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Los indicadores marcan que, en junio de 2009, terminó la llamada “crisis financiera internacional” para Estados Unidos. Así fue como lo dieron a conocer los expertos del National Bureau of Economics Research (NBER), el organismo encargado oficialmente de hacer las declaratorias para este tipo de fenómenos en la economía.
En 18 meses, Estados Unidos logró salir de la mayor afectación económica de los últimos 70 años, habiendo trasladado gran parte de los costos a sus más cercanos socios financieros y comerciales, con lo cual, una cantidad innumerable de aberraciones en sus políticas internas quedaron matizadas y dieron lugar a la imprecisa denominación del acontecimiento.
De entre los elementos que permiten considerar que se acabó la crisis, sobresalen dos aspectos: la dinámica de la recuperación y su consistencia en el tiempo. De acuerdo con los patrones de evaluación del NBER, en el segundo semestre de 2009 los indicadores seleccionados mantuvieron una fuerte recuperación, lo que para ellos fue la señal inequívoca de que la recesión había terminado.
Merece atención el especial énfasis que ponen al explicar que la economía, en ninguna de las variables analizadas, ha retornado a los niveles precrisis, y que incluso la mayor parte se encuentra aún muy lejos de los rangos alcanzados en diciembre de 2007.
El círculo de expertos no señala otra cosa que no sea la confirmación de la fecha del fin de la crisis. Sin embargo, dejan de lado una multiplicidad de factores que actuaron para detener la severa caída del producto interno bruto e incluso aquellos que se activaron para revertirla, como los enormes costos fiscales, que en principio se han mantenido pero que en algún momento tendrán que reducirse hasta eliminarse y finalmente pagarse. Frente a ello, la declaración advierte que cualquier recaída de la economía será una nueva recesión.
*Hoy, el mundo se debate en paliar las consecuencias de la crisis financiera internacional. Cualquier recaída en la economía podría derivar en una nueva recesión.
Hoy, el mundo se debate en paliar las consecuencias de la crisis financiera internacional. Europa reformula toda su política fiscal y debilita los sistemas sociales y, a su vez, les impide participar de manera más vigorosa en la recuperación.
Estados Unidos no logra resolver cuándo será el momento preciso para eliminar el anclaje a las tasas de interés sin transferir grandes costos a una buena parte de la economía. El desempleo aún se mantiene muy cerca de 10%, el doble de lo registrado a final de 2007. El ingreso de las familias estadunidenses tuvo en agosto de 2010 un índice 5.6 puntos por debajo y apenas alcanza el nivel de junio de 2009. En el primer semestre de este año, la tasa de créditos hipotecarios en moratoria no había bajado de 11%, pese a que en septiembre de 2008, en el default de Lehman Brothers, ya se había incrementado a un escandaloso 5%.
Así, Estados Unidos padece una evolución plana en su economía; Japón avanza con problemas para imprimir dinamismo a sus exportaciones por el fortalecimiento de su moneda; Alemania crece al aprovechar su posición privilegiada en Europa, pero sin gran fuerza.
Por su parte, China, apoyada en una paridad artificial, aumenta sus ventas al exterior; la India y Brasil ocupan un mejor sitio en el panorama económico mundial; Perú y Chile sobresalen con mucha fuerza en Suramérica; mientras que Grecia, España y Portugal se empeñan en resolver sus dificultades financieras para reincorporarse al potencial de la zona euro.
México espera las reformas estructurales que le suelten las amarras a la competitividad, que le permitan aprovechar la multiplicidad de mercados que se ha abierto en los últimos años, así como su condición de bajo endeudamiento actual.
Estados Unidos salió de su crisis, pero junto con la mayor parte del mundo se aferra a una penosa recuperación sostenida por alfileres, cada día más costosos. De no lograrse la recuperación plenamente, esto derivaría en una nueva recesión.