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Marianela Jarroud/IPS
Santiago.- Para Isadora Riquelme, de 14 años, y otros miles de adolescentes de Chile la posibilidad de tener la educación universitaria que desean se juega en la reforma de la educación que ha prometido acometer Michelle Bachelet, cuando retorne a la Presidencia en marzo.
Ese tema medirá, además, la relación de Bachelet con la base social del país, para lo que no es suficiente, advierten expertos y sectores involucrados, establecer la demandada gratuidad universal de la educación superior, sino responder al gran desafío de poner fin a la profunda segregación que existe en el sistema, desde el preescolar.
De hecho, para el 22 de marzo, 11 días después que inicie su segundo cuatrienio, los estudiantes ya convocaron una marcha en demanda de la reforma, lo que indica la presión que pondrán desde el comienzo sobre la próxima mandataria socialista.
Riquelme, que comienza sus estudios secundarios en el curso que se abre desde fines de febrero, quisiera estudiar idiomas o música en la universidad, y cree que la educación debería ser gratuita para todos, pero es bastante escéptica que se logre y que los beneficios lleguen hasta ella.
“Creo que (las autoridades) no lo van a poder lograr”, aseguró a IPS.
“Lo ideal es que la universidad fuera toda gratuita porque tendríamos más fácil acceso a estudiar. Ahora hay muchos cabros (muchachos) que no estudian porque no hay plata”, afirmó. Su aspiración, dijo, es “lograr una beca”.
De hecho, si el sistema se mantiene como está hoy, sus padres –ambos profesionales pero con trabajo inestable-, deberán desembolsar unos 1.200 dólares mensuales, como mínimo, para que su hija estudie en la universidad.
Las protestas contra la educación chilena comenzaron en 2006, cuando Bachelet comenzaba su primer mandato (2006-2010) y debió enfrentar la “revolución de los pingüinos”, un movimiento de estudiantes secundarios que exigía el mejoramiento de la educación primaria y media y la recentralización de la enseñanza pública.