Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 33 segundos
Por Alfonso Aguilera Gómez*
El trabajo en equipo ha sido para muchos una pesadilla que les remonta al pasado escolar, a largas horas donde había de todo, menos equipo. A nadie le es ajeno el momento de la distribución de tareas, donde en el mejor de los casos, todos se decían comprometidos. Sin embargo, a la hora de la verdad, había quienes brillaban por su ausencia y quienes escondían su irresponsabilidad detrás de un falso olvido.
Afortunadamente ni todas las escuelas, ni todos los equipos son iguales, las excepciones existen, por eso me atrevo a creer que aquellos que renegaron del trabajo en equipo perdieron valiosas oportunidades: echar por tierra aprender de los otros, compartir sus propios talentos y probar la satisfacción de la labor cumplida.
Trabajar junto con los demás hace tangible el pensamiento de Aristóteles cuando señala que el bien es un fin en sí mismo y es aquello que desean todos los seres; cuando nos dice que el bien común es lo que pertenece a todos, porque formamos parte de ese todo y no se trata de una suma de las partes. Sin duda el filósofo griego nos ha dejado una buena herencia, misma que podemos descubrir al interactuar en la empresa.
Pero ¿qué pasa cuando se trata de poner a funcionar la maquinaria humana para llevar a cabo una actividad o un proyecto?, ¿cómo lograr que todo funcione con precisión?, ¿cómo hacer que todos colaboren y se comprometan?, pero sobre todo, ¿cómo hacer para que desaparezca la pesadilla infantil del trabajo en equipo?
Las formas de trabajar se han modificado por el orden económico, por las necesidades de cada organización y porque la empresa, como ente dinámico, evoluciona de acuerdo a las características de cada época.
Ya nada es igual que hace 15 o 10 años, pero el trabajo en equipo nunca pasará de moda, adquiere nuevas formas, por ello es bueno tener presente que para alcanzar resultados óptimos que se traduzcan en beneficios colectivos, toda actividad o proyecto debe considerar los siguientes elementos:
- Tener objetivos claros, medibles y alcanzables. El primer paso es nuestro mapa de ruta. Si la actividad o proyecto que vamos emprender no cuenta con este mapa, el resultado es incierto, porque los objetivos son la base de todo trabajo, sin éstos no sabremos nunca hacia adónde vamos ni qué queremos. Por lo tanto, los objetivos deben ser medibles y alcanzables.
Recordemos que un objetivo conlleva una serie de acciones distribuidas en el tiempo, de ahí que si no se tienen objetivos claros, es muy difícil saber el plazo en que se tienen que cumplir.
La claridad tanto en los objetivos como en la planeación permite al equipo un mejor ambiente de trabajo y mayor seguridad al hacerlo.
- Colaboración. El trabajo en equipo, en términos llanos, requiere la colaboración de todos. Cada integrante debe tener, en primer término, la claridad de lo que le corresponde hacer, porque para ello fue llamado al equipo; segundo, aportar su experiencia, conocimientos, talento, responsabilidad e iniciativa.
Se trata de que cada pieza esté debidamente aceitada para que su movimiento impulse al resto. Si una pieza por pequeña que sea, se detiene, todo se frena.
- Motivación. La empresa se forma de humanos que sienten, piensan, aportan; son ese todo y no pequeñas partes aisladas. La motivación es necesaria, pero no se trata de un golpecito en la espalda ni de manifestaciones protocolarias. La motivación en su acepción más elemental nos remite a la acción de estimular a alguien para que realice algo, motivar también es moverse hacia una causa y si en ésta se siente implicado el equipo, el camino será más fácil.
- Retroalimentación. Este último punto es de vital importancia porque al compartir la experiencia que se vivió durante la realización del proyecto, además de evaluar el cumplimiento de los objetivos, es posible detectar las fallas a subsanar en actividades posteriores.
Cada empresa es diferente en cuanto a organización, no obstante, si la evaluación la lleva a cabo el grupo de directivos y mandos intermedios, es recomendable que los resultados se compartan con el resto del equipo, porque así también se crea un vínculo empático, donde los empleados se asumen como colaboradores, porque son parte del todo y no un eslabón de la cadena.
Si hacemos un pequeño viraje, si establecemos ligas que den importancia a cada uno dentro del equipo, el cambio conducirá a un mejor rumbo, y descubriremos que remar juntos hace más fácil el camino.
* Director General de ICAMI Región Centro. Cuenta con una Master en Dirección de Empresas para Ejecutivos con Experiencia, por el IPADE.