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Para muchas personas, la apertura de internet significa una revolución tecnológica, pero también un cambio social que dio origen a lo que conocemos como Sociedad de la Información. Sin embargo, esta era donde el intercambio de contenidos ha facilitado la comunicación entre diversos sectores, en millones de puntos de conexión, también ha propiciado el estancamiento de las personas detrás del monitor.
Por Paulina Martínez*
Vivir en una sociedad de la información ha derivado en el cambio de percepción que tenemos de nuestro entorno, así como la interacción que tenemos con él, algunas cosas para mejorar y otras tantas probablemente sólo son diferentes, simplemente porque en el pasado la visión que teníamos de nuestro entorno se limitaba a los sitios donde estábamos presentes y podíamos observar o a las que nos hacían referencia, pero que ya nos resultaban un tanto ajenas. Digamos entonces que nuestro involucramiento era de primera mano.
Ahora todo es diferente. Nuestras circunstancias no son sólo lo que sucede en la colonia, ni siquiera de nuestra ciudad o país, porque ya somos parte de un entorno planetario. No obstante, estoy segura que a pesar de todos los beneficios de esta nueva sociedad no debemos caer en la comodidad de creer que la información va a resolver por sí sola los problemas del mundo. No importan los alcances que tenga, de hecho tampoco la cantidad de personas que tengan acceso a esa información, porque lo que se requiere es dar el siguiente paso: hacia la acción.
En un principio se hablaba de la democratización de la información y de la reducción de las desigualdades, sin embargo, estas son cada vez más notorias ya que internet sigue siendo ajena a casi la totalidad de gente de los países más pobres e incluso las zonas marginadas de los países más desarrollados.
Entonces la información no lo es todo; es indispensable, claro; es útil, por supuesto. Se dice comúnmente que quien tiene la información tiene el poder. ¿Poder de qué?. Tal vez es la respuesta que nos ha faltado responder.
Como organismos vivientes estamos en continua evolución, de ahí que el entorno y nuestra relación con él desemboquen tantos cambios. En esta interacción con el exterior, propiamente con el entorno natural, hay muchos esfuerzos por usar la tecnología a favor del medio ambiente, pero he visto que algunas veces se pasa de propuesta en propuesta, con esfuerzos que sólo pasan de un monitor a otro. Los planes quedan, a lo mucho, en legislaciones y siendo positivos en la agenda pública nacional.
Basta mirar el Plan de Acción sobre la Sociedad de la Información y del Conocimiento de América Latina y el Caribe de 2015 que tuvo como lineamiento “Promover el uso de las tecnologías de la información y las comunicaciones para la mitigación del impacto del cambio climático y ampliar su uso para la prevención, mitigación y atención de los desastres naturales o situaciones de emergencia”. Unos minutos por Internet nos dará referencia a las propuestas, pero no muchos indicadores de acciones derivadas de ellas.
Se habla también sobre los monitoreos de clima con las nuevas tecnologías, acciones preventivas por fenómenos naturales pero, ¿Cómo se trabaja de raíz?. Tal vez con el involucramiento de la mayor cantidad de personas que ya no son ajenas a una realidad global. Pero tampoco he podido encontrar algo que vaya más a allá de campañas virales exitosas por la cuantificación de los hashtag que genera.
Entonces ¿no será que parte del problema radica incluso en la definición de la participación ciudadana?. En mi búsqueda de información sobre el tema encontré el Informe del Índice de Participación Ciudadana Ambiental, comparativo entre datos registrados en 2013-2014 sobre acciones emprendidas por las diversas dependencias de SEMARNAT.
Respecto al tema de acceso a la información, el indicador son las visitas electrónicas que registra 7 millones 652 mil 512 y en el de Descargas de bibliotecas digitales están incluidas 19 millones 459 mil 792 descargas en la biblioteca de CONABIO.
Un poco más de activismo en las reuniones y consultas publicas sumó 380 eventos. En 2013 participaron 21 mil 138 personas y en 2014 la participación se elevó a 48 mil 136 personas. Sin embargo sólo 9 mil 159 de estas personas eran indígenas.
Con un poco más de emprendimiento por activar a la gente se realizaron 398 actividades formativas de ciudadanos en temas de medio ambiente en 2013, con la participación de 492 mil 757, cantidad que contrasta con las 172 mil 848 asistentes de 2014, es decir, 65 por ciento menos participantes.
Entonces, más allá de las visitas web, descargas y eventos informativos y formativos ¿Dónde está la acción que necesitamos para realizar cambios tangibles? Datos para nada desalentadores, por el contrario. Estoy completamente segura de que esto nos indica el gran número de personas que desean participar en la procuración del medio ambiente, entonces, tenemos un nicho de mercado esperando una propuesta que propicie su acción.
No tenemos que esperar a ser muchos para actuar. Es hora de dejar atrás esa idea de que necesitamos ser más personas haciendo cosas positivas porque no existe nada ni nadie que diga que hay un número mínimo de personas para lograr un resultado. Lo que es más, también me atrevo a asegurar que si comenzamos a actuar los que ya somos parte de la dinámica de protección ambiental, otras personas verán cada vez más resultados y por iniciativa propia se separarán de los monitores y se animarán a participar.
Ya dimos el gran paso de informarnos sobre lo que pasa a nuestro alrededor y alrededor del mundo. Ya hay gente que está a la espera de encontrar oportunidades de participar. Creo que el siguiente avance viene de la iniciativa individual de tomar la decisión de crear esas oportunidades. No basta enviar un mensaje de apoyo, denuncia o indignación sobre las catástrofes en la naturaleza, hoy es el momento de que tú decidas qué vas a hacer por el medio ambiente y hacerlo realidad.
*Earthgonomic México, A.C.
www.earthgonomic.org