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Quienes vivimos en la Ciudad de México, en Oaxaca, en Morelos o en Chiapas , hoy podemos darle testimonio de la impresionante respuesta de una ciudadanía organizada frente a desastres naturales que nos demostró, sin embargo, la gran indefensión a la que estamos sometidos frente a desastres naturales.
Así, también podemos dar testimonio de la triste respuesta de las autoridades y de la escasa preparación de sus cuadros políticos frente a eventos naturales que exigen conocimiento profundo en materia de protección civil y seguridad.
Y lo que temíamos sucedió: los bajos niveles de exigencia respecto al cumplimiento de las normas de construcción dejaron víctimas mortales. Miles de fotografías de los edificios colapsados así lo demuestran. Y, como diría un usuario de Twitter, quedó claro “el gran desprecio hacia la vida” por parte de los desarrolladores de vivienda. Tablaroca, paredes sin columnas, columnas sin varillas, escaleras de papel. Esos son los saldos de este gran desastre.
En otras palabras, la corrupción cobró muchas víctimas de las componendas entre propietarios de negocios, escuelas, complejos habitacionales, contratistas que no cumplieron con los estándares de calidad, las licencias “chuecas”, de los gestores que buscan funcionarios a modo y de los gestores corruptos. El gobierno tampoco cumplió: falló el sistema de alertas sísmicas. No faltarán las excusas. Se dirá que las alertas están ubicadas en los epicentros más riesgosos. ¿Quién iba a imaginar que el epicentro de este terremoto – que ya se esperaba – se ubicara en el centro del país, a tan sólo 120 kilómetros? Con una intensidad de 7.1 grados, este terremoto del 19 de septiembre nos dejó un mensaje claro: en medio de la corrupción que domina las normas de construcción no estamos a salvo. Por lo tanto, es el turno de los ciudadanos tomar el control como lo hicieron en el proceso de rescate de las víctimas; exigir que cada proceso regulatorio se cumpla y se exhiba frente al a ciudadanía.
En fin. ¿En dónde están los recursos para una mayor investigación sísmica? ¿En dónde están los recursos del Fondo Nacional para Desastres (Fonden)? ¿En dónde están los recursos para adquirir equipo especializado en la ubicación y rescate de víctimas?
Cuánta diferencia (abismal) frente al equipo que exhibieron los grupos de rescatistas de países como Japón que acudieron a nuestro auxilio porque ellos son resultado de una política pública y no del coraje de rescatistas que ven derrumbarse su ciudad. ¿En dónde están esos equipos en las áreas de Protección Civil de gobiernos federal y estatal?
Fue, sin embargo, la Secretaría de Marina y el Ejército (dos dependencias con grandes recursos por su “lucha” contra el crimen organizado) las que tuvieron los recursos para hacerse presentes en esta tragedia. Sin embargo, tampoco lo hicieron bien. En las calles, si bien demostraron su organización, confrontaron a rescatistas deseosos de seguir la lucha por la vida. Nos dejaron claro que no nos estaban escuchando y que se ocupaban del control de la crisis pero no de las respuestas que esperábamos.
En fin, vienen las elecciones del 2018 y la iniciativa del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) que encabeza Andrés López Obrador parece avanzar: al menos (esperamos) en estos comicios los partidos no tendrán las arcas llenas de recursos mientras los electores, sin casas muchos de ellos, pensarán dos veces en los supuestos beneficios de los candidatos que esgrimen promesas y falsos argumentos sobre un proyecto de país.
Junto con los ciudadanos, los empresarios a través del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) impulsan ya un esfuerzo de coordinación para donar recursos dirigidos a la reconstrucción de los estados afectados. Será un fideicomiso en Nafin el que permita administrar estos recursos. La transparencia también será importante.
A los ciudadanos, lamentablemente, también nos tocará pagar el sobre costo de la corrupción. Aumentarán las pólizas de seguros y tendremos que contratarlos porque, al menos, por ahora no tendremos respuestas de políticos o gobiernos. Las respuestas están en los ciudadanos y sí, terminó la partidocracia.