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Los municipios de la zona alta mixe son grandes expulsores de migrantes por la baja productividad local. Sus habitantes olvidan su idioma por temor a la discriminación
Oaxaca. San Pedro Ayutla, Santo Domingo Tepuxtepec y Tamazulapan son tres municipios situados en la zona alta mixe de Oaxaca en donde la migración de los jóvenes, la pérdida de su idioma y del tequio –la práctica del trabajo voluntario– constituyen una amenaza contra la identidad de este grupo indígena, denuncian los alcaldes de esa región.
Los 19 municipios mixes de Oaxaca ocupan una superficie total de 4 millones 668 mil 55 kilómetros cuadrados, de acuerdo con cifras de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. Están divididos en la zona alta con Tlahuitoltepec, Ayutla, Cacalotepec, Tepantlali, Totontepec, Tamazulapam y Mixistlán; la parte media con Ocotepec, Atitlán, Alotepec, Juquila Mixes Camotlán, Zacatepec, Cotzocón, Ouetzaltepec e lxcuintepec, así como la zona baja con Mazatlán y Guichicovi.
Una gran mayoría de mixes abandonan sus municipios en busca de empleo. Los reciben polos de atracción de mano de obra barata como: la ciudad de Oaxaca, Puebla y Distrito Federal. En Estados Unidos, la comunidad oaxaqueña los acoge en California y Wisconsin.
Arnulfo Jiménez Ojeda, munícipe de Tepuxtepec, exhibe con orgullo el avance del proyecto comunitario destinado a retener a los pobladores a través del cultivo de jitomate en invernadero. “Es para el autoconsumo porque los comerciantes lo venden muy caro”, indica.
A su lado, la agrónoma Micaela Nolasco –una joven de baja estatura y voz enérgica– explica que desde 2004 se fundó la empresa Agroproductores de Tepuxtepec para atraer los recursos agrarios federales y estatales en beneficio de los campesinos de la zona.
Micaela y Mari Luisa López explican que en ese municipio, la migración de los jóvenes mixes va en aumento. “Migran hacia las grandes ciudades por falta de empleos en sus municipios y trabajan como empleadas domésticas o albañiles; entonces, reniegan de su lengua porque son discriminados. Cuando regresan, no quieren enseñar a sus hijos este idioma”.
Tepuxtepec es un municipio rico en agua, como señaló el ingeniero de la Comisión Nacional del Agua que trabaja en la última fase de la ampliación de los tanques receptores del líquido en esa zona. Para realizar esas obras de infraestructura, esa dependencia contrata al 50 por ciento de empleados de los municipios con objeto de brindar más ingresos a la población local.
Éxodo y olvido
San Pedro y San Pablo de Ayutla Mixe no figura como uno de los municipios más pobres de Oaxaca. Tiene casi 8 mil habitantes. Su paisaje –cuya vegetación está conformada por pino-encino, ocote, madroño y capulín– está dominado por tiendas de materiales de construcción, de abarrotes y prendas de vestir.
Por las calles pavimentadas y algunas vías de terracería circulan a alta velocidad las camionetas pick up de modelo reciente así como camiones de redilas que rebosan con mercancías traídas desde la capital del estado. No hay, sin embargo, ninguna radio local o señal para teléfono inalámbrico.
Anacleto Julián Sánchez, actual munícipe, lamenta la pérdida de la práctica del tequio –trabajo colectivo por tres días–, el uso de su idioma y la vestimenta. Sin embargo, subraya, aún persiste en la comunidad la costumbre de decidir los asuntos públicos a través de las asambleas, como la designación de un alcalde o su reelección (pues su periodo de gobierno es de apenas un año).
Sin embargo, este gobernante se lamenta: “Desde que empezó a llegar el dinero del gobierno estas costumbres se han perdido: los jóvenes ya se acostumbraron a ganar dinero, la juventud quiere que hoy trabaje y mañana le paguen, no quieren sufrir en su propia comunidad. ¿Qué trabajo podemos crear?”.
