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Todos sabemos que las relaciones sociales y en específico la convivencia es un asunto a cuidar, al que hay que dedicarle esfuerzo, tiempo y cariño. Es verdad que por naturaleza los seres humanos somos sociables, sin embargo el hecho de tender por naturaleza a la sociabilidad no garantiza que ésta se dé en óptimas condiciones. La sociabilidad supone esa cualidad natural que todos poseemos para vivir en sociedad de forma gratificante, es decir, ser social o sociables no es ser gregarios, pues los seres humanos van más allá del simple agrupamiento en manadas, sino que además de tender a agruparnos el hecho social es algo agradable, constructivo y significante a través del cual es posible establecer relaciones con los demás.
También la sociabilidad hace referencia a forjar canales de comunicación en los cuales interesa el establecimiento del diálogo a partir del cual se hace posible conocer de una forma más cercana e íntima a las personas con las que interactuamos socialmente. Se trata de la búsqueda y el cultivo de las relaciones interpersonales en pro de encontrar aquello en común para obtener un ambiente sano, civilizado y pacífico, en otras palabras lo que se pretende es una convivencia armoniosa.
El problema que enfrentamos en la actualidad en relación al tema de la sociabilidad tiene un carácter peculiar, y en realidad no sé bien qué adjetivo usar puesto que no se sabe si se trata de una sociabilización ambigua, lejana, cercana, oportuna, efectiva o nula. Las relaciones sociales hoy en día han traspasado la dimensión del espacio y el tiempo y esto ha sido posible gracias a las nuevas tecnologías y especialmente a partir de la introducción de la web 2.0 y del surgimiento de los smartphones. Por su parte la web 2.0 dio nacimiento a las comunidades virtuales interactivas o colaborativas, lo cual en sí mismo es una gran innovación. Por comunidad virtual debemos entender aquella comunidad en la cual se sostienen vínculos, interacciones y relaciones a través del espacio virtual tal como internet y aunque éstas existen desde la década de los años 70, la Web 2.0 lo que permitió es que todos los miembros de tal comunidad sean colaboradores y artífices de los contenidos permitiendo una interoperabilidad, lo cual hace que la comunidad virtual sea participativa.
La Web 2.0 hizo posible los servicios de red social, los servicios de alojamiento de videos, wikis, blogs, mashups y folcsonomías por ejemplo. Por su parte los smartphones logran que esta plataforma informática sea móvil, en otras palabras, todos los beneficios de la Web 2.0 un smartphone hace que sean portátiles. Esta amalgama de Web 2.0 y smatrphone hacen que la realidad sea pluriespacial y pluritemporal, pues al tiempo y espacio físico real se le añaden un sinnúmero de espacios virtuales a través de los cuales se ensancha la capacidad de establecer interacciones sociales más allá del presente físico.
La cuestión es ¿Web 2.0 más smartphones han logrado potenciar la capacidad de socialización de las personas llevándola a un punto óptimo y de crecimiento para todos? La respuesta debería ser afirmativa si solo utilizamos la lógica, sin embargo todo parece apuntar que lejos de ser una mejora en cuestiones de comunicación significativa y de potenciar relaciones sociales gratificantes, efectivas o profundas, lo que se ha logrado es una escisión o ruptura entre las personas que comparten el mismo espacio físico, pero no comparten el mismo espacio virtual. Hoy en día todos, al menos quienes poseen un teléfono inteligente, tenemos el don de la multiubicuidad, en efecto podemos estar en más de un lugar al mismo tiempo que se compone de un yo presente y un yo virtual o muchos yoes virtuales.
¿Somos en efecto los seres humanos capaces de lograr este desdoblamiento de identidad entre lo presente y lo virtual? ¡Esta pregunta es tan compleja y tan extraña que parece una pregunta de la ciencia paranormal! ¿Qué consecuencias tiene ello en la vida social? El fenómeno relacional que surge a partir de esta capacidad de desdoblamiento o de multiubicuidad (estar en muchos lugares al mismo tiempo) es el phubbing, que en español se conoce como acto de menospreciar a los presentes por dar preferencia a la comunidad virtual, lo que se ha calificado también como el fin de las relaciones interpersonales.
¿Qué significa phubbing? El vocablo fue acuñado en el 2007 al aparecer los teléfonos inteligentes y es la combinación de dos palabras: snubbing que significa despreciar, y phone, teléfono. Por lo que phubbing supone menospreciar a las personas que nos rodean por estar utilizando el teléfono inteligente. Se trata de una forma de menosprecio social agresivo que ocasiona sufrimiento a la persona que se le aplica, es un tipo de flagelo social contra el otro o los otros. Y me parece que es importante que nos sentemos a analizar la profundidad y gravedad de esta acción que aparentemente es inofensiva y se práctica ya en forma masiva. El phubbing ocasiona serios daños psicológicos y emocionales tanto a quien lo practica como a quien se le aplica. ¿Cómo nos sentimos cuando estamos con alguien frente a frente y somos ignorados porque esa persona está absorta, obnubilada frente a la pantalla de su celular? ¿Qué pensamos? Ahora bien, no se reduce solo al teléfono inteligente, se da de igual forma con las computadoras móviles, tabletas, videojuegos portables, cualquier gadget en el que la interacción virtual sea posible.
