lozoya. Y aunque el gobierno declaró que sí entablaron diálogos con Odebrecht desde que el presidente inició su campaña presidencial, afirmaron que nunca recibieron recursos por parte de la empresa.
El descrédito del PRI-Gobierno pasó también por los exgobernadores Tomás Yarrington, Andrés Granier, Mario Villanueva, Jesús Reyna, Humberto Moreira y Rodrigo Medina; el mismo descrédito pasó por el exlíder del PRI, Enrique Ochoa Reza, quien fue cuestionado por negocios de transporte, posesión de obras de arte, flotillas de taxis, su autoliquidación cuando fue director de la CFE, y una riqueza que en su momento aseguró, fue producto de su trabajo como funcionario de varios años.
Así iniciaron las campañas: con un PRI al que le urgía deslindarse de todos estos escándalos de corrupción que ponían en riesgo la continuidad del gobierno. Por ello, le encargaron a un “no priísta” la tarea titánica de convencer al electorado de que le dieran otra oportunidad al partido para demostrar que en su ADN la corrupción no tendría cabida y que cortarían de tajo todo lo que tuviera ver con la impunidad.
Sin embargo, dicha tarea que se le encomendó a José Antonio Meade jamás prosperó y aunque a él se le reconoció por ser un funcionario destacado y libre de sospechas de corrupción, no le alcanzó para salvar al partido de la debacle que tuvo el pasado 1 de julio. Alguien comentó: “un gran candidato para el peor partido”, y así fue.
De parte del PAN, PRD y Movimiento Ciudadano, serán recordados por tratar de hacer una alianza que culminaría, si ganaban, en un gobierno de coalición. Una mezcla como la del agua y el aceite que no se puede dar.
Los dirigentes apostaron por la “autopostulación” como candidato presidencial y candidata a jefa de gobierno de la Ciudad de México: Ricardo Anaya y Alejandra Barrales vieron sus sueños cristalizados y dejaron de lado a Miguel Ángel Mancera, uno de los autores clave de esta alianza y que pensaba que el gobierno de coalición sería benéfico para nuestro país.
Quienes trabajaron directamente con el candidato Anaya afirman lo difícil que era lidiar con él; a esto se le sumó el uso faccioso de la justicia para dinamitar su candidatura por el “Caso Barreiro”, en donde estaría involucrado en actos de corrupción y a lo cual siempre respondió que el gobierno de Peña Nieto había sido el orquestador de esa “guerra sucia” para eliminarlo de la contienda. Cierto o no, Ricardo Anaya ocupó el segundo lugar en la elección.
Me niego a pensar, como afirman algunos, que hubo un pacto entre Peña Nieto y López Obrador para que el candidato de Morena ganara la elección presidencial.
Creo que es un disparate pensar que desde las cúpulas del PRI por órdenes de Peña Nieto se obligó a votar “Morena” el domingo 1 de julio para llevar al tabasqueño a la victoria como presidente de México.
Creo que quienes insisten en que su triunfo fue “un tsunami” no entienden que no se trató de un fenómeno repentino tras una sacudida coyuntural, sino de un sociedad irritada, harta, tras años de gobiernos que invisibilizaron a los más que nos dábamos cuenta, todos los días, de un sistema operante desde la corrupción.
Siguen sin entender que no entienden.
*Periodista y productor.
szaragozaa@gmail.com / twitter.com/SalvadorZA?