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Haydeé Moreyra*
A mediados de noviembre pasado, el Partido Comunista dio uno de los pasos más importantes en toda la historia de la China moderna, al presentar su plan de reformas hacia el 2020. Un documento que enuncia reformas transformadoras en algunos casos y con un impacto en prácticamente todas las áreas tanto social como económica.
Me permitiré hacer una breve reflexión sobre las principales reformas enunciadas en el documento llamado: Decisión sobre temas importantes en materia de reformas integrales y profundas.
En principio, la visión de país y sistema económico de la China moderna sigue descansando sobre la premisa de una economía mixta. No obstante, aun y cuando el gobierno sigue estando presente en actividades estratégicas de la economía, se prevé generar los mecanismos para que evolucione hacia un sistema económico que sea clave en la asignación de los recursos. Y para ello considera necesario abrir sectores hacia la privatización, desregular y hacer más participativa la inversión privada.
El documento destaca no sólo la participación del gobierno en la economía, sino el papel cada vez más frecuente de la propiedad privada como una combinación ideal para lograr un socialismo de mercado. En ese sentido, se prevé un gobierno que vele por los derechos de todo tipo de propiedad, garantizando un acceso equitativo a los mercados y bajo una competencia justa y abierta.
Es claro que la visión de China en el manejo de su economía sigue siendo una combinación de capital estatal, privado y colectivo. Pero en varios momentos se deja entrever la apertura para una mayor participación de la iniciativa privada en el proyecto económico de China como el hecho de que se abra la posibilidad de que acciones privadas puedan incorporarse a proyectos con inversión pública.
Un tema toral es el reforzamiento del gobierno corporativo en la administración pública; mejorar el sistema de operación y supervisión de la administración de activos y de capital públicos; transformar a las empresas estatales en empresas estatales de inversión; incrementar a 30 por ciento la proporción de las ganancias de capital para el financiamiento público; y por último, pero no por ello menos importante, promover la publicación de información de las empresas estatales (SOE, por sus siglas en inglés).
También se espera tener eficiencia en la administración del gasto, en la operación del gobierno y en el sistema de recaudación. Para ello, se prevé un estricto control sobre el gasto corriente, evitar la sobrecapacidad o duplicidad de funciones y descentralizar las operaciones hacia las provincias. En cuanto a los ingresos, el gobierno chino plantea aumentar de manera gradual la participación de los impuestos directos, simplificar la recaudación, ajustar el rango de la tasa del impuesto al consumo y cerrar la brecha entre los ingresos federales y de las provincias.
El gobierno chino busca mejorar la gestión de los recursos públicos no sólo a través de la administración de activos o el gasto, sino a través de cambios en la estructura de operación. Por ejemplo, se busca separar las empresas públicas que administran fondos de aquellas que tienen meramente una actividad de supervisión.
En suma, el papel del gobierno, más allá de seguir siendo clave en la economía, se irá convirtiendo en un administrador de recursos públicos que retoma las buenas prácticas de la iniciativa privada.
El documento no omite la participación clave del mercado en el desarrollo de china. De hecho, le dedica todo un capítulo con una serie de iniciativas en materia de precios, sistema financiero, emprendimiento e inversión; temas que nos recuerdan más un foro de negocios que compromisos de un gobierno centralista.
Por ejemplo, el gobierno chino busca promover un sistema de mercado uniforme, abierto, ordenado y competitivo, a través de reglas justas, abiertas y transparentes. Una gran iniciativa es la que tiene que ver con la eliminación de regímenes de proteccionismo regional. En otras palabras, y citando al documento: “Perfeccionar el mecanismo de salida del mercado para promover la supervivencia de los más aptos” (algo que recuerda mucho el estilo japonés de administrar).
Salvo lo referente a los servicios públicos, los precios quedarán sujetos a las fuerzas libres del mercado y, de manera sorpresiva, el documento invita a caminar en ese sentido y a reformar sectores como el petróleo, la electricidad, la transportación y las telecomunicaciones, entre otros. Si tomamos como cierta estas intenciones, entonces podríamos presumir una oleada de inversiones hacia y desde China.
El desarrollo del sistema financiero es un punto y aparte. Se prevé mejorar la calidad y cantidad de capital privado que fluya en la economía, pero a través de las instituciones financieras de menor tamaño (bancos pequeños y medianos). También se planea construir un sistema de supervisión adecuado y de seguro de depósito para estas instituciones y sus depositantes. Ello invita a la promoción del desarrollo regional a través de las microfinanzas.
Las reformas en este sector estarían enfocadas más allá de aumentar la participación de financiamiento directo; también pretenden mejorar los mecanismos de formación del tipo de cambio para el renmimbi (nombre oficial de la moneda china); y promover la liberalización de la tasa de interés y convertibilidad de la cuenta de capital. De darse estas transformaciones, se esperaría observar un mayor dinamismo en la economía no sólo por el crecimiento en el flujo de financiamiento sino por un esperado aumento en la inversión extranjera directa a partir de flexibilidad del mercado cambiario.
Los temas de innovación y emprendimiento no son ajenos a esta visión transformadora. China planea hacer una selección de los programas de emprendimiento, no a partir de una decisión autocrática sino de las necesidades del mercado. En ese sentido, se construirá un sistema integral de selección que contemplaría mecanismos de decisión de mercado, de asignación de recursos y evaluación de resultados. La intención es incentivar el capital de riesgo de negocios que sean rentables. Me parece una nueva manera de promover un sistema de mercado que beneficiaría no sólo a la industria manufacturera sino que plantearía un marco de desarrollo en distintos sectores. Más aún, podría replantear el modelo de crecimiento económico de China en el mediano plazo al pasar de una economía basada en la manufactura y los bajos salarios a una economía basada en la innovación y la creación de valor.
Finalmente, la inversión y el comercio son dos pilares fundamentales. Se pretende que cada vez más empresas e individuos inviertan fuera de China bajo distintos esquemas: proyectos de inversión, adquisiciones, fusiones, joint ventures, inversiones en el mercado de capitales. Por su parte, el gobierno estará enfocándose en construir todos los mecanismos (política comercial, zonas de cooperación transfronteriza, proyectos de infraestructura) que sirvan como plataforma de esta mayor inversión.
Hacia el 2020, China experimentará grandes cambios y retos que significan también importantes transformaciones y desafíos para el mundo. Probablemente ésta es sólo una carta de buenas intenciones que no necesariamente concretará en políticas públicas, particularmente aquellas con interés del gobierno centralista, pero aun y cuando sólo algunas de estas iniciativas se conviertan en realidad, la transformación de China y su impacto en el mundo será evidente. Cómo afrontar estos retos, cómo convertirlos en oportunidad y cómo manejar las amenazas son parte de la tarea que nos toca trabajar en este lado del Atlántico.
*M.A. Haydeé Moreyra García
Coordinadora Executive MBA-EGADE Business School