¿Es en efecto el fin de las relaciones sociales? Al menos lo es de las relaciones sociales tal como hoy en día las conocemos. ¿Se trata de un avance en la forma de interactuar socialmente? Es cierto que gracias a las comunidades virtuales así como a su portabilidad somos capaces de ampliar nuestra red social e interactuar con personas de otras culturas, otros países, lo que me parece es bueno y puede ser muy constructivo. Sin embargo, el problema es el cómo lo llevamos a cabo. El tache no lo tiene la Web 2.0 ni los teléfonos inteligentes ni ningún gadget, el tache es para quienes somos usuarios.
No voy a negar que es altamente adictiva la participación en las redes sociales, es adictivo estar revisando status de otras personas, cambiar el propio, anunciar cualquier evento por insignificante que sea en el Twitter o en el muro del Facebook, o anunciar en Foursquare en dónde estamos, o Instagram presumir las fotografías que tomamos. ¡Claro! la sed de reconocimiento es natural en el ser humano. Todos necesitamos esa corroboración por parte de los otros de que somos importantes, inteligentes, bellos, simpáticos, nos gusta que nos aplaudan los triunfos o que nos motiven en las derrotas. Todo ello es muy humano y lo hemos llevado a contextos novedosos donde la respuesta que buscamos en inmediata, finalmente a todos nos agrada la inmediatez.
¿Cuál es entonces el problema? Principalmente que al ser phubbers ignoramos a la persona que tenemos físicamente presente por dar mayor importancia a un instrumento del cual esperamos a través de otras personas una recompensa, pero finalmente a lo que le damos mayor valor es al instrumento y no a las personas. Establecemos un vínculo de codependencia con el aparato dejando a un lado las necesidades humanas tanto las propias como las de las personas que actualmente están presentes en el mismo espacio físico. La gravedad es que la recompensa al obtenerla de forma inmediata nos dispone a realizar los mismos actos una y otra vez convirtiéndose en un hábito negativo practicar el phubbing.
Existen algunas estadísticas acerca de esta práctica, sin embargo no estoy segura de que existan estudios sobre el desgaste emocional y social que supone practicar el phubbing y ser víctimas de éste. Lo que sí es un hecho es que todos lo practicamos en algún momento y tal vez cabría decir: el que esté libre de phubbing que lance el primer teléfono. Lo más lamentable es que los niños y los adolescentes lo practican sin siquiera darse cuenta de lo que implica porque ante sus ojos es hasta cierto punto la normalidad. Al parecer, el 87 por ciento de los adolescentes prefiere comunicarse mediante el chat de un móvil que de frente a frente, incluso esta práctica se realiza aun cuando están en la misma casa.
México, Distrito Federal, ocupa el noveno lugar en la práctica del phubbing a nivel global siendo Nueva York el número uno. Hace poco leí un artículo en el que se dice que algunas personas prefieren su teléfono móvil a practicar el sexo, TeleNav realizó una encuesta en la que se anuncia que una tercera parte de la población de Estados Unidos prefería renunciar al sexo durante una semana que al uso del teléfono móvil por el mismo periodo, y el 70 por ciento de la población estaría dispuesto a dejar el alcohol con tal de no dejar el teléfono. ¿Qué puede ser más importante en la sociabilidad que la intimidad y el amor con otra persona? ¿El status del Facebook? ¿Las menciones en el Twitter?
La pregunta obligada y que es lugar común, pero hay que hacerla: ¿a dónde vamos a llegar con estas prácticas? ¿Qué va a ser de la sociedad? ¿Qué les enseñamos a los menores? Supongo que si nos hacemos conscientes de este problema y comenzamos a tomar acciones concretas como dejar los teléfonos en los bolsillos mientras vamos a un restaurante, no usarlos a la hora de las comidas en familia, ni en las reuniones. Se trata de poner reglas de uso de la tecnología en pro de la convivencia armónica, de la paz, de la felicidad común. Pero creo que hay que empezar por preguntarnos ¿Soy un phubber?
*Larissa Guerrero es doctora en filosofía por la Universidad Panamericana. Maestra en ética aplicada por el ITESM.
Directora de investigación y proyectos en el Buró de Ingeniería Humana en Desarrollo y Responsabilidad Social.
Twitter: @laruskhi