En Ayutla y en los otros municipios mixes hace falta más organización frente a la baja producción del campo, considera Anacleto. Opina que el fracaso de los proyectos gubernamentales radica en que: “Cuando los proyectos se echan a andar sí hay asesoría, pero desgraciadamente sólo es por unos días y luego se retiran los asesores; por eso muchos programas fracasan y van a la quiebra”.
Esa fallida política en los programas productivos en las zonas pobres de Oaxaca, tiene su expresión más evidente en el poblado de San Baltasar Segache El Bajo. Situado entre Ixtlán de Juárez y Natividad, a unas cuatro horas de la ciudad de Oaxaca, es un poblado “muy bonito, muy limpio pero vacío, no hay nadie. Apenas 25 o 30 personas; es una zona de muy alta expulsión de migrantes”, narran los munícipes mixes.
También en la zona alta, a 40 minutos de Tepuxtepec y siguiendo un amplio camino de terracería, está Tamazulapan con casi 6 mil habitantes con casi el 85 por ciento de población mixe. Como su vecina Ayutla, también es un intenso eje comercial con programas para cultivar jitomate y elaborar artesanías.
El mixe en peligro
“La palabra mixe no tiene una traducción en nuestro idioma; los estudiosos la atribuyen a la relación comercial entre los zapotecos y los nativos de esta región, pues en zapoteco el vocablo mich equivale a muchachos, y así llamaron a nuestros antecesores”, apunta el profesor salesiano Carmelo Reyes.
Son varias las posibles causas del abandono de este idioma: en principio, que el mixe posee tantas variantes que es difícil que las comunidades se comprendan entre sí. Además, las familias migrantes lo dejan de usar por temor a ser discriminadas. Ante esa amenaza, el profesor Reyes señala que “hay esfuerzos tibios y poco consistentes por preservar el idioma mixe”, como los del Instituto Nacional de las Lenguas Indígenas para preservar sus variantes dialectales como una riqueza cultural.
Diálogo extramuros
La caravana de cuatro decenas de profesores y estudiantes de la Facultad de Estudios Superiores Zaragoza de la UNAM, llega a Santo Domingo Tepuxtepec. Ahí, tiene lugar un diálogo bilingüe entre dos culturas –a veces antagónicas y otras paralelas– en pos de la salud dental de los mixes.
Esa mañana, el altavoz público de Tepuxtepec, llama a los pobladores a acudir a la consulta. Lentamente ocupan su lugar tímidas mujeres con sus hijos. Otras, ya mayores y cuyas cabezas coronan rebozos multicolores, esperan su turno junto a un par de adultos.
“¿Qué edad tiene?”, “¿qué come?”, “¿qué enfermedades padecieron sus padres?”, preguntaban los doctores en español. Las respuestas en mixe llegaban de sus pacientes auxiliados por el maestro Carmelo Reyes.
Laura Mecalco, coordinadora del grupo, atiende a un anciano al que una gran carnosidad cubre su ojo izquierdo. “Es efecto de la tierra y la resequedad del clima; unas gotas lubricantes le ayudarían a aliviar la molestia”, explica. Más tarde, examinará a un niño de apenas tres años con sarna: “Aquí una crema sería lo indicado y mejores condiciones de higiene”.
Al anochecer de la primera jornada, aún rodeada de pacientes, la doctora hace un primer diagnóstico: “La realidad superó nuestras expectativas; aunque veníamos preparados con equipo y medicamentos, la falta de una cultura preventiva ocasiona problemas para los que no es posible, en tan poco tiempo, atenderlos como requieren”.
Este viaje fue posible por los excedentes de la atención pública de la Facultad de Estudios Superiores Zaragoza de la UNAM. Parte de los analgésicos y medicamentos contra enfermedades infecciosas fueron donados por Laboratorios Senosiain. De su experiencia, dice una joven doctora: “El problema es la barrera de comunicación; además ¿cómo van a gastar dinero en comprar una pasta, hilo dental o cambiar cada tres meses un cepillo dental si no tienen recursos?”.