El fracaso de las pensiones

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Pensiones

El Sistema de Ahorro para el Retiro está en crisis: aunque las Afores manejan 48.5 millones de cuentas individuales por 2.1 billones de pesos, cada mes los trabajadores pierden. Tan sólo entre mayo y julio, el detrimento superó los 171 mil millones de pesos, mientras las administradoras incrementaron sus utilidades en 8 mil millones. Para especialistas en el tema, es previsible que en unos años el gobierno rescate con dinero público el esquema de pensiones privado.

Con lesión medular, el nervio óptico atrofiado, deficiencia renal, un padecimiento en la próstata que lo ha llevado ya dos veces al quirófano y gastritis severa, Rafael Gaytán sobrevive con 2 mil 250 pesos mensuales desde hace 15 años.

Destina su pensión al pago de la renta (1 mil 500 pesos por dos habitaciones y un baño) en la colonia Malinche de la delegación Gustavo A. Madero. Con el resto debe cubrir su alimentación, pagar agua, luz, gas y el teléfono, además de los traslados en taxi al médico.

“No alcanza bien… Pago la renta, me quedan 700 pesos para 1 mes, ¿cómo van a ajustar? Verduras, tortillas y se acaba. No tengo nada. No se puede hacer una despensa con 700 pesos. Después de pagar la luz, el gas y el agua no quedó nada. No es un sueldo de hambre, es limosna.”

Tiene 75 años y no anda por sí mismo. La ceguera lo obliga a palpar el camino. La hinchazón de los pies no le permite dar paso sin apoyo. “Me cuesta mucho trabajo por lo de la columna, las rodillas, por lo renal. No tengo equilibrio. Necesito a alguien que me ayude. Solo, está difícil”.

Sin esposa ni hijos es el único habitante del pequeño departamento que alquila desde hace 25 años. El tiempo le permitió memorizar su reducida arquitectura. Nunca tuvo la posibilidad de comprar una casa. Cuenta que en algún momento la familia se dedicó a ahorrar, pero su mamá enfermó de tuberculosis y tuvieron que destinar el dinero al tratamiento.

Originario de Zacatecas, Gaytán Silva trabaja desde los 10 años de edad. Acripel fue la última empresa donde laboró. Aunque se desempeñaba oficialmente como chofer repartidor, su hoja de jubilación lo acredita apenas como trabajador de labores varias. El título le representa ahora el tener que sobrevivir con el sueldo mínimo.

Con todo, Rafael es uno de los “afortunados”. De los 6 millones 938 mil 913 personas mayores de 65 años que habitan en México, sólo 3 millones 619 mil 301 adultos mayores cuentan con una pensión, revela el estudio Afores: 15 años de bonanza elaborado por Jorge Cardiel Hurtado, investigador en la Facultad de Contaduría y Administración de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

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Las cifras del Censo de población y vivienda 2010 –elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía–, interpretadas por el investigador, descubren que el 60 por ciento de las mujeres y el 34 por ciento de los hombres en edad de jubilarse no cuentan con ningún apoyo.

Rubén es uno de ellos. Sin acceso a una pensión ni a los programas sociales, a los 81 años de edad aún lucha por ganarse el pan diario. Pasa horas de pie con su cajón para bolero. A las puertas de alguna estación del Sistema de Transporte Colectivo Metro espera, paciente. Además de lustrar zapatos por 15 pesos, sabe construir casas. “No nada más vivo de esto, espero iniciar el lunes un trabajo en la construcción”.

No tiene hogar. Hace ya 10 años que busca el apoyo para adultos mayores que brinda el Gobierno del Distrito Federal sin que a la fecha haya tenido éxito. La falta de documentos y un domicilio fijo, requisitos indispensables para el acceso a la ayuda, se lo impiden. “Tengo salud, qué más puedo pedir”.

Integrantes de la asociación civil El Caracol refieren que los adultos mayores son uno de los grupos más vulnerables y desprotegidos en la calle. Aunque son menos en número que la población joven, puesto que la esperanza de vida en la calle es tan sólo de 30 años, no es difícil encontrarlos.

Explican que ante la falta de atención institucional a los ancianos en situación de calle, Candelaria, la Plaza de la Soledad y el primer cuadro del Centro Histórico se han convertido en puntos de referencia para ellos. No obstante, ante la complejidad de la calle, señala El Caracol, los adultos mayores “siguen una lógica individual”, lo que los hace aún más vulnerables.

Ya no se sienten identificados con los grupos de jóvenes, así que andan solos, muchas veces con discapacidad física o con discapacidad cognitivo conductual, alguna enfermedad mental o algún daño orgánico, además de las enfermedades propias de la edad como la diabetes, apunta Luis Enrique Hernández, director de la organización.

(El texto completo aparece publicado en Fortuna 124)